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Abu Chinarine se dedica a desactivar minas antipersonas ayudado de ratas gigantes africanas como la de la imagen.

Ratas y heroínas

Entrenadas para detectar minas antipersona, ya han olisqueado 70.000 en lugares como Vietnam o Mozambique. También huelen la tuberculosis

guillermo elejabeitia

Lunes, 11 de julio 2016, 00:27

La guerra civil de Mozambique terminó en 1992, pero un mal paso puede devolver a sus habitantes al horror de aquel conflicto en una fracción de segundo. Centenares de minas antipersona siguen sembrando de miedo el país, que ha encontrado en las ratas unas insólitas aliadas para ahuyentar a sus viejos fantasmas y pasar página. No son los únicos. Aunque hace casi dos décadas que se prohibió su uso, la ONU calcula que quedan en el mundo seis millones de metros cuadrados de campos minados. La empresa holandesa Apopo lleva años entrenando roedores con el fin de abaratar el altísimo coste de desminar el terreno. Los resultados son esperanzadores y las ratas ya han llevado la tranquilidad a extensas zonas de África y a países como Vietnam, Laos o Camboya.

La que sostiene Abu Chinarine en sus manos es un ejemplar de rata gigante africana, una especie que abunda al sur del Sáhara y que puede llegar a medir casi 50 centímetros. Su extraordinario olfato y su peso, que no llega a los cinco kilos que activan las minas más sensibles, las convierten en la mejor ayuda para detectarlas. El entrenamiento puede durar entre seis y ocho meses y empieza cuando el animal tiene cuatro semanas de vida. Tras un proceso de aclimatación a la presencia humana, se les enseña a asociar el sonido de un clic con una recompensa, que suelen ser plátanos o cacahuetes. La misma que se les dará después, cuando encuentren una mina o las bolas de té con olor a metralla utilizadas para el entrenamiento. Las pruebas finales se realizan en varios campos que la empresa tiene en Tanzania.

Mejores que los perros

Abu es uno de los trabajadores que se encarga de retirar las minas de forma manual. La ayuda de los roedores resulta esencial para minimizar los riesgos. «Son muy rápidas», asegura. En pocos minutos son capaces de encontrar la carga explosiva, que Abu tiene que retirar cuidadosamente para que sea detonada sin peligro. «Mi madre se preocupa por mí todos los días, pero sé que en el fondo se siente orgullosa de lo que hago», reconoce. El trabajo no está exento de riesgos, pero la introducción de roedores ha marcado la diferencia respecto a los métodos tradicionales.

Hasta ahora solían utilizarse perros, pero su adiestramiento es mucho más caro y más lento, y además arriesgan su vida: su peso puede detonar la carga. La otra opción son los detectores de metales, pero su precio es inalcanzable para la mayoría de los países afectados, especialmente en África. Retirar una mina puede costar más de 1.000 dólares, mientras que fabricarla apenas cuesta uno. El sembrado indiscriminado de amplias regiones es un lastre que sigue impidiendo el desarrollo humano. Un accidente es suficiente para que comunidades enteras dejen de circular por una carretera o cultivar un terreno fértil, lo que agrava la miseria provocada por la guerra.

Es el caso de Sam Mucavelli, un granjero de Mozambique cuyas vacas pastan muy cerca de unos enormes postes de alta tensión que fueron minados durante la guerra para evitar sabotajes. Un amigo suyo murió intentando alejar a su animal de uno de ellos. Cuando la firma Apopo comenzó a trabajar en la zona se dio cuenta de que algunas pilonas estaban llenas de explosivos y en otras no había ninguno. «Estaban protegidas por el terror, un terror con el que mis hijos han vivido toda su vida», explica Sam. El desminado les ha permitido recuperar amplias zonas de pasto y cultivo, y dejar atrás definitivamente un conflicto que terminó hace 25 años. «La tierra vuelve a ser nuestra para hacerla productiva y nuestros niños pueden jugar seguros», afirma satisfecho.

Además, su olfato también puede detectar la tuberculosis en un estadio precoz, un descubrimiento que resulta vital en países donde la mayoría de los enfermos no se hace pruebas médicas por carecer de recursos. «Son nuestras heroínas».

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