Sofía Cristo, esta mañana durante las jornadas de adicciones francis silva

Sofía Cristo: «He aprendido que mi vida es ya un 'nunca más'»

La exadicta, con una gran proyección mediática, habla «sin tapujos» en las VII Jornadas de Concienciación Juvenil frente a las Adicciones de su relación con las drogas

Jueves, 13 de junio 2019, 17:01

Se fumó el último porro y dio el último trago de GBL (un tipo de droga sintética) a las puertas del centro a donde su familia y amigos la habían arrastrado para que comenzara la terapia de desintoxicación. De aquello han pasado seis años –«seis años limpia»– y ni un solo día ha dejado de pensar en que su vida «ya es un 'nunca más'». Nunca más del alcohol y los porros que empezó a consumir con 12, nunca más de la cocaína que llegó a los 15, y nunca más, en fin, de todas y cada una de las sustancias tóxicas que fue probando a medida que veía que la anterior le sentaba «cada vez peor». «Recuerdo perfectamente el día en que me dí cuenta de que mis dedos podían tocarse dentro de la nariz porque había perdido parte del tabique por la coca. Y como no podía esnifar más, me empecé a meter otras cosas».

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Hoy, Sofía Cristo tiene 35 años, una vida normalizada y la suficiente confianza en sí misma como para hablar «sin tapujos» de su frenética relación de «amor-odio» con las drogas: «Porque la relación con las drogas es como la que hay con un maltratador: al principio te enamoras y te muestra la mejor cara, pero llega un momento en que te hace la vida imposible y te pega sin piedad. Y hay que salir de ahí», admitía Sofía, rostro habitual de las televisiones –es hija del domador Ángel Cristo y la 'vedette' Bárbara Rey– que empezó a tontear con las drogas para no sentirse «el patito feo» de su entorno.

«Me daban seguridad, era la reina del mambo», admitía esta mañana Sofía durante una intervención que causó un profundo impacto (y posterior aplauso) en el público que acudió al a las VII Jornadas de Concienciación Juvenil frente a las Adiciones, organizadas por el centro Triora MonteAlminara y el Instituto Andaluz de la Juventud. Lo hacía para contar su experiencia, y hoy reconvertida en intervencionista familiar y en espejo donde se miran los cientos de jóvenes a los que da charlas en los colegios. «Yo no soy quién para decirles que no se droguen, pero sí para hablarles de las consecuencias». Entre las que ella sufrió, varios amagos de infarto, la pérdida de relaciones de afecto con familia, pareja y amigos y la duda «inquietante» de si podría dedicarse, tras la terapia, «a lo único que sé hacer: pinchar música». Y sí que pudo. «El éxito está en volver a hacer lo que te gusta, porque el riesgo está en todas partes. En la noche, pero también en la oficina».

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