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Alí, en la terraza de la casa de la familia que lo ha acogido junto a su madre durante su operación de corazón y convalecencia. Ñito Salas

El niño Alí vuelve a Kenia después de reparar su corazón en Málaga

Una familia acoge al pequeño y a su madre durante tres meses para que pudiera operarse en el Materno, una intervención que le ha salvado la vida

Sábado, 7 de junio 2025, 00:33

Ha perdido masa muscular por el desgaste asociado a tres semanas de UCI tras una intervención quirúrgica muy delicada cuya cicatriz se adivina bajo el polito que viste. Sigue convaleciente, frágil, y cogido en brazos se le siente con la ligereza de una pluma, pero ahora ya se puede decir que es el terremoto que debe ser todo niño de seis años, además de curioso, vivaracho y muy sociable, fan de la Patrulla Canina, de Sam el Bombero, de las motos y de todo cachivache con ruedas. Este pequeño acaba de salvar su vida en Málaga gracias a la familia que se reúne al atardecer de este lunes primaveral en la terraza de su casa cercana a la estación María Zambrano con unas hermosas vistas sobre la ciudad que el niño disfruta con los prismáticos que ha reclamado graciosamente, con mímica, colocando sus manitas sobre los ojos emulando la forma de ese instrumento óptico. No tiene vocabulario suficiente en español para expresarse. Pero lo entiende todo. No se le escapa una. Y lo que dice en castellano lo pronuncia con acento malagueño. Lo primero que espetó fue un «no veah». El porqué vendrá más tarde.

Se cansaba y sudaba mucho, se fatigaba… eran síntomas cuyo primer diagnóstico en su Kenia natal fue asma. Le dieron medicamentos para tratárselo, pero no mejoraba. Entonces llegó una cardióloga de Granada al dispensario médico keniata con el que colabora la ONG Infancia Solidaria y descubrió que la dolencia del niño no era respiratoria, sino del corazón. Necesitaba una operación inmediatamente. De ello dependía la supervivencia del muchacho, de Alí, de seis años. Ahí comenzó la movilización: la ONG presentó el caso al Hospital Materno-Infantil de Málaga, apeló al fondo de cooperación de la Junta de Andalucía, que a su vez comprobó que esa intervención –la necesaria para resolver la estenosis de aorta del muchacho– no podía realizarse en su país y se activó también la burocracia para conseguir los visados y organizar el viaje. La madre, Hawa, en cuanto le dijeron que había que viajar a España para operarlo, para salvar la vida de su hijo, ni se lo pensó, dijo un «sí» inmediato. Infancia Solidaria procura que los menores de catorce años que trae a España a tratar médicamente no vengan solos, sino con alguien que verdaderamente los vaya a cuidar durante su estancia aquí, con la persona que ya en su país de origen se haya ocupado de ellos. Así que normalmente es la madre o una abuela. Con los parientes varones que en ocasiones han acompañado a los pequeños alguna vez se han tenido malas experiencias, porque su sentimiento de apego, su implicación, quizás ha sido más débil.

Alí, con su madre, Hawa, y la familia que los ha alojado desde febrero: Mariángeles Ramos; sus hijos Pepe y Ángela, la pareja de ésta, Elena. En la foto, también Manolo Cano, coordinador de Infancia Solidaria en Málaga. Ñito Salas

De modo que con el sí de Hawa y de su familia –sus otros hijos han quedado a cargo del padre en Kenia–, faltaba sólo una pieza: un hogar de acogida; alguien que cediera una habitación para Alí y su madre, que lo acompañaría en el viaje. Ahí fue donde apareció Mariángeles Ramos. No atravesaba el mejor momento para asumir una responsabilidad así. Pero, ante la urgencia del caso –la vida del pequeño corría peligro–, no pudo decir que no a Infancia Solidaria. Además, sabía que contaba con su familia: su hijo Pepe, de 26 años; su hija Ángela, de 24 años; y la pareja de ésta, Elena. Todos han formado un equipo que ha cuidado de la madre, Hawa, y del niño desde que llegaron a Málaga a finales del pasado febrero en el primer vuelo que cogían los dos en su vida y que hicieron con escala en Estambul. El 1 de abril operaron al niño en el Materno, la intervención salió perfecta, pero estuvo un mes entero en el hospital, del cual tres semanas fueron de UCI, la primera de ellas en una situación muy complicada. A principios del mes de mayo le daban el alta hospitalaria. Y ahora le quedan unos últimos días para lograr la recuperación plena y de esta estancia en la ciudad, en la casa de Mariángeles, que no sólo le ha salvado la vida, sino que se la ha marcado y cambiado para siempre. También a Hawa. El 11 de junio los dos partirán de vuelta a Kenia.

«Como un hermano pequeño»

Ese equipo familiar hizo turnos de hospital para relevar a la madre y que pudiera descansar unas horas todos los días. Y después, cuando le dieron el alta al pequeño, lo han mimado y llevado al parque, al centro comercial, a la playa… «Es como un hermano pequeño», dice Ángela. Aquí Alí tiene la vida feliz de cualquier niño que ha recuperado la alegría, la salud, y goza de la mejor compañía para sus juegos. La familia le da caprichos, la madre, que sale menos a la calle porque reza mucho, le mete en vereda. «Hacemos de abuelos que lo miman. A veces bromeamos sobre que nosotros somos el poli bueno y ella, y Hawa, el poli malo», ríe Mariángeles.

Pero la malagueña también tuvo que hacer respetar su autoridad. Justo en este punto, relata, fue en el que afloró una pequeña fricción, la expresión de un choque cultural: el niño no está acostumbrado a que las mujeres sean figuras de autoridad, así que se rebelaba contra Mariángeles. Hasta que un día le explicó que en esa casa manda ella. Ella es la 'mamma', una madre mediterránea que organiza su casa, a sus hijos, y que es libre y está empoderada fuera de su casa. Ése fue el día en que Alí, comprendiéndolo todo, se cuadró -como hace en los scout de los que es miembro en su aldea- ante la malagueña mientras decía ese gracioso en su voz «no veah».

Alí ríe con Mariángeles y Ángela. Ñito Salas

«No hablábamos el mismo idioma, pero nos entendíamos en el que nosotras creamos. Ella es musulmana. Yo le conté que yo no creo en ningún dios, pero que iba a pedir con toda mi energía que el niño se pusiera bien»

La convalecencia del pequeño en el hospital fue muy dura para todos. Sobre todo para Hawa y para Mariángeles. Para despejarse, se iban las dos al paseo marítimo al anochecer. «No hablábamos el mismo idioma, pero nos entendíamos en el que nosotras creamos. Ella es musulmana. Yo le conté que yo no creo en ningún dios, pero que iba a pedir con toda mi energía que el niño se pusiera bien. Hawa me contestó que eso era lo que quería, que todos pidiéramos por él, porque al final todos queríamos lo mismo, fuéramos creyentes o no», explica Mariángeles, casi teorizando sobre el sincretismo religioso, o sobre la convivencia entre las fes o entre éstas y ninguna creencia en absoluto. «Hawa me ha contado muchas cosas de su vida en Kenia. Que la familia tiene una granja, que cuando llueve, sí tiene trabajo y dinero en casa, pero que con la sequía, no lo hay», explica la malagueña, que también hace mucho hincapié en la experiencia que para Hawa ha debido de suponer estar en un país como España, en una ciudad como Málaga.

El niño, con su madre, mostrando una foto montado en una motillo y guiñando el ojo al fotógrafo. Ñito Salas
Imagen principal - El niño, con su madre, mostrando una foto montado en una motillo y guiñando el ojo al fotógrafo.
Imagen secundaria 1 - El niño, con su madre, mostrando una foto montado en una motillo y guiñando el ojo al fotógrafo.
Imagen secundaria 2 - El niño, con su madre, mostrando una foto montado en una motillo y guiñando el ojo al fotógrafo.

La desigualdad de género aún es tónica dominante en todo el mundo. Pero hay grados. Y, por ejemplo, a Hawa le ha chocado mucho que las mujeres puedan pasear solas por Málaga, que al anochecer por el paseo marítimo haya chicas o abuelas haciendo deporte o caminando tranquilamente. Eso ahora lo ha normalizado. Igual que saludar con dos besos a los hombres. Ha aprendido que la cultura española y malagueña es muy de expresar físicamente los afectos. Y se ha acostumbrado a ello. Quién sabe si cuando vaya a su aldea y lo cuente algo comience a cambiar y las mujeres también salgan a dar un paseo solas sin problema y puedan tener algo más de autonomía y libertad.

«Ella ya se ha dado cuenta de que aquí mando yo»

Mariángeles quiere que vuelva empoderada a su aldea: «Ella ya se ha dado cuenta de que aquí mando yo». No va a ser fácil, pero Hawa ya dice que cuando regrese a su casa y pueda hablar con sus amigas les va a contar que la vida en España es muy buena y que a ella y a su hijo les han cuidado mucho. Ahora está feliz viendo al niño corretear sin parar. Aunque es muy discreta y contenida en la manera de expresarse. Tiene esa clase de elegancia, la mejor, la que sale naturalmente. Pero al final no se corta y se refiere a Mariángeles como a su «mejor amiga». Hasta el punto de que si la familia malagueña ya planea ir a Kenia a visitar a Hawa y a Alí estas próximas navidades, ella les promete que les va a construir una casa en su aldea para recibirlos: «La mía no es como ésta», cuenta Mariángeles que le dijo Hawa, con modestia y como con un poco de vergüenza.

Ñito Salas

El niño juega mientras los mayores conversan. Ya ha normalizado eso que tanto le llamó la atención cuando llegó: dar un interruptor y que se encienda la luz, las escaleras mecánicas de los centros comerciales o lo hermoso de viajar en tren. «A ver, Alí, llama a la Patrulla Canina con el reloj», dice alguien: «Patrulla Canina sleep», responde, gracioso, aclarando que es que está durmiendo. «Fíjate, le encantan las motos, pero las grandes le dan miedo. Vino un amigo con una enorme y le ofreció montarse y él saltó con la excusa de que el médico le había dicho que no era 'good' para él señalándose el pecho y la cicatriz; qué salidas tiene», revela Mariángeles. Con todo y con eso, él, de mayor, quiere ser «policía con moto».

En unos días Mariángeles y sus hijos dirán adiós a Alí y a Hawa. Van a tatuarse un corazón en recuerdo de cómo se ha curado el de su nuevo amigo. Es una experiencia que a la familia de acogida le ha removido la vida, pero es que a la del pequeño se la ha salvado.

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