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SUR

El otro barro de la tragedia: de los bulos a la crispación

SUR pide a seis expertos que analicen los riesgos de la polarización, la demonización de la política, la propagación de bulos, la satanización de quienes piensan diferente y el estado de crispación actual

Sábado, 9 de noviembre 2024, 00:10

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No había cientos de cadáveres en los aparcamientos subterráneos del centro comercial Bonaire. El radar meteorológico de Valencia no estaba inoperativo. El 112 nunca se cayó. El Gobierno no demolió cuatro pantanos. Los coches policiales mostrados en fila en Paiporta no eran la escolta de Sánchez ni los Reyes sino de agentes de Madrid que acudieron a ayudar. «La verdad y los hechos», explica el politólogo Pablo Simón, «tienen que volver a ser importantes». Porque lo cierto es que la tragedia de Valencia ha evidenciado el poder de propagación de los bulos y las medias verdades, un estado de desinformación que contribuye a sembrar el caos.

SUR ha pedido un diagnóstico de la situación a seis expertos que analizan los riesgos de la polarización social, la demonización de la política, la circulación de noticias falsas en redes sociales y medios, la satanización del adversario y la crispación generalizada. Ese enfado, explica Daniel Innenarity, «es terreno abonado para una mayor credulidad entre amplios sectores de la población», aunque el filósofo vasco propone distinguir «entre quienes propagan los bulos de forma intencionada, que merecen el mayor de los desprecios, y quienes no». Sin recetas mágicas, los analistas proponen «recuperar el consenso», conscientes de que «los hechos importan».

«Buscar culpables proporciona alivio, aunque sea pasajero»

Daniel Innenarity Filósofo

«Buscar culpables proporciona alivio, aunque sea pasajero»

«El mundo», resume Daniel Innenarity, «se ha vuelto complejo y la gente no sabe quién es responsable de qué, a qué se debe que ocurran ciertas cosas, si a una rabia de la naturaleza, al cambio climático o a nuestra ineptitud para preverlas». Es uno de los factores de la sociedad contemporánea: «Hay una mayor cantidad de cosas que suceden de las que uno está en condiciones de interpretar». Esa perplejidad general, explica el filósofo vasco, «es terreno abonado para una mayor credulidad entre amplios sectores de la población», algo que «obliga a vivir en un entorno caótico desde el punto de vista informativo», aunque habría que distinguir «entre quienes propagan los bulos de forma intencionada, que merecen el mayor de los desprecios, y quienes no lo hacen con esa intención».

También encuentra explicación a la indignación general: «Buscar culpables, en la política o en cualquier otro lado, proporciona un alivio, aunque sea un alivio pasajero ante la ira o el desconcierto por lo que acaba de ocurrir. Es algo comprensible. Cuando pase el tiempo, las emociones se irán ajustando». Y enmienda ese mantra de que sólo el pueblo salva al pueblo, tan extendido estos días: «Tiene algo de verdadero, porque no hay autoridad vertical que pueda promover cambios sin que la gente los admita, pero sin poderes políticos democráticos que organicen y fortalezcan servicios públicos y planifiquen protocolos de emergencia, ese supuesto pueblo inocente no irá a ninguna parte».

Sobre la deshumanización de quienes no piensan como nosotros, Innenarity considera que dejamos de ser ciudadanos capaces de vivir en una democracia cuando consideramos que el otro está fuera del alcance de la persuasión política». El otro, piensan muchos, «es alguien que solamente puede ser derrotado, en ninguna medida convencido». Porque «hemos infravalorado la capacidad de ser persuadido por los otros, y para que haya democracia debemos mantener viva la llama de la persuasión, creer que el otro puede ser convencido por nuestros argumentos, porque lo contrario es excluirlo de nuestra comunidad de iguales».

«Seguimos el combate como si de un serial se tratara»

Chantal Maillard Filósofa

«Seguimos el combate como si de un serial se tratara»

Hace ya más de veinte años que, en 'La razón estética', Chantal Maillard escribía sobre la necesidad de «educar la sensibilidad», convencida de que la realidad «se ha convertido en una representación», en parte porque nos llega por los mismos canales (televisión o redes sociales, por ejemplo) por los que consumimos ficción. Eso favorece que la política, necesaria y hermosa en un sentido etimológico, haya quedado reducida «a un palacio de deportes en el que cada contrincante se prepara para buscar las mejores estrategias para desbancar al contrario y alzarse con el trofeo». La autora malagueña, Premio Nacional de Poesía en 2004 por 'Matar a Platón', recuerda que una buena oposición «no busca tumbar al contrario con malas artes sino proceder con inteligencia».

Pero Maillard no exime a nadie de responsabilidades, «pues nos gustan los pugilatos y seguimos el combate como si de un serial se tratara». Y tanta confianza tenemos en que las cosas seguirán su curso «que parece no importarnos que la clase política se gaste nuestros ahorros en la confección de un nuevo capítulo». También se muestra tajante sobre lo ocurrido en Valencia: «El planeta es voluble, y sus catástrofes no deberían extrañarnos. Y si soportamos y mantenemos a las clases políticas es precisamente pensando en que puedan ocuparse de poner los medios necesarios para protegernos cuando las cosas se desvían de su curso, no para hacer aspavientos en los circos de uno y otro lado».

«La verdad y los hechos tienen que volver a ser importantes»

Pablo Simón Politólogo

«La verdad y los hechos tienen que volver a ser importantes»

Las élites consideraban que la verdad era importante y que mentir pasaba factura. Ése es el consenso que se ha roto, señala el politólogo Pablo Simón. Y el que hay que reconstruir: los partidos tienen que acordar que los hechos importen, hay que volver a la Ilustración, al empirismo. Y ese nuevo gran pacto político y también social tiene que tener otro ingrediente, a tenor de este profesor de la Universidad Carlos III de Madrid: «Hay que apelar a la razón, no a la emoción, hay que generar argumentos, no relatos», sugiere. «Pero todo se ha convertido en un gran plan de comunicación, de márketing» que, continúa, devoran los medios de comunicación y también el público, como si de una serie de Netflix se tratara. Y ello, prosigue Simón, tiene un problema: el ritmo de los relatos y de los medios de comunicación es mucho más rápido que el de la gestión política. Y eso genera un desajuste entre las expectativas y la realidad, frustración, una grieta por la que se cuela el radical y quien ofrece soluciones rápidas a problemas complejos.

Todo esto sucede cuando, si se analizan las propuestas de los partidos, no hay tantas diferencias, ni tampoco en las posiciones que tienen los votantes -en algunas cuestiones, puede que sí, como en la predisposición a aceptar mayores impuestos, pero no en otras como la sanidad, la educación o las pensiones-. ¿Qué significa esto? Que aunque la polarización política haya podido aumentar algo en los últimos tiempos por la mayor fragmentación política, la que realmente está presente es la polarización afectiva. Los partidos políticos magnifican sus diferencias para activar a su electorado. Las estrategias de polarización, explica el politólogo, generan más solidaridad, más cohesión dentro del propio grupo, maximizan los sesgos y las burbujas cognitivas. Pero, por otro lado, también generan más hostilidad hacia los diferentes.

Hablar de violencia política, afirma Simón, es excesivo, sobre todo en un país como España que ha vivido durante tantos años el terrorismo de ETA. Sin embargo, advierte de que cuando se insufla esa polarización afectiva, la demonización del adversario político, considerar que éste constituye una amenaza existencial para nuestra forma de vida, en realidad se está legitimando el uso de cualquier medio contra él. «La retórica política va permeando, induce radicalidad, aunque también hay personas que en este ambiente deciden desenchufarse de la política», explica el politólogo. Ante ello, insiste: «Los gobernantes han de mantener un mínimo 'fair play' (juego limpio)».

Hay otra consecuencia importante de la polarización afectiva: disminuye la rendición de cuentas, la evaluación de la gestión de los gobiernos, lo que lleva a éstos a no tener tanto interés en hacer las cosas bien. «Por eso interesa generar polarización, porque no hay castigo y eso lleva a gobernar y a gestionar peor», incide Simón. Por otro lado, genera «cinismo democrático»: como la gente considera que el grupo de enfrente supone un riesgo existencial, no importa cercenar derechos y libertades, se considera un mal menor.

Pero Simón también aclara que polarización, fragmentación, problemas de gobernabilidad, auge de partidos radicales… son desafíos a los que no sólo asiste España, sino en general todas las «democracias maduras».

«Deshumanizar al rival es una estrategia de marketing político burda»

Juan Jacinto Muñoz-Rengel Filósofo

«Deshumanizar al rival es una estrategia de marketing político burda»

En la promoción de 'Una historia de la mentira', a Juan Jacinto Muñoz-Rengel le preguntaban a menudo por la responsabilidad de los medios de comunicación: «Solía dar una respuesta optimista: sois la esperanza, nuestra mejor baza contra la desinformación, que debería convertirse en el último dique para contener esta avalancha. Sin embargo, en este tiempo mi opinión ha cambiado. Los medios ahora son parte del problema, son los grandes propagadores del problema. La prensa tradicional manipula torticeramente los titulares, destaca en el encabezado informaciones sesgadas, para hacer creer al lector lo contrario de lo que dice el artículo completo. Hay medios digitales que inventan de la nada la noticia, la crean, la usan políticamente y con las subvenciones de los partidos cubren las posibles sanciones por denuncias».

¿Y qué soluciones son posibles? «Una de ellas podría ser crear organismos neutrales que supervisen la veracidad de lo publicado, con múltiples mecanismos cruzados de validación que garanticen esta neutralidad. Pero la medida definitiva siempre será la educación, una educación de la sociedad en el pensamiento crítico, que ataque la raíz del problema. Justo lo contrario de lo que han hecho todos los partidos políticos, de uno otro signo, cuando han estado en el Gobierno, priorizando el conocimiento técnico y suprimiendo o reduciendo las asignaturas que enseñan a pensar».

«Todos los políticos son iguales», «Yo no creo que la política», «Todo es mentira», «Yo es que ya no me creo nada»… son algunos de los mensajes que poco a poco parecen calar entre capas cada vez más amplias de la sociedad. «No hay nada más peligroso», recuerda Muñoz-Rengel, «que una sociedad que ha dejado de creer, porque si ya no distingue la verdad de la mentira cualquiera puede manipularla». Desde la posmodernidad, «vivimos instalados en un creciente estado de relativismo y descreimiento, y solo nos hacía falta el empujón del trumpismo y las fakes news» para caer en este abismo: «La política siempre ha sido una herramienta beneficiosa para las sociedades libres. Si hay algo que los poderosos quieren de ti es que no creas en nada, para poder imponerte su verdad a medida cada vez que lo necesiten».

El escritor malagueño echa la vista atrás... no muy atrás: «Aunque ahora parezca algo lejano, en este mismo país, con su joven democracia, hemos vivido periodos en los que dos representantes políticos de ideologías opuestas podían trabajar juntos por el bien común, conciliar posturas y hasta ser amigos. Esa relación saludable hoy parece casi una aberración. La máxima política que impera en nuestros días es deshumanizar cuanto antes al rival, sin piedad, como si fuera el peor de los enemigos, enemigo de los ciudadanos, del país, del bien y la justicia, alguien sin sentimientos, incapaz de albergar nada bueno, el mal en estado puro. Es una estrategia de marketing político burda y nociva. Y si algo tan pueril cala, incluso en épocas sin crisis, es porque se dejó de enseñar a pensar».

«Las sociedades polarizadas no penalizan la mala gestión política»

Raúl Magallón Profesor de Periodismo

«Las sociedades polarizadas no penalizan la mala gestión política»

Raúl Magallón enseña periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid y también investiga sobre la desinformación y su influencia en la conversación pública. Y habla de la interrelación de dos conceptos: la comunicación del riesgo y el riesgo de la comunicación. «Si existe la sensación de que se ha fallado, de que las administraciones públicas han fallado en la comunicación del riesgo, ello mina la confianza en esas instituciones y los bulos y la desinformación calan mejor», explica. Esto último es a lo que él se refiere con «riesgo de la comunicación».

La opacidad, la sensación de falta de transparencia, la indignación social natural tras una catástrofe y también el interés en politizar los problemas llevan a que un fenómeno pueda convertirse en objeto de una batalla cultural, un concepto que se ha hecho popular en los últimos tiempos para definir el conflicto entre las diferentes maneras de ver el mundo, sobre todo respecto a las cuestiones en que los grupos sociales discrepan de manera más fuerte. Se refiere Magallón a lo que ha ocurrido alrededor de la DANA y la operación de rescate: «Si hay algo que hemos aprendido es que hay muchas narrativas globales vinculadas a los desastres naturales donde se ponen en juego cuestiones relativas al cambio climático».

Aunque, le planteamos, para que los bulos calen son necesarias personas que quieran asumirlos y concede que sí, con conceptos tales como «sesgo de confirmación» (se suele ser proclive a creerse algo que confirma o refuerza las propias convicciones aunque sea mentira) o «cámara de eco» (la tendencia a relacionarse con personas que tienen las mismas ideas de uno, lo que refuerza, amplifica y radicaliza las posiciones de partida). Así que se exacerba la desconfianza hacia las fuentes oficiales y, a cambio, se produce la ramificación de los relatos alternativos.

Aunque, advierte: detrás de estas estrategias siempre hay intereses: «Cada vez hay más gente interesada en intervenir en momentos de intensidad informativa», en esos contextos en que «hay sensación de estar fuera de control»: «Un acontecimiento de tanta intensidad como el de la DANA se convierte en un caldo de cultivo ideal para estas narrativas, bulos y desinformación». Y si eso sucede en una sociedad polarizada, es más grave, más intenso, porque tiende a confiar menos en fuentes oficiales y, además, no penaliza o premia a los representantes políticos por su eficacia en la gestión, sino en términos morales.

Por eso Magallón conmina a las fuentes oficiales a ser mucho más proactivas en el diseño de sus estrategias de comunicación. E invita a que los medios colaboren entre sí en momentos críticos como elecciones, cobertura de guerras o de desastres naturales: «Los grupos mediáticos, podrían, por ejemplo, asumir un compromiso de marca, aliarse con organizaciones de verificación y coordinarse».

Y respecto a las redes sociales, revela que no están dando acceso a los investigadores para que comprueben el volumen de bots (robots) que opera o en qué grado se producen campañas orquestadas. En el ámbito de la comunicación, entre los periodistas y los influencers, dice, es necesario tener bien identificadas a las personas y organizaciones que hacen bien las cosas y a quien lo hace mal.

«Me da miedo este enfado generalizado con todas las instituciones»

Antonia Díaz Economista

«Me da miedo este enfado generalizado con todas las instituciones»

«Me da miedo ver este furor, este enfado generalizado que se dirige a todas las instituciones sin distinción», confiesa la catedrática de Economía de la Universidad Complutense de Madrid Antonia Díaz, que abunda en las posibles causas económicas de la situación. De acuerdo con su análisis, en los últimos años ha habido dos fenómenos clave: la globalización y los profundos cambios tecnológicos. Éstos, según la teoría económica, llevan a grandes ganancias, pero que sólo alcanzan al conjunto de la población si se aplican medidas de redistribución y de vigilancia de la competencia de los mercados.

A su juicio, se ha fallado en la consecución de ambas premisas: en la primera, porque ahora se han generado maneras de producción de rentas que escapan a los sistemas tributarios; en la segunda, porque han nacido gigantes como Amazon, que no sólo vende masivamente, sino que produce y aniquila a sus competidores. «Es en este punto en el que se instala en la población la idea de que toda esa bonanza fruto de la globalización y la tecnología no le llega», explica Antonia Díaz, que además cree que ha cuajado «el pensamiento de suma cero», que consiste en considerar que los derechos que unos ganan son a costa de los que otros pierden: pasa con los de los inmigrantes, de los que se piensa que lo que a ellos les dan los locales lo pierden; y con los de las mujeres. Y son éstos, precisamente, grandes temas de disputa, de batalla cultural, de división, en la conversación social.

También le preocupa el descrédito de lo público, que cale la idea de que para qué se pagan impuestos si los servicios públicos no mejoran y se termina optando por la sanidad o la educación privadas. Es una sensación además que se magnifica con los bulos y la desinformación que también circulan alrededor de los conceptos económicos, en particular sobre el sistema tributario. En este punto, pone en evidencia sobre todo a las redes sociales: «Si un periódico, si un medio de comunicación, miente, sufre las consecuencias, tiene que asumir su responsabilidad. Eso no sucede con las redes sociales porque nadie se lo requiere».

Y también señala el «desconocimiento», en el mejor de los casos, o el «cinismo», en el peor, que hay detrás de la «esquizofrenia» de por un lado defender un Estado no intervencionista en la economía y que por otro se le demande actuación rápida y eficaz cuando hay una catástrofe, como la DANA, que a Antonia Díaz le toca muy de cerca, porque tiene muchas gotas frías a sus espaldas; la última y más virulenta para su familia, la de 2019.

Pero además se pregunta, hablando de las recientes elecciones americanas, por qué ciertos grupos sociales votan contra sus intereses inmediatos y por qué ciertas fuerzas políticas han perdido el favor de las capas sociales a las que tradicionalmente han representado. Anticipa que los recortes que asume que Trump efectuará en Estados Unidos no sólo generarán más problemas de cohesión social, sino que también mermarán la productividad.

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