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Julio Pulido, en la sede de Cruz Roja en la calle Ollerías.

Julio Pulido: «Es imposible dar la espalda a la mirada de alguien que ha llegado en patera»

El Director provincial de Salud y Socorro de Cruz Roja lleva dos décadas vinculado a la institución humanitaria, a la que llegó para hacer un curso de primeros auxilios; hoy dirige a 400 voluntarios

Antonio Ortín

Sábado, 8 de agosto 2015, 00:43

Forman parte del imaginario colectivo. Son la mano tendida en el drama que no cesa de la inmigración ilegal; la ambulancia siempre presente en catástrofes, incendios, accidentes múltiples o, con carácter preventivo, en todos los acontecimientos donde se congregan multitudes. En Málaga hay 400 voluntarios de Salud y Socorro de Cruz Roja. Al mando de todos ellos está Julio Pulido (Málaga, 1974). Su teléfono suena, literalmente, cada 30 segundos. Siempre por necesidades de la organización a la que llegó hace dos décadas para hacer un curso de primeros auxilios y de la que, confiesa, ya no se pudo desvincular.

¿Qué empuja a alguien a hacerse voluntario de la Cruz Roja?

Hay diferentes motivaciones. Muchos vienen inicialmente por la formación, que es muy intensa y de calidad. Y luego se enganchan.

¿Qué es lo que engancha?

Pues mire, cuando eres voluntario sientes que ayudas directamente a las personas. Y además tejes una red de amigos muy amplia. Por eso tenemos un perfil tan variado: desde el parado hasta el empresario que trabaja y que tiene muchísimo dinero; desde el que ha estudiado hasta el que no tiene estudios. Esto es muy rico.

Dicho así parece un club social.

Lo es. Y no tiene precio como club social. No es su finalidad, pero sí una consecuencia de nuestra propia forma de funcionar. Tenga en cuenta que hay muchos tiempos de espera, y eso hace que los voluntarios hablen entre ellos, se ayuden, y acaben granjeando una amistad.

Ya, pero imagino que también es duro. Esto no es ponerse en una mesa de cuestación.

Desde luego. Sin embargo, el interés inmediato del voluntario es socorrer.

¿Por la búsqueda de emociones fuertes?

Socorrer es nuestra función más visible. Si sale la Cruz Roja en la tele, es lo que más llama la atención. Y nuestros voluntarios lo viven y lo disfrutan.

No faltará incluso quien haya reconducido su vida por ahí.

Muchísimos. Empiezan de voluntarios, luego se convierten en referencia, es decir, en una especie de jefes de equipo y algunos orientan su vida por ese camino.

Hablemos de eso. En muchas ocasiones se considera al voluntario poco preparado.

Sí, y es algo que sucede en España. En otros países el voluntario es una figura muy admirada. Yo le puedo decir que la formación de nuestros voluntarios es muy intensa y dura. Es un profesional como el trabajador, con la única diferencia de que uno tiene vinculación laboral y el otro no.

¿Más motivado, quizá?

Totalmente. Si me apura, más que el contratado. Siempre quiere ir, quiere estar. Siempre tiene ganas.

¿Tan estrictos son en la formación?

Por supuesto, porque partimos de la base de que la asistencia en una emergencia tiene que ser perfecta. La víctima no tiene por qué saber si quien le atiende es un voluntario o personal contratado.

Permítame que le diga que tienen ustedes un punto friki.

Pues sí. Pero mire, en la Cruz Roja tenemos la adrenalina que te sube cuando vas en una ambulancia a hacer una actividad: tenemos embarcaciones, todoterrenos y encima no te cuesta dinero. Por tanto, desde esa óptica tienes un hobby que no te cuesta y encima te lo agradecen.

La recompensa emocional...

Sí, eso es brutal.

¿Qué es lo más duro de su trabajo?

Sin duda, la llegada de inmigrantes. Hemos vivido situaciones en las que ha llegado una patera con mujeres que en el trayecto habían perdido a sus hijos y a sus maridos. Imagínese cómo llegan. Activamos un equipo de apoyo psicosocial y luego ya las derivamos al sistema público.

Y ustedes que, en ese sentido, son un termómetro de esa realidad social, ¿Seguimos dando la espalda a la inmigración?

Cada vez menos. Es imposible dar la espalda a las miradas de los que llegan en patera.

¿La mirada?

Sí, sí, es todo. Las miradas, los olores, la gratitud... Hay inmigrantes que, no teniendo apenas nada, lo poco que tienen intentan dártelo como muestra de gratitud. Y es de justicia destacar el trato humano que la policía y la Guardia Civil dispensan a los que llegan.

¿Hemos sido injustos entonces con episodios como el de la Guardia Civil en Ceuta?

Habría que haber estado allí, sobre el terreno, para valorar esa situación. A mí no me cabe pensar que un guardia civil quiera hacer daño a un inmigrante. Y no me cabe porque lo que yo he vivido es justo lo contrario.

Durante muchos años llevaron el socorrismo en las playas ¿Por qué sigue habiendo ahogados cada verano?

Porque por más información que tenemos, seguimos siendo muy osados con el mar.

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