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Manuel Moreno y su primo han recibido sendas motos por Reyes. Migue Fernández
Manuel, al ver los regalos de los Reyes: «Me he emocionado mucho al ver la moto, me ha subido la tensión»

Manuel, al ver los regalos de los Reyes: «Me he emocionado mucho al ver la moto, me ha subido la tensión»

Los niños de La Corta sacan a la calle los regalos que les han traído Sus Majestades: motos, bicis, patinetes y móviles, los presentes estrella que han dejado en el vecindario

Lunes, 6 de enero 2025

Llueve y el barrio está desierto. Apenas se ve por a un niño con su padre que van a por el pan para el desayuno y vuelven corriendo a casa. Pero en un segundo se abre el cielo, aparece el sol y los niños se echan a la calle. Se oye el rumor de una motillo a la que pronto se suma otra. También comienzan a rodar patinetes, bicicletas y triciclos, como los graciosísimos en los que van montados Celedonio, Ainhoa y Neila, casi bebés de dos y tres años, uno de estos pequeños entre entrañables lloros porque ya ha sufrido su primera caída, confiesa el padre, que lleva el mismo nombre que su hijito varón.

Estamos en La Corta, un barrio con población vulnerable, pero por donde, por supuesto, también han pasado los Reyes Magos para poner el colofón a unas fiestas navideñas que Celedonio dice que han ido «bien, dentro de lo malo», porque, se queja, «mira la vida cómo está, está muy difícil». Y seguramente más entre estas casas que, cuentan los vecinos, por fuera no tienen mala pinta del todo, pero por dentro son de puro cartón.

Estrenando el patinete por las calles de La Corta. Migue Fernández

Sea como sea, como cada mañana del seis de enero de todas las calles de todos los pueblos y ciudades de España, también aquí los chiquillos madrugan más que de costumbre después de haber pasado una noche más inquieta y nerviosa de lo habitual, ante la visita de los tres Sabios y a la espera de sus regalos, que están ansiosos por estrenar y enseñar a sus primos y amiguitos sobre las aceras y los parques, aunque estén tan destartalados como en esta zona tan abandonada de Málaga. De hecho, Manuel Moreno, abuelo de uno los niños que estrenan moto, aprovecha que la prensa pasa por ahí para denunciar que las aguas fecales discurren por unas calles por las que corren y juegan los niños: «En verano es peor», quiere dejar constancia. «Alguna gente del barrio no pone de su parte, hay personas que son regular, como en otros vecindarios, pero el Ayuntamiento también tiene que hacer algo», sentencia.

Israel como su hijo, mirando la bici que le ha dejado al niño sus Majestades de Oriente. Migue Fernández

La conversación entre los adultos se hace difícil por el ruido que hacen las motos, que tapan además el cacareo de los gallos que forman parte también del paisanaje. El nieto del señor que demanda más limpieza para su barrio va arriba y abajo de la calle. Derrapa, a veces se cae. Como consecuencia, le viene la primera regañina del día. Su padre, Carlos Moreno, le coge prestado el vehículo, lo prueba, se nota que lo disfruta y acaba con la camiseta salpicada de barro. «Claro, este tipo de motos no tienen guardabarros, los deportistas de motocross acaban siempre muy sucios», reflexiona. Un vecino bromea: «Al final, ya verás, se la queda él».

Pero... el protagonista es el niño. ¿Qué sintió cuando vio esa moto, una Rebel Máster 110, que le han traído los Reyes Magos? «Me he emocionado mucho, me ha subido la tensión», contesta con la enorme sonrisa que se le intuye debajo del casco con que también le han agasajado Melchor, Gaspar y Baltasar. Su padre reconoce que las Navidades para la familia han sido «costosas» y añade: «Todo sea por la felicidad de los niños». A su hermano, José, Lele para los amigos, de siete años, los Reyes le han traído un patinete eléctrico. «He sentido mucha alegría, pero al colegio no lo podré llevar porque me lo quitarían», dice. Su encantadora primita, Encarni, de siete años, tiene su patinete cargando, porque venía sin batería: «Cuando sea un poquito de noche yo creo que ya lo podré sacar», dice, simpática. Mientras, disfruta del bebé hiperrealista que también le han traído los Reyes; parecía recién salido del vientre de su mamá. «La muñeca se llama Diana y mi patinete es rosa y tiene luces por debajo», presume Encarni. Otro patinete rosa luce la niña Abigail, de seis años: «¡Era lo que había pedido!», grita y añade que su hermano tiene otro, pero de color azul.

Indara limpia la moto que le han traído los Reyes Magos a su hijo Manuel antes de volver a casa a comer

Reyes deslucidos por la lluvia

Los dos chiquillos de las motos desaparecen. Al lado de La Corta hay un descampado y ahí están probando potencia, velocidad... tratan de hacer acrobacias. Son ya pasadas las doce de la mañana. «Para eso les han traído las motos los Reyes para que estén aquí entretenidos, porque ya saben que por las calles no van a poder usarlas», aclara uno de los padres, que también apunta: «Otros años, los niños desde las ocho de la mañana están ya en la calle... hoy no ha sido así por la lluvia».

La mujer de Carlos y madre de Manuel Moreno, Indara, explica que el día anterior a las diez de la noche los niños ya estaban dormidos, pero luego se desvelaron. «Estaban con una ilusión...», dice. «Esta noche para los mayores es la peor», comenta, por su parte, Israel padre: «Nos dieron las seis de la mañana preparando los regalos». Así que en este día de Reyes se le pegaron las sábanas e Israel hijo, de 9 años, estrena su bici ya más avanzada la mañana. Es una dos ruedas blanca que está todavía impoluta. Justo lo que había pedido. Es para hacer acrobacias. Pero el padre le advierte: «Como haga tonterías, se le quita la bici».

Marina y Yanira enseñan los móviles que les han traído los Magos de Oriente

Mientras comienza a haber trasiego de paquetes de cartón hacia el contenedor, de vecinos que llenan coches de paquetes para visitar a familiares que viven en otros barrios, Marina y Yanira, de doce y trece años, saludan desde la ventana. Quieren contar que a ellas los Reyes Magos les han traído el móvil que enseñan desde la terraza, unos iPhone 11 y 13, respectivamente, además de pinturas, maquillaje, ropa y colonias. «Ayer a las nueve ya estábamos en la cama», cuentan. ¿Han sido buenas? Ellas dicen que sí. La madre se asoma a la ventana y con el gesto lo ratifica. Las navidades las han disfrutado muchísimo jugando al pilla-pilla en el barrio, y también saliendo con amigas y con la familia.

¿Cómo es el Día de Reyes en La Corta? Como en todas partes: los niños por la noche se van a la cama nerviosos y por la mañana se despiertan temprano y descubren unos regalos que quizás chocan por su dimensión. Pero Carlos Moreno, el padre de uno de los niños de la moto, dice: «Aquí en el barrio cada uno tiene su economía, unos se pueden permitir más y otros menos». Va llegando la hora de comer, vuelve a amenazar la lluvia y, por tanto, hay que recoger bicis, patinetes y motocicletas y volver a casa. Nos despedimos de Indara, su marido Carlos y su hijo Manuel. Ella está dándole a la bayeta jabonosa para limpiar la moto, que está llena de barro como consecuencia de las lluvias de la noche y de las picias del chico por el descampado y las calles de La Corta. Debería ser el muchacho quien limpiara el vehículo: «Sí, he empezado yo», protesta el chico; la madre, como todas, agrega: «Es que voy a terminar antes yo». En un par de días habrá que volver al cole. Manuel se ha ganado la moto por las buenas notas. Tendrá que seguir siendo aplicado en clase si quiere que el próximo año los Reyes sean igual de generosos que éste. «Alguna vez» ha «soñado» que quiere ser bombero y sabe que para lograrlo primero tiene que estudiar y luego trabajar.

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