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Decía Marx en 'El 18 Brumario' que los seres humanos hacemos la historia, pero que no la hacemos en circunstancias que hemos elegido libremente, sino bajo otras que nos vienen dadas por el pasado. De modo que, parafraseando a Marx, podríamos decir que, las ciudadanas, y los ciudadanos, elegimos libremente a nuestros representantes, pero que lo hacemos en circunstancias que no hemos elegido. Por cierto, lo mismo les ocurre a nuestros representantes a la hora de tomar sus decisiones. No actúan en el vacío, sino constreñidos por una realidad que, en su mayor medida, no han creado ellos. De modo que a ver si nos tranquilizamos todos un poco. Y nos tranquilizamos más quienes tenemos el privilegio de dirigirnos a muchas personas a través de los medios de comunicación y las redes sociales.

Estos días hay comentaristas y analistas mediáticos que manifiestan su hartazgo de la situación política y anuncian, a la par que justifican, que muchos votantes de izquierda se van a abstener. Por supuesto lo afirman sin aportar un solo dato demoscópico, sino generalizando a un censo de casi treinta y siete millones de electores el resultado de una modesta encuesta que solo se han hecho a sí mismos. A este tipo de afirmaciones se les ha dado en llamar, con un divertido neologismo: cuñadismos.

Imaginemos ahora que una parte de los electores de izquierdas, decidieran castigar a sus líderes absteniéndose, y que su abstención implicara un gobierno de la derecha. Imaginemos que para conseguir la mayoría absoluta el líder de ese gobierno de la derecha necesitara los diputados de ese partido que no nombraré, e imaginemos que ese partido, cuyos electores se sitúan en el 7,5 en la escala de izquierda derecha, exigiera estar en el nuevo gobierno para hacer políticas propias de esa posición ideológica, muy alejada de la posición media de la población española, que es el 4,6, es decir, el centro izquierda. Al cabo de un tiempo esos abstencionistas de izquierdas se encontrarían yendo a servicios públicos deteriorados y privatizados, y viendo crecer, alimentadas con recursos públicos, la homofobia, xenofobia y el machismo. Seguramente esos hipotéticos abstencionistas habrían querido, con su abstención, castigar a sus líderes, pero, de camino, estarían castigando a otras muchas personas que no lo merecen, además de favorecer a la derecha. ¿Qué deberíamos hacer con esos supuestos abstencionistas de izquierdas? ¿Aplaudirles? ¿O hacerles ver las consecuencias no pensadas, y no queridas, de sus acciones?

A veces tengo la impresión de que quienes hablan estos días de la abstención de la izquierda, más que anunciarla están promoviéndola. Del mismo modo que quienes anunciaban que el PSOE entregaría el Gobierno de España a los populistas y los independentistas, en el fondo, estaban deseando que lo hiciera para reprochárselo, y ahora le reprochan no haberlo hecho. El caso es que en esta vida es imposible abstenerse sin consecuencias, como es imposible que no ocupemos un espacio en el mundo, porque no somos una idea, sino que estamos hechos de barro.

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diariosur Imposible abstenerse