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Catedrática de Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial desde 2017 y vicerrectora adjunta de Docencia en la Universidad de Málaga, Eva Millán Valldeperas teme ... que la escasa presencia de la mujer en las nuevas tecnologías pueda contribuir a perpetuar desigualdades ya existentes, por construirse «desde una perspectiva masculina» y porque gran parte del talento, el que representa la mujer, se está perdiendo en la construcción de esta nueva sociedad tecnológica. Malagueña del barrio del Perchel, estudió en el colegio San Manuel y después en el instituto Gaona, donde «aprendí que las matemáticas eran más cuestión de entender y razonar que de estudiar, por lo que cuando llegó la hora de elegir carrera, lo tuve claro». Al terminar, la recién creada Facultad de Informática buscaba profesorado, y con 22 años empezó a impartir clases y a realizar su doctorado en Informática.
Eva Millán recuerda que un profesor, ya en quinto de carrera, dijo a las chicas: «Ustedes lo que tienen que hacer es irse a un pueblo a dar clase y casarse con el boticario». Esa actitud machista se concretó a final de curso cuando ese mismo profesor les comunicó que todas las chicas tenían un notable y los chicos sobresaliente, sin más explicaciones. «Afortunadamente, en nuestro caso ya era demasiado tarde para que nos disuadiera de nuestra elección, pero resulta que este mismo profesor también daba clases en mi instituto (en aquella época, femenino) y es más que probable que su actitud terminara desanimando a algunas estudiantes», lamenta. «Por lo demás, siempre me he sentido valorada y respetada, tanto en la carrera, como después en el entorno laboral».
El camino hasta llegar a lo más alto de la carrera universitaria no ha sido fácil. «La principal dificultad ha sido compatibilizar la profesión con la familia», dice Eva, madre de dos hijos. «Pasaba las bajas de maternidad escribiendo artículos y meciendo sus cunas con el pie. Con dos hijos muy pequeños en casa, la sensación era que la carrera docente no esperaba a nadie, y que si había decidido ser madre era mi problema. Afortunadamente mi pareja también es docente en la UMA y siempre nos organizamos para poder llegar a todo, con lo que al final este esfuerzo conjunto se ha visto recompensado», explica.
Es esta dificultad para conciliar la vida familiar y laboral la que puede explicar las 'gráficas de tijera' que se observan en la incorporación de la mujer a los altos puestos de responsabilidad. Entre las personas matriculadas y graduadas en la universidad, el porcentaje de mujeres es mayor, en el doctorado se iguala (el cruce de la tijera) y a partir de ahí, conforme se va ascendiendo en la carrera universitaria, va disminuyendo de forma que en los niveles más altos el porcentaje mayor corresponde a los hombres. «Poco a poco, la administración va tomando medidas para 'humanizar' la carrera docente y facilitar la conciliación, tanto para ellas como para ellos», señala. Aunque apunta otro aspecto que considera fundamental: «En el hogar debe haber un reparto equitativo de las tareas y responsabilidades, y que los miembros de la pareja se apoyen mutuamente. Por eso creo que es necesario continuar avanzando, en ambos ámbitos».
La escasa presencia de las mujeres en carreras técnicas es una cuestión compleja y difícil de entender, con campañas permanentes para dar a conocer a las jóvenes estas materias y animarlas a que estudien ciencia y tecnología que están dando escasos resultados. «Cuando yo empecé a dar clases en las aulas había alrededor de un 35% de chicas, ahora no llegan ni al 10%», dice la profesora. Pero de su experiencia en el aula lo que comprueba a diario es que «ellas y ellos son igualmente capaces (de hecho, son brillantes) y tienen un futuro profesional de lo más prometedor. Su problema no es encontrar trabajo, sino cuál elegir entre las múltiples ofertas que tienen cuando acaban sus estudios; ojalá que hubiese muchas más mujeres con ese mismo 'problema'», afirma.
Esto tiene como principal consecuencia que hay una gran parte de talento –el femenino– que se está perdiendo y pone como ejemplo que hay estudios que apuntan a que «se corre el riesgo de que las tecnologías contribuyan a perpetuar desigualdades que ya existen, por construirse desde una perspectiva masculina». Por esto, piensa en un futuro en el que las mujeres «pudiésemos elegir nuestros estudios y profesión libremente, y en el que nuestra carrera profesional se desarrollase con iguales condiciones y salarios, sin que fuese necesario renunciar a ninguno de nuestros otros objetivos vitales». Reconoce que ha sido una mujer con mucha suerte, porque desde su experiencia personal y en el ámbito tecnológico la situación se aproxima bastante a esa igualdad real. «En otros ámbitos quizás no tanto, y ojalá todas las personas pudiésemos disfrutar de ese futuro», indica.
Eva Millán hace una encendida defensa de las disciplinas científicas y técnicas y lamenta que sean unas grandes desconocidas. Quiere erradicar la impresión de que son personas 'pegadas' a una pantalla y, en el caso concreto de la informática, dice que hoy día «se aplica para potenciar y desarrollar cualquier otro ámbito de conocimiento, ya sea de humanidades, ciencias, salud, artes u otras ingenierías». Además, tiene un gran efecto de empoderamiento, porque «si necesitas algo que no existe, lo puedes crear tú. Creo que si consiguiéramos transmitir ese mensaje -añade-, más personas se plantearían estudiar informática y después aplicarla al campo que quisieran». En su grupo de investigación, por ejemplo, aplican sus conocimientos a la educación, al diseño arquitectónico, y ahora acaban de conseguir financiación para un proyecto con la policía sobre vigilancia predictiva. «En los últimos años, la tecnología ha irrumpido en casi todos los aspectos de nuestra vida, quizás esto contribuya a visibilizar más el potencial de estas disciplinas y ayude a aumentar el número de vocaciones», apunta.
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