DEL BLANQUEAMIENTO AL BLANQUEO
NIELSON SÁNCHEZ-STEWART
Miércoles, 20 de abril 2016, 10:30
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NIELSON SÁNCHEZ-STEWART
Miércoles, 20 de abril 2016, 10:30
PARECEN sinónimos y lo eran. Sin embargo, y a pesar de la Academia, tienen significados bien distintos aunque ahora han retornado, a lo mejor, a ser lo mismo. En efecto, si se consulta el diccionario, blanqueamiento es despachado con un simple «blanqueo» y si se va a esta entrada, se encuentra uno con el inevitable «acción o efecto de blanquear» agregándose dos ejemplos: blanqueo de las paredes -un trabajo que se hacía anualmente cuando Andalucía era blanca, con rejas negras y geranios colgados- y blanqueo de dinero a lo que parece estamos todos dedicados incansablemente. Blanquear es, sin embargo, un montón de cosas: desde el obvio, poner blanco algo con su descripción técnica de «dar una o varias manos de cal o yeso blanco, diluidos (quizá, mejor, diluidas) en agua a las paredes, a los techos o a las fachadas de los edificios» pasando por algo que ignoraba completamente: dar cierto betún a los panales de abejas después del invierno. Tampoco se me venía a la cabeza el escaldar alimentos durante algunos minutos para quitarle el color. Blanquear también es blanquecer, sacar el color a los metales, un verbo que yo utilizo más en su forma de emblanquecer que, sin embargo es algo distinto y se conjuga pronominalmente, ponerse o volverse blanco. En algunos países exóticos es ganar un juego sin que el contrario marque siquiera un tanto. El diccionario agrega, además, que es sinónimo de mostrar la blancura que tiene una cosa, tirar a blanco e ir tomando color blanco.
Pero ninguna de estas acepciones es la que se utiliza hoy en día. La Academia, con notable impropiedad, dicho sea con todos mis respetos, que son muchos, sólo indica que es ajustar a la legalidad el dinero negro. Blanquear es eso pero mucho más que eso. Es casi todo, desde la última reforma del Código penal operada en 2010. Es adquirir, poseer, utilizar, convertir o transmitir bienes, no sólo dinero, sabiendo que tienen su origen en una actividad delictiva o realizar cualquier otro acto para ocultar o encubrir tal origen o para ayudar a la persona que haya participado en la infracción o infracciones a eludir las consecuencias legales de sus actos. Esta actividad delictiva puede haber sido cometida por cualquiera, incluso por el propio blanqueador.
La impropiedad académica es mayor si se consulta la definición de dinero negro, una expresión casi coloquial. Es, según el diccionario, el que escapa al control fiscal. Es distinto del llamado dinero sucio que es peor, siempre según la obra, porque además de escapar a ese control, se obtiene por medio de actividades ilegales.
El castigar y prevenir el blanqueo de dinero surge para reprimir delitos de extremo impacto en la sociedad, origen de ingentes sumas: la trata de blancas, el tráfico de armas y de drogas. Como representaba algunas ventajas a la hora de su persecución se extendió a los productos de toda clase de delitos, graves, primero y todos, después y ahora hasta la de cualquier actividad delictiva. Paralelamente, se penalizaba en la mayor parte de los países civilizados la evasión tributaria creándose los llamados delitos contra la Hacienda Pública. Pues ahora se han hermanado, en la línea de la definición docta.
Es que hace poco, y a propósito de blanqueamiento, se destapó que una clínica dental, implantada en todas partes, también en Marbella, su propietario más bien, realizaba una serie de operaciones que a la Agencia Tributaria no le parecían demasiado correctas y sin encomendarse a nadie, la prensa se descargó contra el ciudadano acusándolo de blanqueo de dinero sin entrar a dilucidar si las cantidades en cuestión eran de origen ilícito o provenían de unas comisiones, regalías o retribuciones que pagaban los franquiciados al ingenioso inventor de la cadena que tanto preocupa a mi cuñado Lorenzo. Hasta donde yo entiendo, aquello, si era de la cuantía que se avanzaba podría ser constitutivo de un delito fiscal pero habría habido que establecerlo primero antes de imputar -o investigar como se dice ahora- el delito de blanqueo.
Hemos pasado así del blanqueamiento al blanqueo sin solución de continuidad. Ya estaba cantado: el juicio no es sólo una etapa del proceso judicial es también el nombre vulgar del tercer molar cuyo enigma se ha resuelto hace unos días por unos científicos australianos haciendo derivar este estorbo bucodental de la degeneración de los australopitecos. Sinónimos.
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