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Quizá el problema está en que todo el mundo da por hecho que las dos izquierdas tienen necesariamente que entenderse y que ese entendimiento es algo sencillo. Claro que, si todo es tan fácil, ¿por qué hay dos izquierdas? Porque lo cierto es que desde hace más de un siglo compiten entre sí, a veces muy duramente, dos formas de entender el proyecto de emancipación que significa la izquierda.
Apenas hace dos años, el señor Monereo, uno de los inspiradores del proyecto de Unidas Podemos (UP) declaraba: «Mi tarea es contribuir con mi granito de arena a combatir el régimen político andaluz instaurado por el PSOE». Ahora lloramos juntos, socialistas y comunistas, al ver cómo la derecha, una y trina, desmonta los logros sociales y las libertades conquistadas con tanta dificultad. Aunque quizá no todos lo lamentamos igual, quizá la izquierda de tradición revolucionaria confía en que del daño que produzcan los gobiernos de la derecha surja la fuerza imparable de los justos de la tierra, que les permita asaltar, al fin, los cielos.
En general, cada vez que los socialistas se encuentran con dificultades, la derecha encuentra una gran ayuda de la izquierda de tradición comunista y revolucionaria. Así ocurrió cuando, aliados con el señor Aznar, tumbaron al gobierno socialista de Felipe González en los primeros noventa. En mayo de 2011, cuando el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero se enfrentaba a la mayor crisis del capitalismo de los últimos noventa años, los jóvenes comunistas salieron a las calles y las plazas de España a quejarse de las políticas de los socialistas. Su movimiento concluyó con una abrumadora victoria electoral de la derecha. Total, comparada con la promesa de los cielos, la diferencia entre un gobierno de la derecha y otro de los socialistas, resulta despreciable para la tradición comunista revolucionaria.
Es verdad que en 2016 el señor Iglesias hubiera preferido un gobierno de coalición entre el PSOE y UP apoyado por los separatistas catalanes y (vice)presidido por él mismo, aunque la estabilidad de ese gobierno quedara encadenada a la conveniencia de los separatistas. Cuando los socialistas intentaron una coalición con Ciudadanos (Cs), UP votó en contra y forzó nuevas elecciones. Como a su juicio el gobierno de PSOE y Cs no era el mejor de los posibles, decidió que tuviéramos el peor de los posibles. Porque Iglesias pertenece a una tradición política que siempre ha puesto su esperanza en agudizar las contradicciones del sistema, en tanto que los socialistas la han puesto en resolverlas.
Obviamente no es así como explican sus diferencias con los socialistas Iglesias y sus compañeros. «Ustedes - le decía el señor Iglesias al presidente Sánchez el lunes pasado en la sesión de Investidura- han hecho muchas cosas, y cosas buenas, pero sean humildes, si no fuera por sus errores, nosotros no estaríamos aquí». Con toda humildad yo no creo que los comunistas, con sus diversos nombres, sean un error de los socialistas, sino, como todo el mundo, fruto de sus propios errores. Y ahora a cooperar con claridad y respeto.
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