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Ramón Tamames hizo una moción de censura de mesa camilla. Casi físicamente, el hombre fue allí y se puso en su escaño con el aire ... de quien va al hogar del pensionista a echar un dominó. O si se quiere una partida de ajedrez, que cuadra más con la categoría del personaje. Fue a dar un repaso de sobremesa, no a hacer una moción de censura. Ni él ni nadie se creía el papel que representaba. Aspirante a presidente del Gobierno. En eso tuvo razón Sánchez cuando le dijo que no se había tomado en serio al Parlamento. Sánchez y otros sí se lo tomaron en serio, hablaron como si de verdad se estuvieran enfrentando a un candidato real a la jefatura del consejo de ministros. Algunos incluso se pasaron de vueltas, como el atronador Patxi López, brillante, pero con la brillantez del mitin. En parte eso es lo que había allí. Ellos no estaban para la mesa camilla. Se jugaban mucho más que un puñado de garbanzos o pagar la ronda de carajillos.
Esa actitud descolocó a Tamames. Como un viejo futbolista que va a un partido de viejas figuras y se encuentra con el hambre de gol de quienes se están jugando la liga. Da igual si lo que se jugaban era el campeonato o el descenso. Intensidad y velocidad. Como no se cansaron de recordarle, el jubilado no llevó un programa de gobierno. Ni él ni quienes lo avalaban. Y ese flotar en el vacío se les hizo largo, interminable. Los hooligans de Vox resistirán el embate. Los mediopensionistas se lo pensarán después de ver, sí, señor Abascal, el esperpento.
Vitaminas para el Gobierno. Eso, además de la mesa camilla, fue lo que resultó de todo esto. No es de extrañar que Patxi López empezara dándole las gracias a Vox. El complejo vitamínico que le dieron a los suyos era de calidad. Han pasado apenas cuarenta y ocho horas del cierre del debate y ya todo parece un sueño, un pasaje onírico extramuros de la realidad. Pero ahí queda esa imagen de progreso que el Gobierno exhibió por partida doble o triple. Pedro Sánchez, Yolanda Díaz, Patxi López. La úlcera de Podemos sigue sangrando. Pero esos dos días de reposo quedan en la memoria. Lo de dar las gracias cundió. López y Díaz, enumerando agradecimientos parecían haberse extraviado de una gala de los Goya. Pero cómo renunciar a ese photocall regalado por Vox. Cada cual arañó para donde pudo, unos con la Guerra Civil a cuestas, otros subiéndose a la cresta de la Transición y todos barriendo para casa. Estamos en campaña. Mientras, Núñez Feijóo haciéndose el sueco en la embajada apropiada. La cosa iba demasiado con él como para mancharse en ese charco. Y mientras, don Ramón pasando de mano y Vox con el seis doble ahorcado.
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