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El abogado malagueño Javier Cremades, en su despacho. Virginia Carrasco
Javier Cremades: «La auditoría sobre los abusos en la Iglesia será buena para todos»

Javier Cremades: «La auditoría sobre los abusos en la Iglesia será buena para todos»

Jueves, 3 de marzo 2022, 00:47

Dice su DNI que nació hace 56 años en Ceuta, «pero debería poner Málaga», sostiene Javier Cremades. «Ahí es donde nací como ser humano», apostilla el abogado, que regresa al centro de la actualidad como presidente de Cremades & Calvo-Sotelo, el bufete escogido por la Conferencia Episcopal española para realizar una auditoría externa sobre los casos de abusos a menores en el seno de la Iglesia. Sobre esa investigación, pero también sobre sus orígenes malagueños y su papel en el despegue de la capital como destino tecnológico reflexionará el presidente de la World Jurist Association este viernes (19.00 horas, entrada libre hasta completar el aforo) en la nueva cita del ciclo 'Málaga, ida y vuelta', promovido por el centro cultural La Malagueta con la colaboración del Aula de Cultura de SUR.

-Al año de nacer, su familia se trasladó desde Ceuta hasta Málaga y aquí permaneció hasta terminar la carrera de Derecho. ¿Qué poso cree que ha dejado esa etapa en su vida?

-La etapa malagueña ha sido decisiva, ahí es donde me conformo como persona, cuando paso de niño a adulto. La ciudad, con sus olores, su mar, su luz, pero su dinamismo también y esa forma ecléctica de mezclar unas cosas con otras... pienso que todo eso ha sido decisivo en mi vida.

-De Málaga partió hacia Alemania para completar su formación. ¿Cómo recuerda aquella experiencia?

-Mientras estudiaba Derecho, en unas jornadas en Marbella entro en contacto con una fundación alemana que me invita a terminar allí mi formación, como también hacía mis pinitos con colaboraciones periodísticas me fui especializando en la protección de las libertades informativas. Al final, consigo un doctorado en Derecho Alemán. A los tres años de estar en Alemania recibo una oferta de la Universidad Carlos III de Madrid para dar clases y regreso a España.

-Y se cruza en su camino el abogado Antonio Garrigues Walker.

-Sí. Allí descubro la abogacía en un despacho fascinante. Era el principal despacho de España, con una concepción anglosajona del ejercicio de la profesión y descubro la gran vocación profesional de mi vida. Ahí empieza mi conexión con el Derecho de las Telecomunicaciones. Yo era entonces un constitucionalista, que es una especie de médico general, pero ahí encuentro un campo profesional apasionante. Tuve la suerte de poder compaginarlo durante 20 años con la docencia, así que he tenido una carrera híbrida.

-Y con menos de 30 años crea su propio despacho.

-Estuve tres años en Alemania y tres en Garrigues. Creo mi propia firma, especializada en telecomunicaciones. Justo en ese momento se produce la liberalización del sector, después del régimen de monopolio y, pese a ser un despacho muy pequeño, empezamos a tener grandes clientes internacionales de compañías que querían entrar en España. No fue una estrategia, era lo que sabíamos hacer y, desde la innovación, nos convertimos en la primera firma legal española en Derecho de las Telecomunicaciones. A partir del año 2000, el despacho se convierte en una firma multidisciplinar, con oficinas en Buenos Aires, Bogotá, México... hasta ser una firma internacional. También, en paralelo, nos especializamos en grandes casos colectivos de perjudicados, como los casos Madoff, Bankia, Pescanova...

«Málaga Valley ha contribuido de manera muy significativa a lo que hoy se vive en la ciudad»

-Esa especialización en el Derecho de las Telecomunicaciones abrió la puerta de su conexión con el proyecto Málaga Valley. ¿Cree que aquella iniciativa puso las bases de la actual Málaga tecnológica?

-Málaga Valley ha contribuido de manera muy significativa a lo que hoy se vive en la ciudad. La realidad es que en Málaga podía pasar todo eso y, de hecho, está pasando. Tratamos de difundir esa idea, sobre todo fuera de Málaga. Después de largos años de desconexión. Me llamó el alcalde (Francisco de la Torre) y me pidió ayuda para definir jurídicamente el proyecto de una televisión municipal propiedad del Ayuntamiento. Le sugerí la idea de Málaga Valley como una propuesta integral capaz de elevar el nivel y que fuera inclusiva para todos los sectores.

-¿Y cómo se les ocurrió aquel nombre?

-¡El nombre lo disteis los periodistas! (Ríe) Yo pensaba en crear el Club e27, recuperando aquel espíritu de la Generación del 27 donde en Málaga pasaron cosas extraordinarias. Entonces, en el ámbito de la cultura y ahora, en la tecnología, porque Málaga tenía todas las condiciones para ser un 'hub' para la industria de las telecomunicaciones hasta posicionarse como una referencia en Europa. Si Málaga quería estar en primera fila, tenía que ponerse en primera fila. Nos fuimos a ver a presentes de grandes compañías para decirles 'Málaga está a vuestra disposición para hacer cosas en el mundo' y aquello cuajó. Y al día siguiente, la prensa publicó aquello de Málaga Valley. Empezamos a ser vistos como un lugar muy interesante y empezamos a traer a muchas personas que quedaron vinculadas a Málaga sin especial ruido.

-¿Reivindica entonces el germen de la pujanza actual?

-No. El mérito no es de una iniciativa, sino de todo un territorio inteligente que se posiciona. Estoy feliz de comprobar cómo las compañías internacionales, desde Oracle a Vodafone, hacen proyectos mundiales radicados en Málaga. Eso es una confirmación de que en esta nueva etapa de la globalización donde los territorios y las personas son los protagonistas, Málaga tiene por primera vez la oportunidad de jugar un papel protagonista. Allí se sembró una semilla, pero no creo que se trate de que alguien fuera el artífice. Hay que recordar también casos de empresas locales de éxito, como VirusTotal, que después fue adquirida por Google... Se ha sumado desde muchos ámbitos. Y sobre todo, las capacidades que ya tenía la ciudad. Málaga es un lugar al que todos los que hemos pasado por allí queremos ser vinculados.

«Hablamos de unas prácticas aberrantes que se han producido en muchos ámbitos de la sociedad, pero que en la Iglesia tienen una incidencia especial»

-Al hilo de ese vínculo, su regreso a Málaga coincide con un asunto de plena actualidad: el encargo al despacho que preside de la auditoría sobre los casos de abusos a menores en la Iglesia española. ¿Qué motivos les han llevado a asumir este proyecto?

-Es una tarea muy complicada y muy delicada donde los que vamos a participar nos jugamos todo nuestro prestigio profesional. Yo, en concreto, 30 años de carrera. Pero creo que es un reto que tiene toda la sociedad. Hablamos de un problema moral profundo, de unas prácticas aberrantes que sabemos que se han producido en muchos ámbitos de la sociedad, pero que particularmente en la Iglesia católica tienen una incidencia especial, porque a los eclesiásticos y a los religiosos se les encomendó la educación moral de los niños y su promesa de valor fue traicionada en algunos casos, creando unos dramas y unos daños a veces irreparables y perdurables en toda la vida de esa persona.

-¿Llega tarde esta auditoría?

-Como decía el informe francés, la Iglesia está aquí para quedarse. Es una parte importante de la sociedad y creo que no estaba sabiendo enfocar bien este problema. Estaba respondiendo de una manera insuficiente e inadecuada y lo que hemos hecho es una de las especialidades del despacho, somos el primer bufete especializado en casos colectivos, en atención a los perjudicados, y también en casos que tienen que ver con el derecho y la reputación. Lo que hemos hecho es ayudar a que la Conferencia Episcopal española enfoque este tema de una manera mucho más acorde con las exigencias del siglo XXI, que es una dación de cuentas, una petición de rectificación y de perdón y una apertura completa con una auditoría independiente. Más allá de la resolución caso por caso, la sociedad quiere saber cuál fue el ámbito, el alcance, el papel de la institución, cuál fue la realidad de esos abusos. Probablemente, cuando eso se resuelva, habrá que ir a otros ámbitos de la sociedad, pero ahora hay que resolver este. La Iglesia no estaba respondiendo de una manera adecuada y creo que ahora sí lo ha hecho, ha iniciado una nueva etapa y nosotros estamos tratando que sea una etapa que funcione para todos. Para las víctimas, sobre todo, pero también para el conjunto de la sociedad.

-¿No se tratará entonces de un mero trámite, de un lavado de cara de la institución?

-En ningún caso. Va a estar sin ningún límite personal ni material, abierta a los ojos de toda la sociedad, de todos los especialistas y de todas las autoridades y va a estar bien hecha. No hay ninguna duda y así se lo planteamos a los obispos. Si querían hacerlo, había que hacerlo de esa manera, tan amplia como sea posible, incluyendo los aspectos más controvertidos, más complejos y diría que aparentemente más peligrosos, pero que realmente son los que pueden terminar de sanar esta herida. La generación actual quiere entender lo que pasó, quiere resolverlo y quiere dotarse de medios para que eso no vuelva a pasar. Es una mirada al pasado, pero también al presente para atender a las víctimas que necesitan acompañamiento y reparación, que es lo más importante, y de cara al futuro, para tratar de que eso no vuelva a suceder.

«La generación actual quiere entender lo que pasó, quiere resolverlo y quiere dotarse de medios para que eso no vuelva a pasar»

-Esta auditoría llega varias décadas después de las primeras denuncias. ¿No cree que la Iglesia debería haber actuado con mayor diligencia en este asunto?

-Hay que distinguir entre países y también con el Vaticano. Creo que el Vaticano ha sido rápido y valiente, respondiendo con cambios estructurales y jurídicos nuevos, con unos protocolos en toda la Iglesia. En España se empezaron a aplicar esos protocolos, pero no se atendía el hecho de hacer ese estudio histórico a través de una auditoría independiente, o bien con el modelo francés de comisión o bien con el modelo alemán de encargárselo a un bufete especializado, que es la fórmula por la que se ha optado en España. La Iglesia tiene sus tiempos. Lo que me he encontrado es una voluntad firme de abrir una etapa nueva y de responder de una manera más adecuada.

-¿Pasará esa auditoría por Málaga?

-Justo en una reunión que tuvimos en Madrid conocí al obispo Catalá (Jesús Catalá, obispo de Málaga) y fue a él a quien le oí hablar de esa nueva etapa. Ya hemos hablado con dos docenas de víctimas que nos han contactado y mi primera reunión para auditar el trabajo que se hace en las Diócesis va a ser en Málaga para conocer lo que están haciendo a través de la oficina de atención a las víctimas y empezar a saber cómo funcionan. Lo hemos dicho delante de todos: va a ser una investigación a fondo y sin límites y absolutamente independiente de la Iglesia.

-¿No le restará independencia en su labor ser miembro del Opus Dei?

-Es lógico que se piense eso. Pasó en Francia y ha pasado en Alemania. En Francia, el presidente de la comisión declaró que era católico practicante y eso suscitó recelos. Es algo que entiendo perfectamente, entre otras cosas, porque había una etapa muy larga de no facilitar esa información que se requería. En Alemania pasó lo mismo. Eso se va a resolver con dos cuestiones: primero, con el procedimiento y con las personas que van a estar en el equipo y segundo, sobre todo, con el resultado final de la investigación. Es algo que no me preocupa. Y luego, personalmente como católico me siento más comprometido con extremar el celo y hacer esto especialmente bien, porque al final creo que, aunque sea doloroso y difícil, será bueno para todos. Para las víctimas en primer lugar, pero para la Iglesia y para toda la sociedad. La sociedad necesita voces como la de la Iglesia para seguir dando una opinión sobre cuestiones éticas y morales y esa autoridad se estaba perdiendo por no haber hecho bien este trabajo. Creo que esto va a suponer un proceso de dación de cuentas, de asunción de responsabilidades y, por tanto, de abrir una página nueva.

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