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Pertierra no ejerce desde que sufrió un grave accidente de moto.

Miguel A. Pertierra: «No entusiasmo a la profesión médica de forma oficial pero sí individualmente»

Más de 1.200 guardias en Carlos Haya le dieron a este otorrino y estudioso de casos cercanos a la muerte material e impulso para escribir ‘La última puerta’ a partir del testimonio directo de pacientes

José Vicente Astorga

Domingo, 9 de noviembre 2014, 01:59

De vuelta del trabajo, hace siete años, tuvo un accidente de moto. Los minutos para reanimarlo en la UCI le permitieron sentir algo parecido a lo que pacientes suyos y de otros colegas le habían contado tras sobrevivir a la muerte clínica. Ha publicado en un libro algunas y en su retiro laboral se ha labrado un lugar amateur en el prime time del misterio. Google le ronea: cinco millones de descargas de podcast de su web La rueda del misterio. Venció el pudor de otros que le hablaron de una luz al final del túnel pero el suyo con el cementerio es insuperable.

Si no fuera médico esos casos a mí y a otros muchos seguro que no nos llamaría la atención su libro.

De ser otra persona, podrían pasar por anécdotas, claro, pero he estado casi 18 años trabajando en Carlos Haya, 1.207 guardias, que las he contado y ves muchas cosas, haces muchas relaciones sociales, tratas con enfermos, con compañeros.

¿Se ha planteado reunir a las 29 personas? Sería un éxito de público.

No, y no se ha hecho algo así. La gran mayoría no quiere que salga su nombre. Son personas que no te mienten, te cuentan su verdad. Un compañero suyo, periodista, me contó su caso después de 25 años.

¿Y ese pudor?

En general temen ser tomados por locos o retrasados, o que les tomen el pelo. Yo mismo. A mi entonces mujer, que es médico, me costó ocho meses contárselo. No es una recomposición de un día. Intentas reproducir las circunstancias de cómo te atendieron los compañeros. Yo sufrí una lipotimia profunda por dilaceración en el riñón y dolor en el nervio cubital. No tenía intención de escribir el libro. Había dado charlas para mis amigos, me han ofrecido escribir otro libro y he dicho que no, pero sobre todo por mi estado físico.

¿Qué rasgo común ha observado en la gente que vuelve a nacer?

El miedo al fallecimiento desaparece por completo. Intenta vivir lo mejor que pueda aun con secuelas. Eso comporta mejorar las relaciones personas y sociales, quitarse esa ponzoña de personas negativas. Hay crápulas que se echan a la vida sana. Es un cambio profundo, pero no se convierte necesariamente en religiosa.

¿Se ve como alguien raro?

El tema del misterio siempre me ha atraído porque estoy abierto a que puedan existir otras realidades. Hace siglos Lavoisier decía que caían piedras del cielo y no lo creían. Hoy, ¿quién duda de los meteoritos?, y ojo, yo he sido asesor de un programa de misterio, y siempre he sido de los escépticos. Soy muy tomasino, de los que tiene que meter el dedo en la llaga pero estoy abierto a conocer.

Es usted un garbanzo negro digamos que respetable, pero me temo que no entusiasma a la profesión médica.

No entusiasmo oficialmente pero fíjese, sí individualmente. Hace poco, un compañero me llamaba y me contaba cosas que le habían pasado a anestesistas.

¿En el libro no hay casos de médicos?

No. Ojo, pero sí de pacientes que me han llegado gracias a compañeros. De hecho, manejé 40 casos, pero los 29 para mí eran los más creíbles. Después de leer el libro, algunos colegas me han llamado para hablar. Imagínese si lo hace en su consulta, igual no es entendido por sus compañeros.

El túnel y su luz están casi en el imaginario común como el fin.

Sí. Y hay una parte física porque cuando falta de oxígeno las pupilas se dilatan y se produce un efecto túnel con luz al fondo. Yo, por ejemplo, cuando el porrazo, el túnel que vi, no la tenía. La revista médica Lancet publicó ya artículos sobre ECM del cardiólogo Pim van Lommel, con más de 300 casos de pacientes durante 13 años. En esto influye también que sean personas predispuestas a estos temas, pero hay de todo, personas como nosotras, desde universitarios, cristianos de misa diaria, ateos, agnósticos, hombres, mujeres. En esta profesión solemos hablar entre nosotros de casos raros de otro tipo. Qué le digo, yo he tenido un paciente que se tragó un reloj y estuvo con él seis meses y lo primero que me preguntó un familiar tras operarle es si todavía funcionaba.

¿Se acercó a ese tema desde un punto de vista religioso?

No. Y más que agnóstico, ecléctico. Yo me quedo con lo que más me gusta. Estas personas no te mienten, pero es su verdad. ¿como creyente? Absolutamente nada, pero cuando veo uno y otro caso pienso:aquí hay algo. Son casos en los que a veces has sido partícipe y ves que estas cosas no sólo ocurren en América o Inglaterra. Realmente había leído a Moody, que es más escéptico, a Elisabeth Kübler Ross, más trascendental, pero cuando en el office de una guardia después de mucho estrés y empiezan a salir temas... Muchas de estas historias han sido tomando un café. La de un enfermo que te cuenta que ha visto cosas que han sucedido en su casa mientras él estaba en muerte clínica. Hablas con los familiares y empiezas a ver que te cuentan la verdad. Vieron cosas que ocurrieron, una transmutación espacio temporal. Otro caso es el de una compañera, médica, anatomopatóloga, que sufre un accidente en su 4x4. Mueren el marido y la hija. Un hijo sobrevive y ella cae en coma, pero cuando se recupera cuenta que el marido y la niña se habían despedido de ella, incluso la besaron. Cuando despertó iban a comunicarle que los dos habían muerto. No hizo falta. Ella lo sabía. ¿Hasta qué punto hay corporeidad en todo esto?.

¿Es el caso más raro?

Que yo haya vivido en primera persona es el que llamo el de la pinza trivalva, una muy específica para la traqueotomía. Hay muy pocas en un hospital y guardadas en una caja de metal. Pues esta señora entró con un neumotórax, pensábamos que se moría tras el estado de parada. Le punzamos con una aguja de color naranja, y ya recuperada nos contó cómo era la pinza trivalva pero que lo que más le había dolido era cuando le pinchamos con una aguja naranja. ¿Cómo pudo saber todo eso que son herramientas que apenas nadie conoce fuera de la medicina?

¿El coma se puede considerar una forma prolongada de experiencia cercana a la muerte?

Hay quienes cuentan que han estado en sitios, otros que han oído cosas. En la UCI, donde se inducen comas, en un caso de traqueotomía que yo hice allí mismo un paciente recordaba que un médico residente se había desmayado y que había habido un problema con uno de los aparatos. El cerebro sigue funcionando, genera alucinaciones...es el gran desconocido. He cursado estudios de neuropsicología para intentar saber qué ocurre.

¿Usted cree que no todo está en la mente?

Estará la luz, cuando la persona ve desde arriba, y tiene una visión cenital. Eso es una cosa, pero cuando alguien te describe un aparato clínico tan específico, el único que había en el hospital en ese momento. Hay indicios, pero no tengo la evidencia.

En el libro echa en falta que no haya más esfuerzo científico para determinar si las ECM son ilusión o señal de algo. Hasta ahora solo hay un relato religioso de cuerpo y alma.

A las religiones en principio no les interesa saber que pudiera no haber un más allá. Es más rentable, incluso económicamente investigar enfermedades. Hay ya medios electros, resonancia magnética dinámica, pero nos faltan más para saber si hay algo más, ¿dónde pasa esa mente? Hay estudios que aseguran que la conciencia dura un minuto después del fallecimiento. Las neuronas dicen que mueren cuatro minutos después pero hay personas que han vuelto a la vida después de ese tiempo. ¿Qué ocurre ? La medicina sienta muchas cátedras que dentro de diez o cinco años no son reales. En los años 30 había un medicamento contra la sifilis que llevaba mercurio. Hoy, ¿qué laboratorio lo haría?

¿Se muere como se vive?

Sí, he visto muchos casos de serenidad admirable. Hay personas que después de muertas me han enseñado pero no porque me hayan aparecido ni cosas así sino por una carta en la que me han dado las gracias por cuidarles.

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