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IKER CORTÉS
Martes, 14 de junio 2022, 00:02
Es una pena, pero también una suerte, que la convivencia entre dinosaurios y seres humanos sea harto improbable. «De alguna manera, ya convivimos con ellos, pues las aves son sus descendientes directos», apuntaba el paleontólogo y divulgador científico José Luis Sanz, que la semana pasada ofreció una ponencia en el Museo Nacional de las Ciencias Naturales de Madrid con motivo de la llegada a los cines de 'Jurassic World: Dominion', la última película de la franquicia. «Es difícil pensar un mundo en el cual nos podamos encontrar a dos saurópodos de 20 o 25 metros en la plaza Callao y bajando hasta la Cibeles para beber agua. Si fuese así, se acabaría la Champions», explicaba entre risas el experto.
¿Las razones? La competencia ecológica «es problemática», sostiene. Así, un velociraptor y un oso «lucharían por la misma comida», por ejemplo. La única opción sería poner en marcha un santuario, «algo terriblemente costoso», explicó quien antes de echar a volar la imaginación, hizo un recorrido por la presencia de estos enormes animales en el cine. Cuenta Sanz que la percepción en torno a ellos ha cambiado a lo largo del tiempo. Hasta los setenta, la comunidad científica pensaba que eran animales «estúpidos y atontados», un error de la naturaleza ya que muchos de ellos contaban «con estructuras no adaptativas, extrañas y grotescas». Por eso, las películas de entonces describían a los dinosaurios como pesados y estúpidos, unas bestias gigantes a las que había que confrontar en cintas como 'El monstruo de los tiempos remotos' (Eugène Lourié, 1953) o 'Godzilla' (1954).
Michael Crichton y Steven Spielberg decidieron actualizar la imagen de los dinosaurios en la gran pantalla y lo hicieron al calor del cambio de paradigma en el estudio de estos seres, que se dio en llamar el renacimiento de los dinosaurios. A partir de los setenta, explica Sanz, «se les ve como animales reales, no como monstruos. Tienen una locomoción muy evolucionada, parecida a la de los mamíferos, y muchos de ellos cuentan con sistemas de masticación tan eficaces como los de una vaca». Por eso la cinta original se adhiere con fuerza a la hipótesis de que las aves son los descendientes de los dinosaurios, la más aceptada entre los paleontólogos.
Que la cinta estaba asesorada por expertos lo demuestran varias secuencias, aunque Sanz se queda con la elegancia con la que Spielberg deja claro que los dinosaurios tienen sangre caliente, cuando el velociraptor echa vaho sobre la luneta de cristal de la puerta de una cocina.
¿Si las aves son las descendientes de los dinosaurios, la carne de un velociraptor podría parecerse al pollo? «Es pura fantasía. No podemos saberlo, pero lo lógico es suponer que si están tan estrechamente ligadas, a lo mejor su carne no difería tanto».
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