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Las cifras oficiales dicen que en la provincia de Málaga residen 1.629.298 personas, pero en las tablas que publica el Instituto Nacional de Estadística (INE) no están ni mucho menos todos los que son. Efectivamente, una cosa es la población de derecho –la censada en los padrones municipales– y otra muy distinta la de hecho, en la que afloran los miles de residentes extranjeros afincados en la Costa y aquellos que vienen de otras provincias por estudios o trabajo sin llegan a empadronarse. Conseguir la cuadratura del círculo puede resultar más fácil que ponerle números a esa población flotante, pero en función de varios parámetros relacionados con las actividades más cotidianas como la cantidad de basura que se recoge o el agua que se consume, se estima que el censo real podría situarse por encima de los 2 millones. Ésta cifra es el resultado de dividir los 1.040.806 toneladas de basura que en 2016 se trasladaron a las tres plantas de tratamiento existentes (Los Ruices en la capital; la de Casares que da servicio a toda la Costa del Sol occidental; y la de Antequera, para el resto) por los 460 kilos que cada persona genera al año, según la Estadística de Recogida y Tratamiento de Residuos elaborada por el INE.
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Si ésa es la realidad durante la mayor parte del año, ¿qué ocurre en verano con el aluvión de turistas por tierra, mar y aire? Pues que sólo en el mes de agosto en la provincia pueden llegar a juntarse 2,67 millones de personas. Si ese cálculo se circunscribe únicamente a la Costa del Sol Occidental, los 527.030 habitantes ‘fichados’ desde Torremolinos a Manilva se duplican hasta rondar el millón durante buena parte del año y llegan a triplicarse en la temporada estival.
¿Significa que el destino turístico por excelencia está colapsado? Los expertos aseguran que no, pero sí que advierten de que por mucho que el territorio tenga margen y que la provincia disponga de suficientes infraestructuras para dar respuesta a la demanda, es necesario buscar el equilibrio y saber gestionar los servicios públicos para no morir de éxito ni abrir la puerta a la ‘turismofobia’ que ya empieza a afectar a otras zonas más saturadas como Baleares.
El litoral occidental, con Marbella como punta de lanza, es el máximo exponente de este repunte que se repite verano tras verano, pero en el resto de comarcas también se refleja la misma tendencia al alza, aunque de una forma más moderada. Destaca, también por su proximidad al mar, la baja Axarquía, donde la recogida de basura aumenta en agosto un 33% respecto a la media mensual, pero hasta un 67% si se compara con el invierno por el tirón de Rincón, Torre del Mar, Torrox y Nerja. «El incremento poblacional es muy alto en la franja litoral y nos obliga a hacer refuerzos en las zonas de mayor afluencia, aunque el servicio está programado teniendo en cuenta esta realidad y no genera mayor complejidad. Puede haber alguna incidencia puntual, pero estamos en permanente contacto con los ayuntamientos para atender cualquier necesidad» afirma el presidente del Consorcio Provincial de Residuos Sólidos Urbanos, Francisco Delgado Bonilla, quien incide en que el hueco que deja la plantilla fija por sus vacaciones se suple con eventuales.
Menos pronunciados son los picos en las comarcas de Ronda (37,2%) y Antequera (31,4%). Y diferente es lo que ocurre en Guadalhorce, ya que los mayores registros se dan en junio (21,4%) mientras en agosto se sitúa 8 puntos por debajo. En Málaga capital, la línea es constante durante todo el año con una media de 24.154 toneladas mensuales. Por regla general, debería bajar en agosto porque, como sucede en la mayoría de grandes ciudades, los malagueños hacen su particular operación salida y la población decae en vacaciones, pero desde Limasa remarcan que ese descenso se amortigua con las mil toneladas que por sí sola genera la feria.
La recogida de residuos es uno de los indicadores más fiables para medir el censo real puesto que la cantidad que genera una persona no suele oscilar a lo largo del año, pero no el único que permite constatar este más que notable incremento poblacional. El suministro de agua, el consumo eléctrico, el tráfico e incluso las atenciones hospitalarias también avalan esta realidad que se escapa de las cifras oficiales. Reveladores son los parámetros relativos al consumo de agua, que se dispara especialmente en el litoral occidental hasta triplicar los registros del invierno.
Según los datos facilitados por Acosol (empresa pública de aguas de la Mancomunidad Occidental), al año se suministran unos 34,7 hectómetros cúbicos (34.700 millones de litros), de los que un 38% se inyectan a la red entre julio y septiembre. El caudal para abastecer a la población en este periodo es un 63% superior al promedio mensual (2,8 hectómetros) llegando a alcanzar picos de hasta 4,7 hectómetros cúbicos, tres veces más (192%) que los niveles de la temporada baja. Pese a la falta de lluvias, en la Costa aseguran estar tranquilos. «Durante años hemos hecho los deberes, por lo que tenemos capacidad suficiente para garantizar el suministro a toda la población y dar respuesta a una temporada récord», afirma el consejero delegado de Acosol, Manuel Cardeña, quien precisa que al margen del caudal procedente del pantano de La Concepción (está al 72% con 44 hm3), un tercio lo aporta la desaladora y otra parte (unos 5 hm3 anuales) provienen del Campo de Gibraltar en virtud del acuerdo alcanzado en 2013 con la empresa pública de la comarca gaditana.
Aunque de forma más suave, el gasto de agua también se incrementa en verano en la capital (un 27,1%), motivado igualmente por el desembarco masivo de personas durante la feria. Algo similar ocurre con el consumo eléctrico, toda vez que la demanda de luz del real del Cortijo de Torres equivale a la de un municipio del tamaño de Coín (21.000 habitantes). En cuanto al conjunto de la provincia, la demanda es bastante estable todo el año, aunque se registran picos en los meses de frío y calor por el uso de la calefacción y del aire acondicionado, respectivamente. Unas subidas que, en cualquier caso, son más acentuadas en verano por el aumento poblacional, situándose en agosto un 19,7% por encima de la media, y hasta un 36,7% respecto a los meses de menor actividad.
Para comprobar este mayor trasiego de personas basta con acercarse al Centro o el paseo marítimo de cualquier localidad, mirar al cielo para ver cómo no paran de aterrizar aviones en un aeropuerto que sigue batiendo récords (el último, en julio al superar por primera vez en su historia los dos millones de pasajeros en un mes) o intentar aparcar en los puntos más turísticos. Una sensación de lleno que también se palpa en las carreteras y que se constata con los movimientos diarios que se registran en las dos autopistas de peaje, que como cada verano hacen el agosto tanto por el mayor volumen de tráfico como por la subida de tarifas que aplican. Por la AP-7, que recorre la Costa occidental, circulan estos días más de 41.000 coches, un 72% más respecto al invierno. Igualmente, la AP-46 (Las Pedrizas) soporta una intensidad diaria de 19.111 vehículos, casi el doble (92,7%) que en temporada baja.
Otro indicador que puede servir de termómetro está en las Urgencias de los hospitales. No en vano, las atenciones en el Costa del Sol de Marbella y en el Chare de Benalmádena experimentan un incremento del 17,4% en verano, con una media de 185 diarias cuando el resto del año son 157. En la capital, la actividad desciende en Carlos Haya un 6% (914 urgencias diarias) pero sí que crece un 13% en el Clínico, debido a que es el centro de referencia para parte de la Costa.
¿Está la provincia en general, y la Costa en particular, capacitada para soportar esta presión social? Según el vicedecano de la Facultad de Turismo de Málaga, Enrique Navarro, sin lugar a dudas, al menos de momento. «En Málaga se ha invertido mucho en infraestructuras para soportar este incremento poblacional, pero también es cierto que igual que somos muy buenos en promoción para que vengan los turistas, debemos mejorar a la hora de gestionar esos flujos y, sobre todo, que repercutan en la economía. Porque si esos beneficios del turismo no tienen reflejo en la sociedad y en el empleo de calidad esa percepción puede ser más negativa», advierte este experto que ha firmado varios trabajos sobre la capacidad de carga turística de la Costa del Sol. En este sentido, incide en que la sensación de saturación llega cuando los ciudadanos ven que en su vida cotidiana hay inconvenientes, como ocurre con el precio de la vivienda o simplemente cuando salir a tomar algo se convierte en un suplicio.
En la misma línea se pronuncia el director del Observatorio del Medio Ambiente Urbano (Omau) del Ayuntamiento de Málaga, Pedro Marín Cots, quien aboga por buscar el equilibrio para que ese crecimiento turístico sea sostenible. «No creo que la provincia esté saturada, aunque en algunas zonas puedan darse momentos puntuales de masificación. Estamos hablando de una plaza turística que además cuenta con infraestructuras muy potentes, pero no podemos olvidar que la sostenibilidad tiene límites», subraya. La receta de ambos es clara: crecimiento, sí, pero con mesura y bien llevado.
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