Los cuerpos normativos
LA TRIBUNA ·
J. IGNACIO PRENDES
Jueves, 11 de agosto 2022, 07:39
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J. IGNACIO PRENDES
Jueves, 11 de agosto 2022, 07:39
Se puede intentar, pero resultará difícil superar el nivel de ridículo alcanzado por la campaña 'El verano también es nuestro' del Instituto de las Mujeres, ... dependiente del Ministerio de Igualdad. Una campaña que pretende denunciar los cánones de belleza imposibles que se imponen sobre el cuerpo de las mujeres, y que si ha ganado visibilidad es por el fiasco de su ejecución. De las cinco mujeres no normativas que aparecen en el cartel, cuatro de ellas han denunciado el uso de su imagen sin permiso, parece ser que hasta la tipografía utilizada es también un plagio. No está mal en el verano del consentimiento.
Lo curioso es que todas las modelos, de un modo u otro, han hecho exhibición de sus cuerpos en redes sociales como activistas de la cultura 'body positive' que busca normalizar que todos los cuerpos son válidos. Sin embargo, sus cuerpos no encajaban en la normatividad buscada por el Ministerio de las Igualdades, de ahí los retoques.
Juliet Fitzpatrick, la mujer que aparece sin un pecho, en la vida real tiene una doble mastectomía. La influencer brasileña Raissa Galvao ha declarado que otra de las fotos correspondía a una imagen de su cuenta de Instagram, también muy retocada, con un pelo diferente y limpia de tatuajes. Y el caso más sangrante es el de la modelo Sian Green-Lord, en este caso su pierna protésica, consecuencia de un atropello, ha sido editada y sustituida por una normal, perdón, normativa; eso sí, añadiendo un llamativo vello axilar inexistente en su cuerpo real. Manipulación que no solo ha desatado la incredulidad e indignación de Sian, sino del conjunto de las personas amputadas.
Sus cuerpos fueron editados para entrar en un canon más normativo, pero canon al fin y a cabo, el canon buscado por el ministerio: sin tetas, pero no mucho; con vello, pero sin amputaciones; gorda sí, pero sin tatuajes. Contradiciendo así el objetivo de la propia acción publicitaria, que se supone era plasmar la realidad tal como es. Ahí está la almendra de la campaña, en la falsa representación de la realidad usada por este moderno Ejército de Salvación como fundamento de su propaganda. Nada extraño, ese es siempre el camino del populismo, sea cual sea su sesgo ideológico.
En plena polémica, Ángela Rodríguez, secretaria de estado de Igualdad, terciaba en su cuenta de twitter: «Claro que las gordas vamos a la playa, pero asumiendo odio por enseñar un cuerpo que no es normativo». ¿De verdad?¿A qué playas va esta mujer?, pensaba yo mientras paseaba por la orilla de la playa en Gijón, el mejor lugar para comprobar la vigencia de tanta violencia estética, tanto odio playero. Una playa urbana en pleno agosto, plagada de habituales que se saludan bajo el paraguas en invierno y, cada vez más, llena de refugiados climáticos antes llamados turistas.
Buscando miradas de odio, lo que más hallé fueron risas nerviosas exprimiendo el último verano y, a lo sumo, miradas de preocupación sobre el horizonte. Del trabajo de campo solo cabe extraer una conclusión: la normatividad en nuestras playas es precisamente la ausencia de norma alguna. La mezcla de cuerpos y estéticas, gordos los más, vigorosos los menos, con tatuajes y sin ellos, con celulitis, estrías, tetas caídas, barrigas cerveceras, michelines colgantes y algunas turgencias que nos recuerdan que ese, también, es un estado de la materia muscular. Así que, de existir alguna normatividad, esta sería la imperfección.
¡No resulta normativo ya ni Macio! peleando contra la ley de la gravedad como un titán piquiñín mientras se le encoge el Speedo. Y en todo caso, de cruzarse alguna mirada, más de que de odio, de envidia, sería con las conocidas Míticas Altivas locales, refugiadas en la escalera 14 o en Xagó tras algún periplo ibicenco.
Supone esto desconocer la presión estética que una cultura basada en la imagen ejerce sobre las mujeres, en absoluto, sobre todo con las adolescentes y jóvenes cuya vida transcurre en modo virtual en las redes sociales. Ellas, ellos y elles también, atrapados en Instagram o en TikTok suplicando likes y exponiendo sus cuerpos en una vida ficticia que no controlan. Ese es hoy el campo de batalla de la guerra contra la dictadura estética, no las playas, seguramente el terreno más abonado para la apertura de mentes y la libertad de cuerpos.
Como tantas veces tengo la sensación de que algunas vienen a ganar las batallas de sus madres, las valientes que se quitaron la parte de arriba del bikini en los años 70 y 80 del siglo pasado para hacer top-less en San Lorenzo, o se lo quitaron todo para hacer nudismo en Peñarrubia o Torimbia. Ellas sí ganaron la libertad para sus cuerpos y para el de sus hijas y nietas. Ellas si enfrentaron el odio. Las de ahora solo enfrentan su vacuidad y sus complejos.
Buscando miradas de odio, lo que más hallé fueron risas nerviosas exprimiendo el último verano y, a lo sumo, miradas de preocupación sobre el horizonte.
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