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Ester Requena
Martes, 9 de febrero 2016, 00:09
«¿Se imaginan a Tim Robbins y Juliette Binoche aquí sentados y comiendo nuestras albóndigas?». Manuel Ramos Rodríguez lleva en una nube desde el sábado, pensando en cómo sería ese momentazo en su bar, los Hermanos Rodríguez, un típico y sencillo establecimiento de comida casera fundado hace cuatro décadas en el barrio de la Paz, donde Dani Rovira nació y se crió. El negocio familiar lleva en el mismo sitio desde 1972, no aparece en la guía Michelin, en su barra hay tapas de todo tipo y la decoración consiste en dos televisiones gigantes para seguir la actualidad y el fútbol, entre paredes con zócalos de mármol. También cuentan con chocolate con churros para la merienda, el periódico SUR desde las siete de la mañana y los manteles y servilletas son de papel.
A Dani Rovira le flipa comer en este bar con sabor a cocina de la abuela, sobre todo las albóndigas; de ahí que no se cortara a la hora de hacerles publicidad en plena gala de los Premios Goya. ¿Cómo? Invitando a comer a los dos actores y al ministro de Cultura en funciones, Íñigo Méndez de Vigo. Casi cuatro millones de espectadores fueron testigos. Una campaña impagable. Eso sí, el malagueño ya dejó claro que no se estiraría y les ofreció el menú del día de 8 euros. «Pero con eso nadie se queda con hambre porque son dos platos contundentes y un postre casero», resalta Manuel Ramos. Por supuesto, las ya famosas «almóndigas» se incluyen para elegir tanto en salsa de almendra como en tomate.
La actriz Clara Lago, novia de Rovira, ya ha dado buena cuenta de ellas. Por esta pequeña taberna también han pasado Antonio David Flores, ex de Rociíto Carrasco, y Javier Ojeda, de Danza Invisible. E incluso Nadiuska, que fue a parar a los Hermanos Rodríguez tras una avería en el coche en una calle cercana.
Manuel, la tercera generación de Rodríguez al frente del negocio junto a sus hermanas Ana y Paqui y su madre Pepa, acababa de cerrar el bar el sábado por la noche cuando se encontró con que su vecino «de toda la vida» lo ensalzaba por televisión. Ahora, el barrio no habla de otra cosa y de broma hasta le han pedido un pitufo de albóndigas. Él ya medita rebautizar la receta: se debate entre «las albóndigas de los Goya» o «la albóndigas de Dani Rovira».
Hasta ha preguntado su opinión a los padres del actor, que se pasaron ayer a desayunar para comentar la jugada (los domingos no abren). Ellos apuestan a que el comentario de su hijo no figuraba en el guión, sino que fue fruto de la improvisación... y de todos los platos que se ha comido allí desde pequeño. «Les he pedido que le den las gracias, los he invitado a desayunar y les he dicho que a Dani en cuanto venga le coloco unas buenas albóndigas delante», se ríe Manuel.
Las llamadas de teléfono y los whatsapp no han parado durante todo el fin de semana. Pepa Rodríguez, madre de Manuel, capitanea la cocina a sus 63 años, y ayer se puso a hacer corriendo el que ya es su plato estrella. En el menú no las tenía previstas, centrada como estaba en unas lentejas, una crema de calabacín y un salmorejo. «Pero con todo este boom, cualquiera no las saca...», comenta mientras amasa la carne junto a su hija Ana.
En las comandas no pararon de entrar las peticiones de un plato para el que sigue la receta de la abuela Francisca, que levantó el negocio junto a su marido con un menú que por aquel entonces costaba unas 50 pesetas. La primera generación de Rodríguez ya sabía lo que era un bar cuando recalaron en La Paz procedentes de Cártama. Allí vieron la oportunidad en un barrio obrero que empezaba a despuntar en la Carretera de Cádiz. Compraron dos locales y un piso en el primer edificio terminado de la zona y pronto empezaron a dar comida a todos los obreros que por entonces allí trabajaban. Desde entonces no han parado en estos 40 años de ofrecer sus platos caseros.
Pero, ¿cuál es el secreto de estas albóndigas de cine? «Una buena materia prima, con aceite de oliva virgen puro, mucho huevo... y mucho cariño», desvela Pepa. Prepararlas conlleva largas horas de dedicación: el día antes las deja con el aliño para que cojan más sabor. «A partir de ahora creo que voy a tener que ponerlas todos los días sin falta», explica la cocinera, que se ayuda de la Thermomix para una espectacular salsa de almendras, lista para mojar hasta dejar seco el plato.
Ahora solo les queda que Robbins, Binoche y el ministro Méndez de Vigo se dejen caer por su bar. «¿Te imaginas?... supongo que si vienen lo harán sin avisar, pero aquí les ponemos rápidamente un plato de lo que haga falta». Y encima Rovira se ahorrará la pasta. «Invita la casa».
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras (gráficos)
Álvaro Soto | Madrid
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