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Felipe ariza
¿Por qué es tan difícil encontrar pareja y tan fácil tener sexo?

¿Por qué es tan difícil encontrar pareja y tan fácil tener sexo?

El miedo a estar perdiendo opciones mejores en un contexto de miles de candidatos al alcance de un click, condenan al fracaso a la mayoría de las relaciones en sus inicios

Sábado, 7 de noviembre 2020, 18:16

El miedo a perder opciones mejores no solo es un problema que afecta a la sociedad a la hora de comprar ropa, un coche o la vivienda de nuestra vida, sino que ya es uno de los principales motivos que dificulta encontrar pareja. La situación se repite a menudo. Navegando en una app para ligar –tipo Grindr o Tinder– dos personas se conocen y salta una chispa. Primero se entraron por los ojos. Ambos enseñaban algo de carnaza, pero no en exceso. El objetivo no es mantener una relación esporádica, sino más bien buscar algo estable, por lo que hay que ofrecer el 'producto' pero sin pasarse. Los primeros minutos son cruciales, y la cosa parece que funciona de maravilla. A los dos les gusta una música parecida. No son cinéfilos pero de vez en cuando van al cine. Además, está claro que las preferencias en Netflix o cualquier otra plataforma dan para compartir un domingo invernal «de sofá y mantita».

Una semana y muchas horas de 'whatsappeo' después llega el momento de la cita de verdad. La chispa del principio sigue presente, sobre todo porque al verse cara a cara se ha confirmado que lo que se mostraba en la foto se correspondía más o menos con la realidad. El sexo llega esa misma noche, y ambos se prometen –a veces con gestos y otras con palabras– que esto tiene buena pinta, al menos durante la noche del viernes en la que comenzó esta aventura. Pero el lunes todo ha cambiado, y lo que parecía un amor de otra época se ha convertido en un nuevo micro romance que guardar en el baúl de las frustraciones sentimentales. Este concepto denominado por los especialistas como FOBO (Fear of Better Options, en inglés) es junto a la dependencia emocional la razón por la que cada vez las parejas duran menos y son más difíciles de formar, y supone una consecuencia directa de las nuevas formas de comunicación ligadas a las redes sociales.

Así lo explica el psicólogo y sexólogo Francisco Cabello, que directamente lo define como una patología y que por tanto puede ser tratada, especialmente en los casos más extremos. «Muchas veces ocurre que la facilidad para conocer gente y quedar hace que uno no se conforme con nada, que cualquier defecto sea un problema supuestamente insalvable que obliga a rechazar al otro», describe Cabello. «Las personas que estén afectadas por esta patología llegan a perder la capacidad de empatizar porque cosifican las relaciones. Se pierde la emocionalidad y eso hace imposible poder formar una relación», añade.

Los datos, además, no mienten. Según los diversos estudios a los que hace mención el experto, en España solo un veinte por ciento de las parejas duran más de diez años. Pero es que además, tan solo el diez por ciento de las relaciones entre personas (heterosexuales u homosexuales) que se conocen por alguna app para ligar (incluidas Facebook e Instagram) duran más de seis meses. Esto quiere decir que salvo excepciones, conocer a una persona a través de una pantalla puede servir para mantener una relación sexual, pero no para las sentimentales que parecen estar abocadas al fracaso.

Dependencia emocional

Pero, ¿cuáles son las razones de estos desengaños constantes? Según Francisco Cabello, el método por el que las personas entablan el primer contacto (las redes sociales) es lo que dificulta que existan noviazgos prolongados en el tiempo. «Conocer a tu pareja en la calle (por un amigo o en un bar, por ejemplo) no tiene nada que ver con hacerlo a través de una aplicación», insiste el psicólogo, que recuerda que las redes han cambiado la forma de comunicarnos. «Una hipótesis es que como a través de la pantalla no se transmite la misma cantidad de oxitocina que mirando a alguien a los ojos, eso afecta de ahí en adelante», sostiene.

Para el experto, habría que diferenciar las cosas que gustan y las que vinculan. Es decir, que se podría afirmar que las redes sociales favorecen el gusto pero no el vínculo, y que a la práctica ligar por aplicaciones es lo mismo que estar viendo un catálogo.

Lo que Cabello tiene muy claro es que al final las relaciones (y la búsqueda de ellas) tienden cada vez más a radicalizarse. El síndrome del FOBO no es si no la cara de una moneda cuyo rostro antagónico (pero igual de recurrente) es la dependencia emocional, a la que el sexólogo calificó hace más de un año como la «gran epidemia del siglo XXI». «Está visto que no era la mayor del siglo –admite– pero es muy grave porque se está produciendo en masa debido a la elevada facilidad para la ruptura».

A la práctica, se trata de personas que comparten una relación con otras que no le aportan nada, y en la que se sufren más costes que beneficios. Pensamientos y afirmaciones como 'no quiero verme solo', 'el mundo de la pareja es duro' o 'la calle está muy mal' son el caldo de cultivo de aquellos que se agarran a un clavo ardiendo. «Esto provoca un trastorno dependiente de la personalidad», asegura Cabello. Son los enamoradizos patológicos, adictos al amor que incluso llegan a tener síndrome de abstinencia. Eso sí, tanto los dependientes como los inconformistas pueden encontrar un rumbo que les haga más felices. Lo primero que hay que hacer es dejar de ser tan radical y aparcar el móvil un rato.

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