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Miguel Lorente, uno de los referentes teóricos en la lucha contra la violencia de género, advierte de que hay «un repunte del machismo» para mantener «sus posiciones de privilegio». El doctor y profesor almeriense, autor de libros como 'Mi marido me pega lo normal' y 'Tú haz la comida, que yo cuelgo los cuadros', ha sido coordinador general del Instituto de Medicina Legal de Andalucía, además de delegado del Gobierno para la Violencia de Género. Denuncia «la normalización de la violencia» y critica la aplicación del artículo 416 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, que permite a las víctimas no declarar contra sus agresores.
–¿Qué le parece el artículo 416 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal?
–Es un artículo que sirve para que no te veas obligado a declarar contra un familiar, por ejemplo si te has enterado de que tu hijo ha robado. Pero todo cambia cuando tiene que aplicarse sobre la persona que ha generado las lesiones. Si tu marido te ha pegado, que este artículo te exima de declarar en su contra es un disparate; no podemos darle ese privilegio al agresor. Es un sinsentido, sobre todo cuando la mujer ha superado las dudas, críticas, miedos, inseguridades y obstáculos que surgen antes decidirse a poner la denuncia. Es un artículo que se aplica cuando el procedimiento judicial ya está en marcha y la mujer ha denunciado una situación de violencia, algo que requiere sobreponerse a muchas adversidades, porque no olvidemos que cerca del 80 por ciento de las mujeres agredidas no denuncian. Cuando ya han mostrado su voluntad, el juez o la jueza les dice que tienen derecho a no declarar en contra de sus maridos.
–¿Y qué ocurre entonces?
–Que pueden volver a activarse todos esos miedos y dudas, y también las amenazas de la otra parte. Muchas personas dicen: «Sí, tu marido es culpable de la violencia que ejerce contra ti, pero tú vas a ser responsable de que el padre de tus hijos esté en la cárcel». Les dicen eso y a muchas se les viene el mundo encima. Vuelven a sentirse malas madres, malas esposas, malas mujeres. No tiene sentido que este artículo se aplique en los casos de violencia de género.
–¿Lo derogaría, entonces?
–Puede aplicarse en otros casos. Insisto, si sabes que tu hijo ha pillado con la moto a otro chico puede entenderse que te liberen de declarar contra él. Existen otras vías para llevar a cabo la investigación porque tú no eres la pieza fundamental, sino un mero testigo. Pero no debería aplicarse cuando el beneficiario de la ausencia de declaración es el propio agresor y quien lo libera es la víctima.
–La violencia machista es un delito con muchas aristas: víctima y agresor comparten vínculo emocional.
–El problema es que hemos normalizado la violencia de los hombres contra las mujeres. Hay víctimas que te dicen: «Mi marido me pega lo normal, pero hoy se ha pasado». La última macroencuesta del CIS revela que el 44 por ciento de las mujeres que no denuncia asegura no hacerlo porque cree que las agresiones no son lo suficientemente graves. Nadie asume que su vecino o su jefe le dé una patada. En cuanto ocurre, se denuncia. Pero sin embargo esa inmediatez en la denuncia no se produce cuando un hombre pega a su mujer. ¿Por qué? Porque hemos asumido que la violencia puede formar parte de las relaciones.
–Muchas veces escuchamos comentarios del tipo «Que se hubiera ido a la primera bofetada», «que no hubiese aguantado tanto»...
–La violencia de género está construida sobre los papeles que entendemos que hombres y mujeres deben asumir en las relaciones de pareja según nuestras referencias culturales. Pero la violencia crece en intensidad poco a poco; el agresor no se pone a maltratar de un día para otro. Previamente hay un proceso de control y aislamiento, luego viene la culpa... Y hay una fase que denominamos 'luna de miel', cuando el hombre se muestra arrepentido, pide perdón, dice que no volverá a pasar... El impacto psicológico de esa violencia va hundiendo a la mujer en un cuadro depresivo, de ansiedad, baja autoestima y sensación de impotencia. La propia mujer se culpa y cree que es incapaz de cambiar a su marido. Y cuando decide denunciarlo porque no aguanta más, desde el juzgado les dicen que tiene derecho a no declarar contra su marido. Y entonces las amenazas y el cuestionamiento del entorno, con preguntas como «¿Te lo has pensado?» y afirmaciones del tipo «Vas a meter a tu marido en la cárcel» pueden derrumbar a la mujer.
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–Ahora que parece que hay un auge del negacionismo de esta lacra, ¿qué le diría a alguien que opina que la violencia no tiene género?
–Que no tiene ni idea de qué es la violencia de género. Quienes la niegan parten del desconocimiento o de la defensa de los privilegios de los hombres sobre las mujeres. Es una forma de mantener relaciones construidas desde el dominio y el control masculinos. Cuando se niega la violencia de género se está defendiendo ese modelo de relación en lo privado pero también un modelo de sociedad basado en la desigualdad, una desigualdad que ya sabemos que se refleja en discriminación, acoso sexual, precariedad, brecha salarial... Los negacionistas defienden un modelo de sociedad que necesita la violencia para mantenerse.
–¿Cómo cree que ha envejecido la Ley contra la Violencia de Género?
–Rodeada de cierta soledad. La ley no deja de ser un marco normativo, pero hay que rellenarlo de recursos y medidas. Ha habido una reacción del machismo para mantener sus posiciones de privilegio. Hay un repunte de la desigualdad y la ley debería estar preparada para responder a ese incremento del negacionismo y de la crítica, que refuerzan a los maltratadores y su sensación de impunidad. Se condena aproximadamente a un cinco por ciento de todos los maltratadores de los que hay. Alimentar el cuestionamiento de las mujeres hace que los agresores se sientan reforzados en sus posiciones.
–Antes ha mencionado una frase impactante que utilizó para titular uno de sus libros: 'Mi marido me pega lo normal'. ¿Qué es lo más perverso con lo que se ha encontrado?
–Lo peor es la pasividad ante la normalización de la violencia. Si te vas al CIS, el porcentaje de población que considera que la violencia de género es uno de los grandes problemas del país es muy bajo. Si están matando a 60 mujeres cada año, que representan el 22 por ciento de las víctimas totales de los homicidios que se producen en España, y la violencia de género sólo supone un gran problema para el dos por ciento de la población significa que estamos muy lejos en cuanto a conocimiento de esta realidad. Cuando una mujer te dice «Mi marido me pega, pero por lo menos le importo» entiendes que es un problema cultural. No hay que esperar a que la violencia se produzca para hacer una crítica a la sociedad que normaliza la violencia contra las mujeres. Somos una sociedad capaz de generar 60 nuevos asesinos cada año desde una construcción social y cultural. Eso es lo peligroso. Ningún otro escenario produce tantas víctimas, ni siquiera el terrorismo. Y todavía se niega o se minimiza: así actúa el machismo.
La plataforma Violencia Cero ha convocado hoy una manifestación a las 18.30 horas en la plaza de la Merced. Las cifras hablan solas. Y resultan espeluznantes. Más de mil mujeres han sido asesinadas en España por sus parejas desde 2003, cuando comenzaron a contabilizarse de forma oficial. Antes eran invisibles, sus casos quedaban relegados a la esfera privada. Ahora, reconocida como una cuestión de Estado, esta lacra se cobra decenas de víctimas mortales cada año que constituyen la punta de un terrible iceberg. El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer se celebra el 25 de noviembre por el asesinato, este mismo día en 1960, de tres hermanas en República Dominicana. La jornada fue asumida por la ONU en 1999.
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