Decía Ramón de Campoamor que «en este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, sino del color del cristal con que se mira». Una reflexión que no puede ser más sabia y que desmorona de cuajo a cualquiera que se crea en posesión de la verdad absoluta en materia política, filosófica o religiosa. Todos estamos sujetos a nuestras perspectivas y circunstancias sin darnos cuenta que posiblemente le importe poco, o nada, al vecino. Esta es la dinámica en un día cualquiera de Marbella, o de otro lugar, donde los problemas cotidianos y repetitivos importan a unos y a otros, ni medio comino.
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Para algunos la vuelta al trabajo ha sido de los más complicada, ni que decir tiene para la clase política de nuestra ciudad. Los vaivenes internos sufridos en la Policía Local, la linde entre Marbella y Benahavís, las denuncias urbanísticas y los procesos de la Junta por rescatar la concesión del puerto de La Bajadilla, entre otras cosas, están siendo unos auténticos quebraderos de cabeza y están copando gran parte de la actualidad informativa. Son continuos desencuentros que no hacen más que debilitar la política municipal y que muchos ciudadanos nunca acaban de entender por la complejidad de los asuntos.
No es que no quieran escuchar, es que quizás el color del cristal con el que observan es diferente. Un color que sí les permite ver los auténticos problemas y necesidades de las personas. Un ejemplo contundente es el interés que ha suscitado entre los vecinos de Marbella, y de toda España, la vida de nuestro Pablo Ráez. Y digo nuestro porque nos ha dejado ser partícipes de su evolución en el hospital, un joven con la ilusión y la fuerza propias de su edad pero no de su maldita enfermedad. Ha sido capaz de remontar este bache y de comunicar a sus miles de seguidores, por medio de la magia de las redes sociales, sus esperanzas de encontrar el donante que le facilite el transplante de médula que necesita.
Mientras, con un mensaje transparente e ilusionante, ha sabido convencer a miles y miles de ciudadanos a hacer algo que predicamos pero que a la hora de la verdad siempre nos cuesta, donar médula ósea. Él solo ha conseguido concienciar a un país de la importancia de valorar las pequeñas cosas del día a día, de luchar contra las adversidades y de creer en los tuyos y en uno mismo. No sé si esto es una cuestión del color de los cristales o de dar prioridad a lo que verdaderamente es importante en la vida pero simplemente demuestra que la sociedad es sensible y responde a las cosas en su justa medida. Qué gran lección Pablo, mereces lo mejor en este tu mundo.
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