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Artur Mas y Carles Puigdemont, en el congreso de refundación del partido. :: Martín Benet

La nueva Convergència nace sin nombre y entre fuerte críticas a Mas

Los militantes rechazan el proceso de elección del nuevo nombre del partido y tumban las propuestas de la dirección

CRISTIAN REINO

Sábado, 9 de julio 2016, 01:18

Artur Mas se las prometía muy felices y esperaba que el congreso de la refundación de la nueva Convergència fuera casi un paseo militar, en el que pudiera sentar las bases del nuevo partido a su antojo y erigirse en el líder para los próximos años con el apoyo mayoritario de la militancia. Sin embargo, el dirigente nacionalista se encontró ayer con una militancia muy combativa, que se negó a votar el nombre del nuevo partido. La jornada que se presentaba como la que debía servir para impulsar la nueva Convergència se convirtió en un cónclave surrealista, en el que las bases convergentes dejaron muy tocada a la dirección.

El problema fue doble. Por un lado, la militancia rechazó casi de facto las dos propuestas de nuevo nombre que hizo la cúpula: Catalans Convergents y Més Catalunya. Ninguna de las dos opciones, que estaba previsto que se votaran este viernes, gustó a la bases, que cuando fueron anunciadas incluso las recibieron entre abucheos.

Pero sobre todo, lo que más ha molestado a las bases convergentes es cómo ha llevado la dirección el proceso de elección del nuevo nombre del partido. La militancia se quejó por no haber tenido tiempo para poder decidirse entre una y otra opción. El enfado fue mayúsculo y la dirección decidió suspender la votación, en principio hasta este sábado o el domingo. Aunque había voces que pedían que se retrasara la votación hasta el 23 de julio.

El lío por la votación fue la gota que colmó el vaso y que hizo estallar a la militancia y a algunos sectores críticos del partido, que llegaban al congreso de la refundación muy molestos con la dirección, y en especial con Mas, por la propuesta presidencialista que hizo para liderar el partido, haciendo tándem con Neus Munté, suprimiendo la figura de la secretaría general a la que aspiraban dirigentes destacados del partido. Y relegando además a algunos de los barones fuera de la dirección ejecutiva, que si las bases lo aprueban estará formada por 12 personas, que Mas quería que fueran caras nuevas. «Es lo que pasa cuando las cosas se hacen mal», señalaba un destacado dirigente convergente, del sector crítico, cuando vio que la militancia salió casi en estampida del palacio de congresos para negarse a que se celebrara la votación, que tenía que haber tenido lugar este viernes.

La nueva Convergència, por tanto, nace fallida, y se queda en una especie de limbo nominal, pues aún no tiene nombre, a la espera de lo que se decida este sábado y domingo, en la continuación del congreso convergente. Fuentes de la dirección aclararon que se creará una comisión para buscar un nuevo nombre. Se debatirá con los dos nombres elegidos y también se incluirán nuevos otros nuevos entre las propuestas que haga la militancia. La comisión decidirá cuándo se votará la nueva marca del partido.

La principal fuerza del nacionalismo de centro derecha trataba de reinventarse en el congreso para intentar volver a ser la formación preferida por los catalanes en las elecciones y liderar la fase final del proceso independentista, que puso en marcha Artur Mas y que en otras cosas provocó la ruptura de la federación de CiU. Pero la refundación no ha arrancado con buen pie, ni mucho menos. CDC ya no es la fuerza hegemónica del soberanismo, en detrimento de Esquerra Republicana, que le ha adelantado en las dos últimas citas electorales (la del 20-D y la del 26-J) y escenas como la del inicio del congreso no le ayudarán para exhibir fortaleza. La vieja Convergència se ha visto obligada a hacer borrón y cuenta nueva, pues no consigue frenar una sangría de votos, que le sitúa hoy en el peor momento electoral de su historia.

El principal responsable de que CDC se haya tenido que refundar es quien creó el partido en 1974: Jordi Pujol. La confesión del expresidente de la Generalitat hace dos años de que mantuvo oculta al fisco una fortuna en Andorra durante décadas supuso una bomba de semejante potencia que la onda expansiva se ha llevado por delante el partido. «Hay que liberarse de las hipotecas del pasado», dijeron los rectores del partido. Y es que el caso Pujol hizo que la corrupción se asociara con toda su crudeza a la formación política, que además ya arrastraba una incómoda mochila desde el célebre 3%, el caso Palau o el del ITV, que acabó con la carrera de Oriol Pujol, el único hijo del expresidente que se dedicó a la política.

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