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La pandemia y sus efectos sanitarios y económicos no han supuesto un freno para la actividad cinegética en Málaga, que ya se encuentra de lleno en lo que se denomina periodo general, que abarca desde octubre hasta enero, meses en los que sale al campo el mayor número de cazadores. Los datos atestiguan la fidelidad a esta práctica tan arraigada. Así, en la provincia se mantiene el número de licencias en torno a las 23.500, de los que más de la mitad están federados y de cotos, con unos 320 entre privados y deportivos, según los datos de la Federación Andaluza de Caza (FAC).
Aunque ya se había levantado la veda a especies como el conejo desde el pasado agosto, es en estos días cuando ha comenzado la temporada alta con la apertura del periodo para la caza menor de la perdiz roja, la codorniz y la liebre, que se inició el pasado 11 de octubre, y para la caza mayor, a partir de este sábado. Respecto a esta última, en la provincia las especies más habituales son el jabalí, que prolifera en todas las comarcas; la cabra montés, más habitual en las zonas rocosas de la Axarquía, la Serranía de Ronda y Antequera; el ciervo y el muflón, en las comarcas del interior; o el corzo morisco, que tiene su hábitat en el Valle del Genal y la Sierra de Ojén.
Precisamente la caza mayor va en auge en calidad y cantidad en la provincia, mientras que la menor va «mal», según destaca el delegado de la FAC en Málaga, Pedro Acedo. Las razones que lo explican es que la caza menor se enfrenta a problemas como las enfermedades de las especies más habituales (conejo y liebre a consecuencia de la mixomatosis), los efectos de la agricultura con el uso de pesticidas y otros componentes y del propio desarrollo urbanístico; factores que, como explica Acedo, están más limitados y se controlan mejor, sobre todo el sanitario, en la caza mayor.
Desde la FAC sostienen que la temporada de caza desarrollará con cierta normalidad porque es una herramienta «vital» para el equilibrio medioambiental, evitar riesgos sanitarios y de seguridad vial y ciudadana y recuerdan que el Parlamento andaluz blindó la caza como una actividad esencial ante posibles rebrotes. Acedo explica que aunque la práctica cinegética como tal no se ve afectada sí existe la «lógica incertidumbre» sobre lo que pueda ocurrir en función de la evolución del coronavirus y de que se produzcan situaciones como el confinamiento de localidades, lo que impediría salir a caza. A ello se une que son muchos los cazadores que se desplazan de un pueblo a otro para cazar o hay cotos que abarcan términos municipales de más de una localidad.
La actividad cinegética no es ajena a la adopción de medidas para hacer frente a los efectos del coronavirus. En el caso de la caza menor es una práctica que se desarrolla de manera individual (aunque vayan varios cazadores se hace al aire libre y con una gran distancia entre ellos). Las medidas que se aplican hacen referencia al mantenimiento de la distancia interpersonal y en su defecto el uso de la mascarilla, a la frecuente desinfección de manos con solución desinfectante o gel hidroalcohólico, la prohibición de compartir utensilios de caza, que cada cazador tenga el número de dos personas para avisar en caso de tener síntomas compatibles con el Covid-19 y recabar de cada uno de ellos una declaración responsable en la que deje constancia de que no padece síntomas compatibles con esta enfermedad.
En el caso de la caza mayor, la incertidumbre ha llevado a posponer algunas monterías a la espera de ver la evolución de la pandemia. Para aquellas que sí se celebran además de las recomendaciones de la caza menor para las modalidades de ojeos, ganchos, batidas y monterías el organizador debe presentar un protocolo de actuación para evitar contagios y rebrotes. Además se recomienda que los sorteos de puestos se hagan por vía telemática y no presencial, que no haya más de dos personas por puestos y se limiten las acciones sociales (desayunos y almuerzos) y en caso de hacerlas es aconsejable que sean al aire libre o en espacios amplios y ventilación natural, y se restringe el acceso a las juntas de carne.
ALGUNOS DATOS
Número de licencias de caza en Málaga. 23.511, cifra similar a la de 2019. De ellos 12.920 están federados.
Número de cotos en la provincia. Unos 320 aproximadamente, entre privados y deportivos. Para la caza menor un coto debe tener un mínimo de 250 hectáreas en el caso de los privados y 500 para los deportivos; y para la caza mayor debe contar con una extensión de 500 hectáreas para ser coto privada y de 1.000 si es deportivo.
Precios. En los cotos deportivos va desde los 60 hasta los 300 euros con seguro incluido. En los cotos privados, la cuota puede llegar hasta los 1.500 euros.
Periodos de caza por especies. Conejo: del 9 de agosto al 29 de noviembre; Perdiz roja, liebre y codorniz: del 11 de octubre al 3 de enero; Becada: del 8 de noviembre al 31 de enero; Zorro: del 11 de octubre al 3 de enero; Ciervo, gamo, muflón y jabalí: del 17 de octubre al 14 de febrero; Cabra montés: del 17 de octubre al 25 de abril; Corzo: del 10 de julio al 15 de agosto y del 1 de marzo al 15 de abril; Paloma torcaz: del 1 de noviembre al 14 de febrero; palomas zurita y bravía: del 11 de octubre al 7 de febrero; zorzales y estornino pinto: del 15 de noviembre al 7 de febrero; y aves acuáticas: del 11 de octubre al 31 de enero.
Junto a la incertidumbre general provocada por el coronavirus, para el sector cinegético uno de los grandes problemas a los que se enfrenta en esta temporada alta es a la «drástica» bajada de los precios de la carne de caza mayor debido a los efectos del confinamiento provocado por la pandemia y que supone un hándicap para los organizadores de monterías (sean sociedades de caza o particulares) respecto a la viabilidad económica de las mismas.
La caída se sitúa en torno a un descenso del 50% del precio que se paga en el campo por la carne, según los datos de la Federación Andaluza de Caza, que explica esta caída en que prácticamente el 95% de la carne de caza (venado, jabalí) que se produce en España se destina a la exportación, con preeminencia en Centroeuropa. El confinamiento, las restricciones actuales y la bajada de actividad del sector de la hostelería han provocado que en los almacenes aún haya conservado un importante volumen de kilos de este producto y que no se compre más con la consiguiente bajada de los precios.
Hay monterías donde se entrega al cazador la carne del animal abatido, aunque también hay un gran número donde lo que se entrega es el trofeo (la cabeza) y la organización se queda con el resto del animal para venderlo en canal y obtener unos ingresos con los que sufragar una parte de los gastos de la montería.
Pedro Acedo explicó que ante esta bajada de precios hay organizadores que ya están valorando la opción de donar esas carnes a entidades sociales que prestan atención a colectivos en situación de exclusión social.
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