Sindicalismo caviar
La corrupción está en el aire. Respiramos C2O: una parte de oxígeno y dos de corrupción
Teodoro León Gross
Lunes, 21 de julio 2014, 12:15
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Teodoro León Gross
Lunes, 21 de julio 2014, 12:15
«Piense a lo grande y vivirá a lo grande», aconsejaba Donald Trump en 'Cómo hacerse rico', y así parecía haberlo entendido el ex tesorero de UGT detenido en la 'operación Cirene' que llevaba un peluco Patek Philippe de quince o veinte mil de vellón, una cartera de piel con más de quinientos pavos, iPhone, Ray Ban, dos tarjetas de hotel en Canarias y un par de habanos Fonseca. Se ve que pensando a lo grande ya casi podía verse a sí mismo como un 'Lobo de Wall Street', un triunfador con el pelo de la Dehesa rasurado a base de recursos esquilmados a los trabajadores. Como Lanzas, el conseguidor de los ERE cuya madre presumía «mi hijo tiene dinero como para asar una vaca»; otro de aquellos sindicalistas que presumían, al tocar poder, «ahora aprenderemos a pelar langostinos con una mano». La etiqueta del 'socialismo caviar', acuñada en el París de los ochenta para las nuevas estrellas en la jet procedentes del círculo Mitterrand, cuyo máximo exponente aquí fue Boyer en Marbella con la Preysler, ha alcanzado de lleno al sindicalismo más allá de su estética descamisada.
Y este retablo vitriólico de nuevorricos horteras al final impactará más a la ciudadanía que los tecnicismos de la financiación fraudulenta como el 'rápel', el descuento del 3% al 15% de las empresas a UGT como gran cliente, que la central ocultaba a la Junta aun siendo fondos públicos. La corrupción en el sindicato con los cursos de formación, las facturas falsas o la trama de los ERE es un volcán que puede sepultarlos bajo sus propias cenizas; pero al final van a ser las estampas costumbristas de la corrupción como las mariscadas en la Feria o los viajes con masajista o los ágapes con vino premium lo que más escocerá a la gente en una comunidad donde las cifras de paro han conmocionado incluso al Papa.
La corrupción está en el aire. Respiramos C2O: una parte de oxígeno y dos de corrupción. Hasta ahora la gente de derecha daba por hecho que la corrupción era de los arribistas de izquierda, y la izquierda se sentía con autoridad moral sobre la derecha; pero ya no hay margen para creer en cotos de ética, al revés, alcanza a izquierda, derecha, patronal, sindicatos, universidades, iglesia, monarquía, sanidad, medios, fútbol... Y en particular el sindicalismo, con el prestigio ya muy erosionado por sus devaneos con el poder, va a salir tocadísimo de ésta. No tardará en salirles su Podemos, porque en esa nomenclatura que se repartía sobresueldos hasta de 3.000 pavos, como la pomada de Génova a la que Bárcenas untaba con sobres para mantener el chiringuito, no se ven líderes capaces de volver a inspirar confianza. La mujer elegida para rescatar a UGT en Andalucía, al ser identificada con Susana Díaz, exclama en una de las conversaciones pinchadas por la Guardia Civil: «¡tiene cojones, con lo fea que es!». Esa es la esperanza blanca del sindicalismo.
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