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Algunos tienen la pena cosida a los ojos y buscan una mano que les acaricie. Otros se recuperan de heridas y responden con desconfianza a cualquier intento de contacto. Ni las decenas de campañas de sensibilización ni las últimas condenas por maltrato animal han evitado que aumente el número de mascotas abandonadas, una situación que suele agravarse en verano y que en Málaga ya ha desbordado las instalaciones del centro zoosanitario municipal (perrera) y de la protectora. La obligatoriedad de injertar microchips ha reducido ligeramente el abandono callejero, que dispara el riesgo de atropellos y otros accidentes, pero la ley permite la entrega de mascotas en las perreras públicas, gestionadas por los ayuntamientos y obligadas a recoger a todos los animales perdidos o cuyos propietarios no quieran o puedan mantenerlos.
En Málaga, la perrera tiene capacidad para albergar únicamente a unos 150 animales, en su mayoría perros y gatos, y todas las jaulas están llenas. Para cumplir con la normativa y hacer hueco a las mascotas que entran, este centro público contempla dos soluciones: la adopción o el sacrificio. Tampoco en la protectora, ubicada junto a la perrera, en el Camino de las Erizas, dan abasto. Fue construida para acoger a unos 320 animales, pero su población actual supera ya los 900. Aunque su labor a menudo se confunde, hay diferencias sustanciales entre ambos lugares; la protectora no practica sacrificios ni tiene obligación legal de albergar a todos los animales que lleguen. Su gestión es privada, aunque mantiene un acuerdo con el Ayuntamiento para hacerse cargo de la recogida cuando el centro zoosanitario no está abierto.
Los sacrificios masivos e injustificados cometidos en la falsa protectora de animales de Torremolinos, denunciado por los socios y el Servicio de Protección a la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil, derivó en una sentencia histórica. En su fallo, el juez encargado del caso solicitó la modificación del Código Penal para incorporar la condena por maltrato animal «en uno o dos grados» cuando los hechos revistieran extrema gravedad, como ocurrió en Torremolinos durante años. Esta reforma «permitiría dar una respuesta punitiva más proporcionada», reclamó el magistrado. La presidenta de Parque Animal, Carmen Marín, permanece en prisión desde diciembre tras ser condenada a tres años y nueve meses, de los que un año corresponde al delito de maltrato animal, la máxima pena establecida entonces (luego se amplió a un año y medio) y el resto pertenece a un delito de falsedad documental.
Marín practicaba sacrificios «sin control veterinario alguno», a través de la inyección de producto eutanásico «sin sedación previa, por vías inadecuadas» (intramuscular en vez de intravenosa) y en dosis más bajas de las recomendadas para ahorrar costes, algo que provocaba «una dolorosa y prolongada» agonía a los animales, según recoge la sentencia, de la que llegaron a hacerse eco medios de comunicación internacionales.
Cerca de mil animales son entregados cada año por sus dueños a la perrera de Málaga. A esta cifra se suman las retiradas callejeras por abandono o pérdida, que en 2017 ascendieron a 324. En verano el abandono animal aumenta entre un 20 y un 30 por ciento, según explica el veterinario jefe del centro zoosanitario municipal, Salvador Florido. La perrera organiza actividades durante todo el año para fomentar la adopción, como las pasarelas de perros instaladas en la plaza de la Constitución, donde la entrega no puede ser inmediata «para que la adopción no responda a un impulso, sino a una decisión meditada». También se preparan visitas escolares a las que acuden cerca de 2.000 niños cada año: «Les explicamos que los animales no son ningún capricho ni algo circunstancial, sino una responsabilidad para siempre».
Las dificultades que encuentran perreras y protectoras para entregar animales en adopción se complican en el caso de mestizos y podencos, abandonados cuando termina la temporada de caza. «Hay una gran cantidad de animales que no se adoptan, pero aun así mucha gente prefiere comprar perros de raza, a veces porque creen que marca el carácter. Si alguien va buscando cariño, cualquier perro cruzado puede dártelo», explica Florido. La perrera cuenta con tres naves. Los animales recién recogidos permanecen en sus instalaciones al menos diez días, el plazo mínimo que marca la ley para que los dueños tengan la posibilidad de recuperarlos. Transcurrido este período, tras una revisión veterinaria, hay dos opciones: que el centro declare al animal apto para ser entregado, en cuyo caso pasa a la nave de adopción siempre que haya espacio disponible, o que, por motivos de comportamiento o salud, sea declarado no apto para la adopción y, por tanto, sacrificado.
Desde la perrera reconocen que la alta ocupación supone un problema: «Nuestras instalaciones están a tope». La asociación Fábrica Social, a través de su proyecto Perros de Málaga, trabaja para prevenir el abandono, fomentar la adopción y reducir el número de sacrificios. Su responsable, Paloma Carazo, denuncia que la calidad de vida de los animales en los centros zoosanitarios «es pésima» y reclama al Ayuntamiento la construcción de una zona para paseo: «Intentamos ayudar sacando a los animales, porque están encerrados todo el día, pero no hay zonas de esparcimiento, solo hay un pasillo. La gestión de la perrera es muy mejorable, pero los verdaderos responsables de esta situación son los dueños que abandonan a sus animales».
El año pasado fueron sacrificados 486 animales en la perrera de Málaga. Ante este escenario, animalistas y asociaciones se afanan por dar «una segunda oportunidad» a cientos de perros y gatos en la protectora, que gestiona una red solidaria de más de un centenar de casas de acogida. La ciudad necesita aumentar el número de adopciones si quiere declarar el 'sacrificio cero', pero desde la protectora recuerdan que los animales no son accesorios de los que desprenderse cuando las cosas se tuercen. «A partir de mayo y junio se disparan los abandonos. El regalo de Reyes ya no tiene veinte días ni un mes, la gente se va de vacaciones y les estorba. Cuando adoptas un animal estableces una relación de por vida, por eso el abandono es doblemente grave, porque supone una traición a un ser indefenso», explica la presidenta de la protectora de Málaga, Carmen Manzano.
Los voluntarios juegan con los animales, les curan heridas y los sacan a pasear para que el paso a estos centros sea lo menos duro posible, pero aun así resulta «absolutamente traumático», relatan desde la protectora, que recibe una subvención municipal de 50.000 euros anuales para costear parte de sus gastos, que superan los 400.000 euros. El resto se financia con herencias y aportaciones de socios: «Nos llegan muchos animales enfermos y con problemas. El dinero que se va en piensos especiales, cirugías, analíticas, medicamentos... Cualquier aportación es bienvenida porque la estiramos al máximo». Aunque la mejor aportación, recuerdan, es la adopción responsable.
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