La llama no es tan eterna
Una avería apagó durante unos días el pebetero de la tumba al soldado desconocido, en Madrid. La historia de estos fuegos está llena de incidentes
francisco apaolaza
Sábado, 10 de enero 2015, 02:01
Hasta los vendedores de chilabas de El Cairo saben dónde está el Santiago Bernabéu, pero casi nadie conoce la Plaza de la Lealtad de Madrid. ... Muchos ignoran que junto al Palacio de la Bolsa, entre las deidades de Neptuno y Cibeles, se erige silenciosa y discreta, casi oculta, la tumba al soldado desconocido o como se conoce oficialmente el Monumento a los Caídos por España, un mausoleo de los héroes de la Independencia bajo el que brilla una llama eterna. Así se concibió cuando el rey Juan Carlos la encendió en 1985, pero en todos estos años no siempre el fuego ha sido perpetuo. Hace unos días el pebetero sufrió un repentino apagón durante los que allí no ha quemado más que el sol ligero de invierno. La llama ya ha vuelto a su lugar, pero el incidente, que el Ayuntamiento madrileño ha atribuido a una avería en el sistema de alimentación de gas, no ha pasado desapercibido para los colectivos castrenses, preocupados por que el fuego no iluminara la Pascua Militar, que se celebró ayer. Uno de ellos, la Asociación de Militares Españoles, criticó así el apagón: «Es una muestra de cómo es este país; es la costumbre española de tener muy poco respeto a los que dan su vida por lo que creen, sean del bando que sean».
Lo cierto es que ninguna lumbre sagrada se prende para apagarse, pero de vez en cuando, estas cosas suceden. Ya le ocurrió a esta misma en 2002 por motivos desconocidos y en 1990, por otros más sonados. El monumento, que se inauguró en 1821 en honor de los fusilados en ese mismo lugar el 3 de mayo de 1808 (pero sin tea hasta hace 30 años) y que es la tumba de los héroes Daoiz y Velarde, se quedó sin llama porque al parecer, el Ministerio de Defensa no había pagado el recibo del gas. La circunstancia contra el infinito. Nunca ha trascendido lo que cuesta, pero en Malta restringieron el encendido de su llama semieterna de su capital La Valeta a solo 12 horas al día porque gastaba al año 28.000 euros en gas. El alcalde le echó la culpa a su empeño en reducir la huella de carbono.
En Moscú es poco probable que ocurra lo que ha pasado en Madrid porque vigilan el monumento a los caídos, situado frente al muro del Kremlin, dos soldados del ejército ruso. Un equipo de operarios limpia regularmente el sistema de gas y en esos momentos, la llama se traslada a un pebetero con bombona de butano portátil.
La historia de las llamas votivas está llena de accidentes. Hasta las más icónicas han sucumbido en algún momento. La que recuerda a los caídos por Francia en la Tumba del Soldado Desconocido bajo el sacrosanto Arco del Triunfo de París, también ha tenido algún mal día. Nadie sabe qué se le pasó por la cabeza a un tal Rodrigo Ortega, un mexicano en notable estado de borrachera que en 1998 terminó con la combustión gracias a un abundoso chorro de pis que lanzó al fogón en las celebraciones del Mundial. Fue detenido, juzgado y multado por ofender a los muertos meándose en el fuego sagrado. Unos años después, en ese mismo lugar, un tipo sacó una sartén e intentó cocinarse una tortilla francesa, bien sur y otro más intentó apagarla sentándose sobre la hoguerilla. La pira siguió en perfecto estado, pero sus nalgas sufrieron semejantes heridas que necesitaron atención hospitalaria por quemaduras.
Las cárceles rusas están llenas de tipos a los que en un momento dado les pareció una buena idea ir a dejar su huella en las decenas de llamas en recuerdo de los soldados caídos en la Segunda Guerra Mundial. La pena media por arrojar cerveza, orinar o ultrajar de cualquier modo el símbolo militar es de 18 meses. Algunos siguen intentándolo. Nadie sabe porqué.
En ocasiones el fuego vuelve inesperadamente. Los soldados que hacen guardia frente al monumento a los caídos en la Guerra de las Malvinas se quejan de que cuando hay viento, la llama se apaga y que acercarse a encenderla resulta peligroso por el ímpetu de su regreso.
En 2006, el fuego que recuerda a la Pepa frente al Monumento a la Constitución de 1812, en Cádiz, se apagó a los pocos meses de su inauguración. Una madrugada, a la salida de un bar, un joven se acercó con un mechero al pebetero y la broma funcionó. Lo logró encender, pero semejante llamarada constitucional le dejó sinpestañas.
Tormenta de agua bendita
En Estados Unidos se erigen dos grandes monumentos con llama supuestamente eterna. Uno recuerda en Gettysburg a los muertos en la Guerra Civil. El otro, a John Fitzgerald Kennedy, en el cementerio militar de Arlington, cuenta con guardia permanente las 24 horas. Lo encendió en 1963 su viuda, Jacqueline Kennedy, el mismo día del funeral del presidente asesinado. Se construyó a toda prisa. Los encargados del memorial compraron a toda prisa una lamparilla de camping en una tienda del pueblo y probaron la llama contra viento y agua. Luego le enchufaron una instalación de propano y calcularon el tiempo que pasaba desde que abrían la llave del gas hasta que se encendía. La televisión emitió el momento para todo el mundo, pero pronto llegaron los problemas. Un mes después, un chaval de ocho años quiso rociar el lugar con agua bendita traída de la pila de su iglesia y se le escapó el tapón de la botella. La repentina inundación dejó sin llama a JFK. En 1967 lo apagó una tormenta descomunal. Desde entonces, funciona un mechero automático que prende una chispa continua, con lo que resulta casi imposible apagarlo.
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