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Fachada de La Sal en la calle Santa Paula en una imagen tomada en 2016. SIX
Comunidad

Granada, madre lesbiana

La Sal se erige como lugar de culto para el lesbianismo desde 1988 y reivindica el papel del ocio LGTBIQ+

Clemen Solana

Lunes, 9 de junio 2025, 19:26

Los colores pastel de la calle Santa Paula avisan. Son una premonición de que nada malo puede suceder tras ellos. En efecto, dos chicas se besan en la esquina más revolucionaria de Granada. Es la que ocupa desde hace 36 años La Sal, el pub lésbico en activo más antiguo de Andalucía. El local que inspiró a Muñoz Molina para escribir capítulos de 'Un invierno en Lisboa' hace lo propio con quienes claman un espacio seguro.

Lali Moldes 'entendía'. Y entiende. Quiere decir que es lesbiana. Y así mismo se lo hizo saber al mundo desde 1962. Siempre soñó con la libertad de la mujer y, tras un concierto de David Bowie en Madrid, dos amigas le encontraron su destino: una cochera de Granada. Fue allí donde hicieron parar a esta gallega hace 36 años. «Comenzamos como un sitio alternativo porque no se podía decir que tres chicas teníamos un local para chicas», cuenta Lali desde la fachada de La Sal; donde, por entonces, no faltaron las ofertas culturales y con ellas, toda la gente «progre» y «gay» de la ciudad.

Desde los comienzos, Lali tuvo que lidiar contra un mar embravecido. Las miradas se multiplicaban, así como los incidentes. La Sal molestaba. Entre risas, Moldes recuerda cómo un grupo de hombres, barra de hierro en mano, destrozó el ventanal de su todavía retoño al grito de 'guarras'. «Éramos mujeres atacantas y había tíos que se ofendían por ver a dos chicas besándose», afirma la gallega. Aunque el pub acogía a todos los públicos, tal manifestación de activismo reñía con una entonces Granada «pueblerina». Lo cierto es que, más allá de orientaciones, había gente con ganas de vivir libremente.

Lali Moldes junto a la pintura de David Bowie de su local. SIX

La historia de La Sal cambió. En 1993, Lali conoce a un icono. Rosa. A secas. Una «tía guapa» que iba con hombres que entendían. Y pareja sentimental de Moldes durante 18 años. Fueron entonces los amigos de esta los que llenaron La Sal ante el «boicot» de grupos de mujeres de Granada. Una pena que acompaña a Lali hasta la actualidad. Y es que la falta de «sororidad y unión» es el leitmotiv que acecha al colectivo, según Moldes. Sea como fuere, la pareja remonta y ocho años después de la inauguración, al mítico tardeo le suceden las noches. La Sal ya es una institución y todo el nuevo estudiantado de la ciudad universitaria la frecuenta.

A pesar del buen rendimiento del local, a finales de los años 90, La Sal «estorba». El acoso por parte del Ayuntamiento es un continuo, así como los intentos de reducirlo al cierre. Lo que no sucedía en ningún pub, ocurría en el de Lali. «Siempre he educado en mi pub porque mi único compromiso es el de crear sociedad. Nunca vendí drogas, ni la carne de mi equipo», apostilla Moldes. Justo el asociacionismo de alcohol, fiesta y sexo es un problema que quiere atajar y del que afirma: «Hay que alternar en los locales y socializar en la barra, la cultura del botellón y sexo es un problema que no sólo sucede dentro del colectivo».

«Siempre he educado en mi pub porque mi único compromiso es el de crear sociedad. Nunca vendí drogas, ni la carne de mi equipo»

El icono aparece. La mítica Rosa, en su nueva vida diurna, cruza la puerta de La Sal para hablar con Lali. Ambas mantienen una relación estupenda. Las «madres de las lesbianas» de Granada recuerdan una época que ya pasó. La socialización del público ha cambiado y las tecnologías y el ritmo de vida han hecho «daño». Moldes reconoce que la brecha salarial que sufren las lesbianas provoca situaciones «difíciles» en un local iniciático para chicas. Una desigualdad que el último informe del estado socioeconómico de 2023 de la Federación Estatal LGTBI+ fija en un 16% en detrimento para las parejas de mujeres frente a las de los hombres. Esa diferencia es la que liga, según Moldes, con un machismo estructural que también se refleja en los gais. «Siguen siendo el macho dominante y muchos desvaloran a la lesbiana», relata Lali, quien lamenta expresiones como «La Sal huele a coño» por parte del público masculino.

El petardeo reina en La Sal. Las pruebas de sonido a horas previas de la noche del sábado lo confirman. Desde éxitos de Mónica Naranjo a Yuri suenan en su interior. Isabel Pantoja es un más en el local. La sensación de un aprendizaje «bonito y sano» entre generaciones emociona a su dueña cada noche. «Veo a tanta gente feliz que pienso, cómo es mi hija», asegura Moldes. Asimismo, sin dejar de lado obras de teatro y presentaciones de libros, el pub continúa con sus populares fiestas. En todas ellas, las chicas de la ciudad alzan la mirada en un espacio propio donde poder disfrutar. Angela Davis, musa plasmada en el exterior, estaría orgullosa. Virginia Woolf, también.

El album de fotos del local se nutre de estampas que van desde los 80 hasta los dos mil. SIX
Imagen principal - El album de fotos del local se nutre de estampas que van desde los 80 hasta los dos mil.
Imagen secundaria 1 - El album de fotos del local se nutre de estampas que van desde los 80 hasta los dos mil.
Imagen secundaria 2 - El album de fotos del local se nutre de estampas que van desde los 80 hasta los dos mil.

Lali ultima sus noches. En sólo dos años pretende jubilarse. Ya busca alguien que continue con La Sal. No le vale cualquiera, sino una persona con sus mismos valores. «Un negocio no es sólo para hacer dinero, es educar a la sociedad», comenta Moldes. En ese sentido critica a las discotecas supuestamente «amigables» con el colectivo LGTBIQ+ donde, lo «único» que quieren, es el dinero de este. Por eso, defiende los lugares de «ambiente»: «No podemos dejarlos morir porque, una vez cierren, el mundo cambia para mal». Lali no quiere pasar por alto la necesidad de concienciar ya que, la creciente ola de «odio institucional», mata derechos y añade: «Hay gente que nos llevaría al paredón y a mí la primera por ser lesbiana y la más antigua». En ese aspecto, aboga desde su local por un colectivo unido que rechace los esfuerzos por separarlo.

Los mismos colores pastel de la calle Santa Paula se oscurecen. A pocos minutos del comienzo de la medianoche, Lali se despide: «La gente que quiera sentirse libre tiene La Sal». Prueba de ello es el sinfín de personas que esperan dispuestas a llenar de vida el templo de Moldes. Desde el conocido «gran coño» que dibujó la artista Dulcinea Enamoneta como seña de identidad del local, parejas de chicas, casadas, curiosas y resto de gente que 'entiende' celebra La Sal. Y es que al colectivo LGTBIQ+ hay que celebrarlo siempre. Granada bien lo sabe hacer, por madre y lesbiana, desde 1988.

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