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Después de seis años ejerciendo como abogado en el mundo del derecho marítimo, Manuel Gómez-Acebo y Rodríguez-Spiteri ingresó en la carrera diplomática en ... 1989. En su trayectoria ha trabajado en países árabes, iberoamericanos, las Naciones Unidas y ha ostentado responsabilidades en el Ministerio de Asuntos Exteriores como director general para el Magreb, África, Mediterráneo y Oriente Próximo. Desde hace tres años, este malagueño es embajador de España en Israel.
–La de Israel, ¿es una embajada complicada?
–Es una embajada apasionante, especialmente para un profesional que ha dedicado gran parte de su carrera al Mediterráneo. La diversidad y la complejidad son consustanciales a esta región. También son serios los retos a los que se enfrentan las diversas poblaciones que aquí viven.
–Una gran parte de los conflictos en Oriente Medio tiene como protagonista a Israel. Desde su puesto, ¿cómo se vive esa situación?
–Decir que en varios conflictos Israel es una de las partes implicadas puede ser ajustado a la realidad objetiva, pero también puede ser capciosa la idea, si se entiende protagonista como causante o responsable exclusivo. Oriente Medio ha sido zona de conflicto al menos desde que nace la memoria escrita. Israel es muy consciente de su singularidad como único estado que se considera judío en el mundo. Es una vibrante democracia que ha logrado un altísimo nivel de desarrollo económico y destaca como uno de los principales focos de innovación y formación universitaria del mundo. Los palestinos han construido también una fuerte conciencia nacional. El conflicto, en una tierra que han de compartir, dura ya demasiado tiempo y ha costado demasiado sufrimiento. España y la UE siguen promoviendo una solución basada en la idea de dos estados que sea fruto de una negociación de las partes y según los parámetros internacionalmente reconocidos.
–Si tuviera que hacer una radiografía del escenario geopolítico actual en esa zona, ¿cuáles serían las claves para entender lo que allí pasa?
–Esta es tierra sagrada para varias religiones, en una zona del mundo que desde tiempo inmemorial ha sido cruce de caminos, de influencias, rivalidades y de muy fértil creación de civilizaciones. Israel es un estado muy joven pero tiene una hondura cultural y una memoria histórica de miles de años vinculada a la historia del pueblo judío. También es patria para un porcentaje respetable, aproximadamente el 20%, de su población de origen árabe-palestino que ostenta la nacionalidad israelí. La diversidad es consustancial a esta región. Lamentablemente, la persistencia del conflicto con los palestinos y la continuada ocupación de territorios suponen una barrera casi infranqueable para que muchos países árabes, que tienen con Israel coincidencia de intereses, incluso de seguridad regional, puedan desarrollar el potencial de relación que existe. Otra de las claves regionales es la hostilidad de países como Irán, que predica la erradicación de Israel como estado, o de grupos que utilizan la violencia y el terrorismo, como Hamas. El fracaso de la oleada de cambio democrático en muchos países de la región ha dejado sin respuesta por ahora la expectativa regional de un futuro de mayor representatividad y legitimidad, y también de un mayor desarrollo económico. Suele observarse que es muy raro que haya guerras entre democracias.
–¿Cuáles son los intereses de España en Israel?
–Las relaciones de España e Israel son muy recientes pero tienen raíces antiguas. Israel nace en 1948, y las relaciones diplomáticas no se establecen hasta 1986. Desde entonces se han desarrollado muchísimo. Israel es un importante socio comercial para España en el espacio euromediterráneo. La UE tiene un Acuerdo de Asociación que es el marco que ha hecho posible un gran crecimiento del comercio, y es el socio comercial más importante de Israel con un 45% de su balanza de intercambios. También son espacios de acercamiento la movilidad, la I+D+i –Israel es un país de primer orden en la investigación–. Su importancia como socio comercial y de innovación viene no del tamaño de su mercado sino por el dinamismo y la excelencia, es decir más por la calidad que por la cantidad. A su vez, a Israel le interesa aprovechar su cercanía, geográfica y cultural, a Europa, y España tiene una enorme ventaja al ser al mismo tiempo un puente europeo, iberoamericano y africano, y un país con excelencia tecnológica en algunos sectores, y multinacionales que compiten en el mundo en áreas como las infraestructuras, las energías renovables, la gestión del agua o la banca. Israel mira también cada vez más hacia países de Asia, América Latina, Rusia, África, pero el anclaje con Europa es insustituible. Nuestro interés pasa también por aprovechar el enorme atractivo que el israelí tiene hacia la cultura española, incluyendo sus manifestaciones más populares como el deporte, la gastronomía o la música.
–En los últimos años, hay una denuncia del aumento del antisemitismo y el antiisraelismo en el mundo, ¿tiene esa percepción?
–Las cifras atestiguan que hay un incremento alarmante del antisemitismo en muchos países. No creo que en España sea un fenómeno de similar dimensión, aunque hay que estar muy vigilantes, tanto las autoridades como la misma sociedad.
–¿Cómo se ha vivido en Israel la pandemia del coronavirus?
–Es una tragedia mundial inesperada, una epidemia insidiosa, invisible y ciega, muy peligrosa. El gobierno de Israel reaccionó de forma rápida y drástica, cortando la exposición a la pandemia sobre todo gracias a la determinación política y la facilidad de cerrar un país que tiene un único aeropuerto internacional y fronteras muy guardadas. Durante los meses de febrero hasta mayo las cifras de contagiados, ingresados y fallecidos fueron de las más positivas del mundo. Desgraciadamente desde junio ha habido un gran incremento en las cifras de contagiados, y el gobierno está teniendo que volver a adoptar medidas pero, como ocurre en otros países, vemos que es mucho más difícil acertar en la reapertura que en el confinamiento, porque se quiere evitar en lo posible el daño económico y social.
–Usted es también un gran conocedor del Magreb y África. Es este un último continente al que Europa no parece prestarle mucha atención. ¿Cuáles son los retos de Europa respecto a África?
–África es todo un mundo, hay muchas áfricas pero demasiado a menudo se resume y reduce su variedad a un único concepto. Cuando desde Europa, España, hablamos de África, hemos de mirar a ese continente vecino más desde el respeto y la atención, no desde la superioridad y la mera curiosidad. En los últimos veinte años España se ha esforzado en diseñar y dotarse de una política integral hacia África, con los medios modestos a veces que tenemos, pero que nos ha permitido tener una presencia institucional muy amplia y potenciar el conocimiento sobre África en España y viceversa, con instituciones de diplomacia pública como Casa África. Se acompaña así también no sólo la solidaridad a través de la cooperación española de la AECID, sino también la presencia creciente de empresas españolas. Por razones relacionadas con la migración, la seguridad, la solidaridad y el interés comercial y de inversión, el futuro de España y de Europa seguirá vinculado a los países africanos. Dentro del continente, pero con una identidad propia y voluntad de pertenencia al mundo árabe y euromediterráneo, el Magreb es una zona de especialísimo interés para España. Marruecos, Argelia, Túnez pero también Mauritania y en su día incluso Libia, son ya o podrían ser socios importantísimos para nuestro país.
–De su trayectoria diplomática, ¿qué momentos destacaría?
–Ha sido variada, pero en cada puesto hubo momentos de mucho interés. Fue excepcional el haber vivido aquél adelanto ominoso de la primavera árabe que fueron los años 1989 a 1992 en Argelia, con su apertura política y de comunicación, seguida del ascenso inesperado y súbito del islamismo político, la reacción militar y la espiral de terrorismo y violencia posterior. Pasar de allí al Buenos Aires del crecimiento económico y la eclosión cultural de los primero años noventa fue un contraste grande pero muy enriquecedor. Lima fue también una experiencia muy grata. Ningún diplomático español lo es a cabalidad si no ha estado destinado en Iberoamérica. La experiencia multilateral de Naciones Unidas fue también muy importante, pues la diplomacia de negociación es distinta y muy compleja en un ámbito global como el de la ONU. En Nueva York nos tocó vivir el sobresalto enorme de los atentados del 11-S-2001 que destruyeron las Torres Gemelas y trastocó la vida internacional en adelante, dando pie a un ciclo de conflictos del que en algún caso aún no hemos salido. Debo destacar la belleza de Guinea Ecuatorial y la proximidad de su gente a lo español, es el único lugar donde podemos conocer África en nuestra propia lengua.
–Hay ocasiones en la que cuando se ven las noticias parece que el mundo está al borde de una guerra mundial. ¿Cuáles son los grandes riesgos a los que hoy se enfrenta el mundo?
–Durante unos años hubo una hegemonía norteamericana exenta de rivales globales tras la caída de la URSS. Hoy día no hay ni la bipolaridad de la Guerra Fría ni la ausencia de rivalidades hegemónicas. Hay ambición de dominio o influencia en teatros regionales de conflicto, véase Rusia en Siria o Libia, Turquía en esos mismos países, Irán en el llamado creciente chií enfrentado a países árabes del Golfo. También hay desencuentros sistémicos o globales, sobre todo por el ascenso de China como potencia industrial, comercial, de innovación e incluso militar, y su presencia creciente en muchos continentes. Al mismo tiempo, las rivalidades y conflictos se libran por vías no tradicionales, con amenazas 'híbridas' a cargo de actores no estatales: mercenarios, grupos terroristas, movimientos de disrupción de infraestructuras por medios digitales, manipulación de la formación de opinión, incluso intervenciones soterradas en procesos electorales. El mundo internacional regido por patrones y normas, reglado e institucionalizado es cada vez más puesto en cuestión. Se corre el riesgo de volver a un mundo de alianzas cambiantes, parciales y agresivas. Sin embargo, la pandemia ha demostrado la necesidad de la cooperación y los pactos.
–En todo este contexto, ¿qué papel juega España?
–Tenemos un país maravilloso, con calidad, personalidad y tirón, y además con la inmensa suerte de estar situado en una encrucijada mundial, entre dos grandes mares u océanos, dos continentes, distintos mundos o culturas. Somos un país mediano en el mundo, grande en Europa, con peso en América Latina, respetado en África, con facilidad de interlocución en los países árabes, y con un gran potencial con este país tan influyente y capaz que es Israel. En Europa hemos de ser no sólo un gran país del Sur sino un gran país para la UE en su conjunto.
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