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El XIX fue un siglo especialmente intenso en la historia de Alpandeire, uno de los pueblos que conforman hoy el Alto Genal, a un paso de Ronda. De hecho, en esa centuria nació su personaje más famoso, pero no el único, el beato Fray Leopoldo.
Concretamente fue en 1864 cuando nació este personaje, cuyo nombre real era Francisco Tomás de San Juan Bautista Márquez Sánchez. Allí pasó toda su infancia y juventud hasta que en 1899 decidió dedicarse a la vida religiosa con los capuchinos. Así en el último tercio del siglo el que después fuera conocido como Fray Leopoldo disfrutó de los paisajes de este pueblo malagueño, si bien lógicamente en aquella época era sólo conocido por sus vecinos.
Allí queda un importante legado de este beato, cuyos restos mortales descansan en Granada. La Casa Natal o distintas esculturas dedicadas a él son algunos de los hitos en un recorrido urbano por el pueblo, que se puede ampliar con la ruta turística que lleva su nombre, que abarca otros pueblos del entorno, o el igualmente homónimo sendero que une a Alpandeire con Estación de Jimera de Líbar, en la que se recrea el recorrido que Fray Leopoldo realizaba cada vez que volvía o salía de su pueblo usando el tren como medio de transporte.
Pero, además de este beato, en Alpandeire también se pueden sentir orgullosos de otro personaje histórico, Diego Vázquez de Otero, político, educador e historiador que recopiló muchas de las leyendas que hoy se cuentan de la provincia de Málaga. Nació en Alpandeire en 1891, cuando su vecino Fray Leopoldo tenía 27 años de edad.
Pero, mucho antes, en los primeros años del siglo XIX, en Alpandeire se vivieron dos hechos curiosos, enlazados entre sí, que forman parte de la historia menos conocida de esta villa.
En plena Guerra de la Independencia, en la que los españoles se defendían como podían de la invasión napoleónica, en Alpandeire intentaron frenar el avance de las tropas francesas con la construcción de un muro, que todavía hoy se puede ver.
En concreto, el general Francisco Javier de Abadía pidió al por entonces alcalde de este municipio, Antonio Tomás Cortés, que construyera una gran trinchera con piedras que sirviera para cortar el paso a la caballería francesa. Y así lo hicieron los vecinos, en lo que hoy, más de dos siglos después, se conoce todavía como el 'muro de los franceses'. Llegó a medir 1680 varas, es decir, unos 1400 metros de longitud.
Sin embargo, aquella gran barricada, que llegó a tener un metro de alto, no fue suficiente para detener el avance francés, ya que el ejército encontró un hueco por la zona conocida como el Infiernillo. Resignado, pero también preocupado por las posibles represalias de los soldados de Napoleón, el que era alcalde de la época, Antonio Tomás Cortés, decidió rendirse y agasajarlos. Fue tildado de traidor, pero logró salvar al pueblo, tal y como hoy se reconocen en investigaciones como las del historiador local Gaspar Mena.
Además, esta localidad de la Serranía de Ronda fue una fiel aliada de la resistencia española. Además de muchos vecinos que se alistaron a la Junta de Defensa Nacional, se hicieron importantes donaciones a la causa.
Tras el final de la Guerra de la Independencia, Fernando VII quiso agradecer a este pueblo su esfuerzo con un singular regalo, una picota, una columna de piedra, que servía hasta el siglo XIX para mostrar a los ajusticiados ante los demás.
La donación de la picota estuvo acompañada de una horca y del título de «muy noble y fidelísima villa», con fecha del 30 de octubre de 1814. La columna de piedra sigue hoy estando en el mismo sitio donde se colocó, apenas a medio kilómetro del casco urbano. Eso sí, no queda ni rastro de la horca, que se mandó a colocar en el camino de Ronda, pero que desapareció años más tarde.
Por último, del título otorgado al pueblo queda hoy constancia gracias a su escudo oficial, donde aparece el adjetivo 'fidelísima'. El documento del rey, sin embargo, se quemó como casi todos los archivos municipales de Alpandeire durante la Guerra Civil, aunque, antes de la contienda, fue anotado por Vázquez Otero.
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Óscar Beltrán de Otálora
Ivia Ugalde, Josemi Benítez e Isabel Toledo
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