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Nos llamaron terroristas. Recuerdo, el seis de noviembre de mil novecientos setenta y nueve a Don Enrique Tierno Galván en el Aula Magna de la ... Facultad de Derecho de Granada mientras conferenciaba, con esa ironía lacerante que le iluminaba el verbo, sobre lo divino y lo humano. Con su pelo blanco, gafas transparentes, y aquellas chaquetas doble pecho, paradójicamente repasadas por la feminista radical, Encarna Pérez Relaño, Encarnita, su mujer, se hacía más digerible el socialismo utópico que el Viejo Profesor nos inoculaba con modales de exquisito seminarista. Pero con el Sumo Sacerdote de la Iglesia laica llegó el escándalo, y no era la primera vez, no en vano le habían despojado de su Cátedra de Derecho Político de la Complutense madrileña por su lengua bífida de naturaleza semoviente. Aquel seis de noviembre del setenta y nueve se cumplían cuatro años de la invasión marroquí al Sáhara español, llamada la 'Marcha verde', invasión pacífica, según Hassan II, rey de Marruecos, de trescientos cincuenta mil civiles entre los que se trufaron soldados de élite del ejército marroquí, armados hasta los dientes. No estalló la guerra, pero el desierto quedó plagado de minas que aún explotan. Hasta ahí muy bien, aunque muy mal. La cuestión estalló cuando Tierno condenó, sin apenas notarse, a la monarquía alauita de aprovecharse de la crisis sucesoria interna que vivía nuestro país en 1975, con Franco agonizando, el príncipe Juan Carlos ejerciendo la Jefatura del estado provisionalmente, y el gabinete de Arias Navarro, con Cortina Mauri de ministro de Asuntos Exteriores que firmó el espurio Acuerdo de Madrid que confirmaba la retirada del ejército español del territorio saharaui. Desde luego, Tierno cruzó la línea cuando abordó el trasfondo económico, los fosfatos saharauis -ricos fertilizantes- que se exportaban a altos precios y que se repartieron España, Marruecos, y el invitado pobre, Mauritania, y el referéndum de autodeterminación para decidir el futuro del Sáhara que nunca se celebró ni la población autóctona recibió ayuda alguna de Marruecos, de Francia o de Estados Unidos. Para concluir el Viejo profesor denunció la situación de los refugiados saharauis en el Tinduf argelino, la ocupación marroquí, y diferenció al Frente Polisario político del Frente Polisario que organizaba atentados. «Es menester -Tierno señaló- que sepamos distinguir las estrategias violentas que solo favorecen al estado invasor». Fue en ese momento cuando un grupo de oyentes se pusieron en pie y a voz en grito insultaron al viejo profesor: «Tierno terrorista, Tierno terrorista». Algunos alumnos rodeamos al conferenciante y ayudados por Juan José Ruiz Rico logramos salir de la sala, mientras a nuestras espaldas se escuchaban todavía los improperios: «Terroristas, terroristas». Hoy me reafirmo en que la política internacional, más que nunca, es política de poder.
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