Además de yates espectaculares, Puerto Banús es un desfile de coches de lujo de las grandes marcas automovilísticas.

Puerto Banús, parte de un sueño

Este paraiso del lujo es un escaparate al que divierte asomarse con la sensación de que no es del todo real

Pablo Aranda

Lunes, 18 de agosto 2014, 03:34

«Como busca el marino su puerto y su hogar, yo he buscado en mi alma queriéndote hallar y tan sólo encontré mi soledad». Estos versos se los cantaba un joven portero de la cantera del Real Madrid a una francesa que había conocido -bíblicamente- en Londres. El portero cantante se llamaba Julio Iglesias, y el nombre de la francesa sirvió de título a la canción inspirada: Gwendolyne. En marzo de 1970, en Amsterdam, Julio Iglesias representó a España en el festival de Eurovisión con esta canción, y un mes y medio después actuó en la inauguración de tal vez el puerto deportivo más famoso del mundo, Puerto Banús. Presenciaron el concierto, y la inauguración del puerto, otros famosos como Roman Polanski, quien acababa de estrenar 'La semilla del diablo' con Mia Farrow (que justo ahora está de nuevo en Marbella y que era por entonces pareja de Frank Sinatra, que ya la había liado en el hotel Pez Espada de Torremolinos), Grace Kelly (que había rodado varias películas con Alfred Hitchcock y acabó casándose con un pájaro) y los príncipes don Juan Carlos y doña Sofía. Julio Iglesias, el portero de la cantera, que siempre ha estado en su apogeo, actuó el pasado miércoles en la cantera del Starlite de Marbella.

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Alfonso de Hohenlohe, fundador del Marbella Club, viajó en 1966 a México y visitó al arquitecto con apellido de ogro Noldi Schreck, responsable de Beverly Hills y la Zona Rosa mexicana. Hohenlohe deseaba que Schreck proyectase el Beach Club del Marbella Club. El arquitecto conoció ya en Marbella al promotor José Banús, a quien convenció de que ese lugar privilegiado que Banús le mostraba no era el idóneo para la ubicación de veinte mil viviendas en rascacielos, y le propuso la recreación de un pueblo andaluz con un puerto, puerto que llevó el nombre del promotor. Puerto Banús tiene capacidad de atraque para 915 embarcaciones, que no consideran un atraco que se les cobre algo más de 2.000 euros por día, ocupando el cuarto puesto en la lista mundial de puertos más caros. El primero es el de Capri, y el segundo y tercero también están en Italia. La exclusividad del clima y del entorno, y de los precios, atrae a muchas de las personas más ricas del planeta, muchos de ellos famosos. El desfile de escaparates de tiendas de lujo, y el desfile de coches deportivos de las marcas Porsche, Ferrari, Mc Laren o Lamborghini, sólo deja de asombrarnos cuando nos asomamos a la bocana del puerto, junto al busto del abuelo del rey hijo, el Conde de Barcelona, para ver entrar un tremendo yate con helicóptero incluido. Menos grande (pero poco menos) y mucho más moderno es el considerado mejor yate del mundo, que atracó en Puerto Banús hace ya unos meses. Se trata del 'A', propiedad del millonario ruso Andrei Melnichenko, un yate que, como comentaba Héctor Barbotta, delegado de SUR en Marbella, «bien podría pasar por el refugio flotante del último villano condenado a enfrentarse con James Bond».

Este paraíso del lujo, Puerto Banús, es en sí mismo un escaparate al que divierte asomarse, siempre con la sensación de que lo que se ve no es del todo real. Cerca del Muelle de Honor, el del busto de Don Juan de Borbón, con un placa donde se lee «Del abrigo de ese puerto me fui para siempre», cuyo velero de dos palos 'Giralda' era casi parte del puerto, cerca del muelle, se encuentra la casa del comodoro, que con la cal y los geranios rompe el paisaje y nos recuerda que estamos en un rincón de Andalucía. Resulta relajante sentarse en un banco, observar las maniobras de las embarcaciones que acuden a repostar, y aceptar la petición de otro turista que nos pide hacer una foto, justo como nosotros acabamos de hacer.

De vuelta al paseo, junto a un descapotable rosa, unos niños se hacen una foto ante un deslumbrantemente amarillo Mc Laren de película, de esos cuyas puertas giran hacia arriba al abrirse. En ese momento aparece el dueño y, en inglés, indica al padre de los niños que ha de cambiar el coche de aparcamiento pero sólo unos metros, y le informa que dejará que se suban los niños para más fotos. En la nueva plaza de aparcamiento, efectivamente deja que los niños entren en el vehículo, mientras el simpático y más rubio imposible dueño ríe en la puerta de un restaurante. Comer en Puerto Banús no es necesariamente como el rubio (imposible) ni mucho menos. Entre los restaurantes con terraza dando a la bocana para deleitarse vigilando quién entra y quién sale, los hay hasta de tapas, como El Torero, con medias raciones de paella a 4,5 euros, que nadie se queje. Ofreciendo un entorno más lujoso, y una carta elaborada, los hay más caros. Cerca de El Torero, en el elegante La Bocana, la paella para dos está a 59 euros. Entre ambos, hay un restaurante libanés -Baalbak- donde una atractiva mujer que se cubre el pelo con un pañuelo fuma narguile. No abundan los precios desorbitados. Lo mejor es asomarse a las cartas, expuestas en la puerta. Algunos de los restaurantes clásicos son Azul Marino, Da Paolo, Jacks, La Creperie, La Ola, Levante o Marbella Riviera. Merece la pena dedicar una jornada a este micromundo que empieza con la rotonda del 'Rinoceronte' de Dalí, soñar que son nuestras las chanclas dejadas en el muelle, ante otro yate inmenso, porque nosotros nos encontramos dentro, en el camarote, soñando que soñamos.

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