El retraimiento
Alfredo Taján
Jueves, 27 de octubre 2016, 10:12
La Historia de los acontecimientos políticos contemporáneos no se repite pero tienen puntos en común que no dejan de ser sorprendentes. Hace unas semanas adquirí, en la Feria del Libro Antiguo, la 'España de 1808 a 1975' del profesor inglés Raymond Carr, en la estupenda versión de Horacio Vázquez Rial para RBA (una de las seis versiones, la última, de 2005), y ahora, que leo por segunda vez este magno relato de los bandazos del liberalismo español, no me cabe la menor duda de que estamos en una etapa que comparte alarmantes rasgos de similitud con la llamada por Carr 'época del retraimiento' que no fue más que la negativa rotunda del Partido Progresista a colaborar con el régimen de Isabel II, la de los tristes destinos, cuando la corte y la oligarquía, soporte venenoso de la Corona, cometió el error de aislarse de los movimientos más democráticos del país, que precisamente habían emergido de distintos sectores sociales y se pusieron bajo el paraguas conspirativo del sufridor general Prim.
Ya sabemos que no están hechos de la misma madera, menos mal, Isabel II que el preparado e imparcial Felipe VI, tampoco hay posibilidades de conspiraciones militares, el ejército está en su sitio desde hace años, no existe, por más que se deteriora nuestro nivel de vida, la desastrosa miseria del campo y núcleos urbanos de la España de 1865, pero veo que la irremediable actitud de negarse a colaborar de los progresistas, el llamado 'retraimiento', con los liberales moderados, que era el resto mayoritario del arco parlamentario e institucional, no dista de parecerse a la vocación de romper la baraja que mantiene el grupo Podemos y una parte del Partido Socialista, a los que no quito ni pongo rey, no seré yo quien para desmerezca esa estrategia; pensándolo bien, después de que la corrupción campe a sus anchas por el espectro político y el mercado laboral mengüe de una manera ominosa, de aquellos barros recogemos estos lodos, o viceversa.
Si recordamos como terminó el rigodón isabelino se nos ponen, a mí al menos, los pelos de punta. Sin ir más lejos, el cantonalismo no fue solo una tendencia a la desmembración territorial, fue mucho más, fue una actitud vestida de progreso pero harto reaccionaria, un autoritarismo civil de cercanía, que buscó, y encontró, en la Primera República, excepto sus primeros magistrados, unas Cortes nacionales de tercera y una oposición de cuarta, por cierto, todas conspirando a la vez. Es menester que de vez en cuando leamos nuestra Historia reciente para sacar conclusiones. Siempre leo ensayos históricos pero en estos meses lo he hecho con fruición, poniendo más énfasis, dado el fracaso de los partidos en su relación con la ciudadanía. Son, lo siento, bastante pesimista: aunque se forme gabinete, intuyo, ojalá me equivoque, que va a ser el más tortuoso del Régimen nacido en el 78. Me pregunto qué ocurrirá si a todo esto se añade una crisis moral, económica y presupuestaria.
¿La repanocha o quizá La Gloriosa?
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