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josé jiménez guerrero
Domingo, 30 de noviembre 2014, 02:11
El próximo 12 de septiembre de 2015 será coronada canónicamente la imagen de María Santísima del Rocío. Será, sin duda, uno de los acontecimientos más relevantes vividos por la hermandad del barrio de la Victoria desde su fundación, hecho que ocurrió a principios del siglo XVIII.
Como es sabido, la popular advocación mariana se integró en la Hermandad de Jesús de los Pasos en el Monte Calvario a finales de 1928. La talla, que había sido donada por María Dolores Lorente, viuda de Pina, fue bendecida el 11 de noviembre de ese año. Desempeñaba el cargo de hermano mayor de la corporación Manuel Donato Sánchez Pérez. No fue procesionada. Sí lo sería, el Martes Santo 31 de marzo de 1931, la nueva efigie que la cofradía encargó al escultor Pío Mollar Franch.
El hecho de que la corporación decidiese adoptar un segundo titular no constituyó un hecho exclusivo. La mayoría de las hermandades que procesionaban en Málaga lo hacían con una imagen de Cristo (no cristífera, palabra que tan de moda se ha puesto en el vocabulario utilizado por los cofrades y que no recoge el diccionario de la RAE) y una mariana. Otras también lo hicieron, como la Hermandad de la Amargura cuando en 1926 agregó a su título la advocación y el grupo escultórico del Santo Suplicio.
Pero lo que sí constituye un caso peculiar y único es el origen de la sede de la popular hermandad victoriana. Aun cuando, como sabemos, algunas hermandades se asentaron en el desaparecido hospital de Santa Ana (que ocupaba el lateral este de la plaza de la Merced), ninguna otra tomó en Málaga, que conozcamos, como sede canónica, y perdurando en el tiempo, la capilla de un hospital. Y además, ha sido el único edificio de ese conjunto que ha permanecido en pie.
En las líneas que siguen, y basándome en referencias bibliográficas de las que se da nota, pretendo que el gran público conozca cuáles fueron los orígenes del oratorio de San Lázaro. Y, al mismo tiempo, aspiro a que pueda comprobar cómo un espacio que desde finales del siglo XV fue utilizado, dadas sus características, como sitio dedicado al cuidado de enfermos, ha acabado convertido exclusivamente en un lugar sacro en el que se alza la capilla en la que se da culto a las populares imágenes de la corporación nazarena del Martes Santo. El binomio bien corporal y bien espiritual tomó carta de naturaleza en este lugar.
Como es sabido, en la parroquia de San Lázaro también se encuentra establecida canónicamente la Hermandad del Rescate (aunque sus imágenes titulares se veneran públicamente en la capilla de la calle del Agua).
Diversos estudios han puesto de manifiesto que en la segunda mitad del siglo XV se fundaron varias «casas de San Lázaro» para atender en ellas a los enfermos de lepra. Con su aislamiento en espacios concretos, situados en las afueras de la ciudad, se trataba de evitar el posible contagio. De hecho, en 1501 se ordenó, mediante una disposición legal, la ubicación de las personas afectadas por ese mal en zonas alejadas de la población.
La fundación de un centro para enfermos leprosos en Málaga se remonta a 1492. No obstante, en una Real Cédula de los Reyes Católicos de 15 de diciembre de 1491 se ordenaba al Repartidor Juan Alonso Serrano que informase sobre la petición realizada por Gonzalo Fernández (afectado por el mal) y su mujer, Beatriz Fernández, para ser mayorales de una «casa de San Lázaro» en la ciudad. La Corona pretendía conocer si eran las personas adecuadas para llevar a cabo esta misión. En caso afirmativo, ordenaría que se les otorgasen los correspondientes recursos. Fue el 30 de septiembre de 1492 cuando una Real Cédula señaló las propiedades en las que se debía localizar. Francisco Bejarano, en su obra Los repartimientos de Málaga, reseñó que a la casa de San Lázaro se le ratificó la posesión de un inmueble y se le adjudicó cincuenta fanegas de tierra junto a las de la Victoria.
Modelo
Según especificó el canónigo Medina Conde en sus Conversaciones históricas malagueñas, la fundación y organización de la casa de San Lázaro de Málaga siguió el modelo marcado por las Ordenanzas del Hospital de San Lázaro de Sevilla. Estas habían sido redactadas en el año 1393 durante el reinado de Enrique III (1379-1406).
Sería en 1513 cuando, como señala María Dolores Fernández Mérida en su magnífico trabajo titulado Los hospitales malagueños en los siglos XV-XIX. Historia y arquitectura, se procedió a modificar el ámbito territorial de la huerta del hospital. Fue entonces cuando se realizó el señalamiento de una calle que arrancaba desde la puerta de Granada hasta la casa de San Lázaro a la que se le adjudicó el nombre de «Victoria».
La obra de la capilla comenzaría en el siglo XVI, aunque a comienzos de la siguiente centuria aún no se había concluido. Gracias a los trabajos del padre Andrés Llordén (Escultores y entalladores malagueños) conocemos que en el año 1601 se firmó un contrato entre un maestro carpintero (de nombre Juan de Espinosa) y el Mayoral de San Lázaro (Juan de Montesinos), por el que el primero se comprometía a labrar una reja de madera con destino a la capilla mayor de la citada construcción. En documentos de posterior fecha ya se documenta la existencia de «iglesia y hospital».
El mismo investigador señaló (Pintores y doradores malagueños) que en 1622 se signó un nuevo documento por el que se debía realizar un retablo, dorado y estofado, con destino al altar mayor de la capilla del hospital de San Lázaro.
En la obra en cuestión se ubicaría una Salutación a la derecha, un Nacimiento a la izquierda, un San Lázaro en el centro y en el banco, los apóstoles. Todo ello estaría presidido en su parte superior por un Cristo Crucificado con San Juan y María Magdalena. Según señaló Juan Temboury, fueron realizadas por Pedro Fernández del Villar.
Inundación
Seis años más tarde, en la festividad de San Lino, el 23 de septiembre de 1628, se produjeron en la ciudad unas terribles inundaciones. Según narran las crónicas, la intensa lluvia, caída durante cinco horas de forma ininterrumpida, motivó una avenida de agua que «comenzó por la Victoria dejando caer muchas casas, y no pudiendo desaguarse por el arco de Santa Ana, retrocedió el agua, rompiendo cuatro paredes muy fuertes del jardín del hospital de San Lázaro que estaba más debajo de la Victoria» (Medina Conde). Se hizo necesaria la realización de obras de reconstrucción.
En 1637, durante la epidemia de peste que asoló a la ciudad de Málaga, el hospital de San Lázaro acogió a numerosos enfermos. De su magnitud da buena cuenta las referencias recogidas por Medina Conde en las que se atestigua que «se puso un hospital en la de San Lázaro y creciendo más y más cada día, y no bastando muchas casas que se le agregaron, sirvió de hospital toda la calle de la Victoria, pero no cabiendo en esta fue menester hacer otro hospital en la calle del Molinillo, en que se juntaron 800 enfermos y se le dio el título de Hospital de Santa Brígida; otro hubo en la huerta que llaman del Villazo y otro en el Molino de la Pólvora, ribera del Guadalmedina, llegando a tener más de 1.500 enfermos () frente de San Lázaro se puso el hospital de Convalecientes; en 8 de junio se cerró la cale del Agua para que en ella estuviesen los médicos y demás sirvientes y que la ropa se quemase en las playas de San Andrés ()».
Desde mediados del siglo XVII la situación por la que atravesó el hospital se agravó. Sin embargo, durante el siglo XVIII se produjeron varias intervenciones en su arquitectura y que fueron llevadas a cabo por maestros como Felipe de Unzurrúnzaga, Antonio del Álamo, etc. Del mismo modo, también se realizaron obras de restauración en el edificio de la iglesia. De hecho, en 1719 se concretaba que la iglesia amenazaba ruina si no se reparaba antes del invierno.
Asimismo, como señala Camacho Martínez en su Guía histórico artística de Málaga, la construcción «en 1783 estaba ruinosa, pues Ventura Rodríguez realizó un proyecto para su transformación que no se llevó a cabo».
Años antes, en 1786, todos los enfermos internos en el hospital, así como las rentas de la institución, pasaron a Granada. En el año 1837, en parte de las antiguas instalaciones ocupadas por el hospital de leprosos se fundó el llamado Hospital de la Tiña.
El óleo de Moreno Carbonero, titulado La bendición de los animales y que realizó en 1873, pone de manifiesto que la capilla de San Lázaro era un oratorio popular en el que se celebraban ceremonias diversas.
Como reseñé en mi obra La quema de conventos en Málaga, en mayo de 1931, «el mismo grupo que había destrozado la capilla de la calle Agua fue el que llegó hasta de San Lázaro, y una vez en el interior destrozaron todo cuanto encontraban». También asaltaron la sacristía.
A la izquierda del altar mayor se hallaba la entrada de la cripta. Lograron penetrar en su interior y la profanaron.
La iglesia se restauró en 1948, bajo la dirección del arquitecto Enrique Atencia: las obras fueron financiadas por la cofradía y por el entonces gobernador civil, Manuel García del Olmo. El cargo de hermano mayor de la corporación era desempeñado por Luis Medina Montoya. En 1997 y en 2004 fue rehabilitada.
A principios del siglo XVIII sucedió un hecho trascendente para la historia cofrade. Fue cuando la Hermandad de Jesús de los Pasos en el Monte Calvario estableció su sede en la capilla del hospital de leprosos. Como he señalado, ya en la década de los veinte del siglo pasado, la fraternidad acogió la advocación de Rocío para su titular mariana.
Estilo
La construcción religiosa posee unas innegables peculiaridades. Se enmarca en el estilo mudéjar. En su hechura intervino el arquitecto vasco Felipe de Unzurrúnzaga (1654-1740). De una sola nave y elevado presbiterio, se cubre con dos armaduras de lacería realizadas en madera. En la ermita, además de las imágenes de Jesús Nazareno de los Pasos en el Monte Calvario (Antonio Eslava Rubio) y de María Santísima del Rocío (Pío Mollar Franch), existe una de San José fechable en el siglo XVII.
La edificación posee una cripta con nichos. En la parte superior de estos se labraron cráneos y tibias cruzadas. Está cubierta por bóveda de cañón. Según Rosario Camacho, la autoría de las pinturas que se hallan en la estancia, y que se fechan en el siglo XVIII, se atribuyen a quien desempeñó entre 1722 y 1748 el cargo de administrador del hospital, Pedro de Hermosilla.
En la portada se añadió una moldura y se ha conservado un escudo de España. En él se halla la inscripción Hospital Real. Como es conocido, la cruz de piedra que flanquea la puerta de entrada a la capilla, y que se fecha en 1753, formaba parte del vía crucis que alcanza el monte Calvario.
Hoy día, la popular capilla sigue enclavada en lo que resta del espacio dedicado durante más de dos siglos al cuidado de enfermos de lepra y se ha convertido en una seña de identidad del barrio victoriano. Y lo es, entre otros factores, por su permanencia en el tiempo, por su arquitectura, pero especialmente por la cofradía en ella se ubica y por las imágenes que custodia: Jesús Nazareno de los Pasos en el Monte Calvario y María Santísima del Rocío.
Este artículo no quiere ser más que una pequeña contribución a la fraternidad ante la efeméride que se aproxima.
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