Asistentes a la presentación del plan de participación ciudadana del PGOU Josele -

Ni calvo ni con dos pelucas, el reto del PGOU de Marbella

La Lupa ·

Alcanzar el equilibrio es el gran desafío del proceso de redacción del nuevo Plan

Héctor Barbotta

Marbella

Domingo, 16 de febrero 2020, 01:08

El principio de que tan malo es quedarse corto como pasarse también se puede aplicar al urbanismo. En un lugar como Marbella, donde el urbanismo fue el epicentro del terremoto de la corrupción que amenazó con reducir a escombros la calidad de vida de sus vecinos y el prestigio labrado durante décadas, alcanzar el punto de equilibrio supone un desafío tan imprescindible de afrontar como difícil de alcanzar.

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Si hubiese que medir la eficacia del futuro Plan General de Ordenación Urbana, cuyo proceso de redacción ya se ha puesto en marcha con la apertura de su proceso de participación, habría que hacerlo en función de ese objetivo: conseguir el equilibrio.

Seguramente forma parte de la naturaleza humana y nadie puede decir que no sea así como funciona el mundo. A una acción en un sentido le sigue una reacción en sentido contrario hasta que se alcanza un equilibrio, o una síntesis como dirían los clásicos de la dialéctica. Si la acción es exagerada, lo lógico es que la reacción también lo sea.

En Marbella, la acción fue el urbanismo convertido en el principal instrumento de la mafia que gobernó la ciudad puesto al servicio para el enriquecimiento de unos cuantos, la financiación durante años de un equipo de fútbol y la compra de voluntades y complicidades. El urbanismo convertido en arma para construir unas cuantas fortunas rápidas y la destrucción del porvenir de la mayoría hizo que esa palabra, urbanismo, pasara a ser casi un vocablo malsonante.

La reacción a esa catástrofe económica, ambiental y ética fue en buena medida el PGOU de 2010, que en su afán de corregir de una vez lo que se había pervertido durante 15 años dibujó un planeamiento tan ambicioso en sus intenciones como impotente a la hora de traducir a la realidad concreta lo que aparecía dibujado en el papel. Como sostiene el documento que marca los criterios y objetivos generales del nuevo Plan General que ahora comienza a redactarse, «proponer un urbanismo de máximos, al margen de la realidad, puede suponer, como ya se demostró en el Plan anterior de 2010, condenar de antemano al fracaso del futuro del Plan. Y eso, Marbella, hoy no se lo puede permitir».

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Por eso, el proceso de redacción del nuevo Plan supone un triple reto: corregir en la medida de lo posible los desastres de la herencia de los años oscuros; conservar y aún mejorar la condición de ciudad jardín que aún hoy, y a pesar de esa historia reciente, Marbella todavía ofrece, y hacerlo sin coartar sus posibilidades de desarrollo y su condición de motor económico de la provincia». Todo ello seguramente sólo se conseguirá si el nuevo Plan consigue el equilibrio entre aquella acción destructora y la reacción carente de realismo que supuso el Plan de 2010.

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