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Hay dos factores que afectan a los residentes de la avenida Simón Bolívar, situada entre la rotonda delArroyo de los Ángeles y Blas de Lezo. El primero de ellos quizá sea el más importante, y los vecinos, con cierto humor, pero con vehemencia, hasta han colgado una pancarta que reza: «¿Y la rampa pa cuándo?».
Esa parte de edificios se comunica con dos escaleras a ambos lados, algo que dificulta mucho el acceso de personas con movilidad reducida, o simplemente mayores que sufren al subir tantas escaleras. Imagínense una silla de ruedas o alguien con muletas sin recibir ayuda.
El segundo problema es más común, y ya se trataba ayer el mismo pero en otro punto de la ciudad: las pintadas. El gran esfuerzo que ha hecho la ciudad por mejorar muchas de sus calles y estar a la altura de las grandes ciudades se ve ensuciado por el acto incívico de unos pocos. Algunos vecinos achacan el crecimiento de pintadas a los toques de queda, en los que no hay nadie en las calles, y quedan desiertas para algunos grafiteros –si se les puede llamar así a los que solo dejan su nombre en una pared sin ningún tipo de reivindicación artística–. Residentes y viandantes piden sanciones ejemplares.
El caso es que estas –muchas llevan largos años en la zona– conforman la pobre estética de una zona que pronto se convertirá en el ensanche del Centro, ya que crece hacia esta parte de la ciudad. Las administraciones deben tomar nota y arreglar por prioridades todos los problemas que se plantean.
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