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Pionera en el ámbito empresarial de Málaga, Blanca Hermana Salcedo (Tetuán, 1962) fue la primera mujer en asumir la dirección de una gran industria tecnológica en la provincia, Fujitsu Ten SA (ahora Denso Ten SA). Estudió Ingeniería Técnica Industrial en la Universidad de Málaga (UMA) ... y su carrera profesional está ligada al gigante tecnológico nipón, donde comenzó a trabajar en 1988. Ahora siente que debe devolver parte de lo que ha recibido. Por eso aceptó este cargo, pese a una apretadísima agenda laboral que apenas le deja tiempo.
–¿Cómo se fragua su designación el pasado diciembre?
–Me la propone la delegada del Gobierno andaluz, Patricia Navarro, pero también me llamó el anterior presidente Antonio Urda y algunos consejeros para animarme a aceptarla. Me hacen ver que puedo aportar y aunque llevo mucho tiempo alejada de la universidad y estoy 'full time' en mi empresa, entiendo que al final te toca también devolver un poco de lo que te han dado. Yo estudié Ingeniería Técnica Industrial en la Universidad de Málaga y eso es lo que me abre a mí las puertas para empezar a trabajar en una tecnológica. Por eso, al final, estás un poco en deuda con Málaga, con la universidad, y con todos los que han colaborado en que esta empresa lleve aquí casi 48 años.
Y por otro lado, el historial de nuestra compañía con la universidad es muy largo y muy intenso, porque ya no es solamente el PTA. La actual Escuela de Telecomunicaciones se fundó gracias a un grupo de personas responsables de nuestra compañía. El actual director del PTA, Felipe Romera, fue director de I+D de Fujitsu y siempre hemos tenido responsables en los distintos departamentos que compatibilizaban la empresa con la universidad.
–Pues no llega en el mejor momento de la institución…
–Todavía no soy muy consciente. Volví de Japón el día 7 de enero, he tenido alguna reunión, he preparado una nota para presentarme a los consejeros y esta semana (por la pasada) voy a saludar al consejero de Universidad, pero estoy aún sin aterrizar. Quizás en el tema económico, que es donde parece que está peor la cosa, sí que la empresa privada puede aportar o decir lo que hemos hecho otros para sobrevivir en épocas de crisis.
–El Consejo Social tiene la responsabilidad del control y la supervisión económica y presupuestaria de las universidades. ¿Qué han hecho mal sus antecesores para que la UMA esté en esta situación de precariedad?
–Nosotros en la privada no nos podemos gastar ni un euro más de lo que entra, porque sales en negativo y tres años en negativo ya te ponen en un peligro mortal. Entonces, a partir de ahí parece que el control no ha sido demasiado riguroso.
–¿Qué plantea para revertir esa situación?
–Entiendo que lo primero que habrá que hacer será intentar optimizar los activos y luego buscar financiación externa, a través de las empresas, que no sea todo a costa del bolsillo de los demás. Creo que hay que priorizar gastos y si hay algo para lo que no hay dinero, pues habrá que buscarlo y si no se encuentra, pues tendrá que retrasarse. Aún no he hablado con Teodomiro [el rector de la UMA] y mi intención es hacerlo para ver con él en qué podemos echar una mano y luego buscar empresas a ver si de alguna u otra forma se puede inyectar algo de financiación.
–En sus años universitarios, cuando no era tan habitual ver mujeres en carreras técnicas, ¿se sintió alguna vez un bicho raro entre tanto compañero?
–Efectivamente, estaba yo sola, pero porque a las demás no les atraía. Ahora hay muchas actividades para dar a conocer las especialidades técnicas y en tecnología para que los niños y las niñas tengan un interés más sano. Si no se estudian por elección, pues vale, lo malo es que sea por desconocimiento. Yo era la única de la clase y cuando me fui a Japón también lo fui, porque todos los demás eran chicos, pero no pasa nada. Yo he tenido siempre la suerte de que nunca me han discriminado. En Fujitsu, cuando llegué a Japón, más formación que a mí no le han dado a nadie y se han gastado en mí lo que nunca seré capaz de devolver seguramente. Por eso, cuando te dan la oportunidad como ahora de participar y devolver algo de lo que te han dado, es como una obligación moral.
–¿Siempre tuvo claro a lo que se quería dedicar o la vida la ha llevado por otros derroteros?
–De toda la vida me ha encantado la ingeniería y el cacharreo; también me ha gustado muchísimo el deporte. Mientras estudiaba era jugadora de tenis de mesa, estuve en el equipo nacional, jugué mi último campeonato del mundo y estuve compatibilizando trabajo en Fujitsu con equipos de división de honor. De hecho, cuando terminé la carrera me fui a China a entrenar y estuve una temporada larga. Volví, me puse a trabajar y luego me fui a Japón dos años y ocho meses. Siempre he intentado subirme a todos los carros y he tenido la suerte de que todo el mundo me ha tratado bien y me han dado muchas oportunidades.
–Viendo Málaga con perspectiva desde esos años en que estudió en ella, ¿diría que vive un momento único de oportunidades con el tirón tecnológico?
–Tenemos la suerte de contar con un superalcalde y un superPTA. El parque tecnológico es una maravilla y la universidad fundó el año pasado una sede dentro de él para facilitar la cooperación transversal entre las empresas y los diferentes centros de la UMA. Con lo cual, eso va a dar un impulso sí o sí. Además, está al frente Javier López, que es estupendo. En mi empresa, estamos intentando atraer parte de la tecnología y la investigación del grupo en Europa a Málaga de la mano de la universidad y del PTA. En cuanto al tema de las mujeres, hay un grupo, el Women Leadership en el PTA, en el que hay un montón de responsables de primer nivel fantásticas y todas las tecnológicas están ahí participando. De hecho, hay actividades de 'mentoring' y charlas en los institutos y los colegios para informar de lo que se puede estudiar. Poquito a poco, porque no es tan fácil. Yo te pongo el ejemplo de mi empresa. Cuando yo llegué no había ninguna mujer que fuera manager o jefe. Ahora somos cuatro de quince. No es mucho, pero es que para poner a una responsable hay que quitar a uno. La idea es ir con paso firme, evitar que haya discriminación y que la gente sea ecuánime y justa a la hora de hacer la selección de un responsable.
–¿Son muy diferentes los universitarios de ahora a cuando estudiaba en la UMA?
–Yo creo que sí, pero no solamente el universitario. Hay valores que se han perdido o modificado. Antes teníamos un nivel de compromiso y responsabilidad que ahora es más difícil con la actual forma de vida. En nuestra época, todo te lo tenías que ganar. Yo soy una de siete hermanos y trabajaba todos los veranos y los fines de semana para no pedir dinero en casa y ahora parece que a la juventud se le da todo más fácil. Eso de faltar o de llegar tarde no lo hemos conocido. Y, sin embargo, ahora parece que el trabajo está casi al final. Primero es cualquier otra cosa. Yo, además, como tengo la suerte de tener un contacto muy directo con Japón, pues para mí es inevitable la comparación y creo que estamos por detrás. Y pongo un ejemplo. En Japón un profesor trabaja 11 meses, 8 horas todos los días. Y están con los niños pequeños y en la universidad. Si no está corrigiendo exámenes, está preparando la clase del día siguiente o está resolviendo las dudas de los niños que están haciendo los deberes allí. Aquí, pues es difícil, eso no gana votos. Aquí, Semana Blanca, dos meses y medio de vacaciones en verano, Navidad... Así es imposible tener los mismos resultados cuando tu entrega no es la misma. Entonces, con las condiciones que tenemos aquí, hay que hacerlo lo mejor posible para obtener el mejor resultado.
–¿Quizá falta más espíritu emprendedor y menos vocación de empleado público?
–Yo creo que el empleado público es súper importante, pero debería estar sujeto a méritos y a resultados. Cuando se piensa en un funcionario es en alguien con un horario relativamente cómodo y con un empleo que te da una seguridad, algo que no hace la empresa privada, pero yo creo que quizás sea culpa de ésta, que no visibiliza cómo se vive. Necesitamos gente que esté investigando y que esté estudiando también, si no, no avanzamos.
–Y hablando del sector público, ¿qué debería aprender del privado en materia de competitividad y empleabilidad?
–Esa es una de las funciones del Consejo Social, acercar lo que realmente hace falta en una empresa a lo que está creando la universidad. Y la sensación que tengo es que quizá en el sector público todo es más lento. Es decir, tú haces un plan y yo no sé si porque hay mucha burocracia o porque realmente es una maquinaria más grande y más difícil de mover que cuando se empieza a ejecutar algo, ya ha cambiado la situación. No hay mecanismos rápidos de actualización o flexibilidad para ir cambiando el rumbo según lo que se vaya necesitando. Y hoy día, por ejemplo, en el sector tecnológico los cambios son cada vez más grandes y disruptivos.
–¿Cuál diría que es el principal problema de la universidad pública española?
–Pienso que posiblemente no tiene el punto de mira en lo que la sociedad está demandando. Y segundo, por lo que me han contado, el tema económico en la de Málaga es un problema. Es verdad que han conseguido un crédito de financiación de la Junta de Andalucía que va a dar cierto aire, pero habrá que pensar en sistemas estructurales que permitan hacer un control del gasto razonable. Y si la universidad es capaz de satisfacer las demandas de la sociedad o de las empresas que hay en la zona, yo entiendo que la financiación va a ser más fácil.
–¿Es buen síntoma que haya cada vez más universidades?
–A mí no me importa que haya más o menos, lo que me gustaría es que la de Málaga fuera la número uno. Que cuando haya alguien que quiere estudiar algo en Málaga, tenga la garantía de que aquí va a tener la mejor formación académica posible. Ahora mismo todavía hay gente que manda a sus hijos a estudiar fuera y eso me da pena, porque Málaga, con las empresas que tiene y esa aportación debería estar en el 'top five'. A mí es que nunca me ha gustado perder.
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