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Un caballo, en el CYD
El refugio de los caballos de Málaga lanza un SOS para pedir ayudas y voluntarios

El refugio de los caballos de Málaga lanza un SOS para pedir ayudas y voluntarios

La ONG CYD Santa María, que cuida a 60 equinos y otros tantos animales, está al límite del cierre por la falta de ayudas y de voluntarios

Ignacio Lillo

Domingo, 12 de marzo 2017, 00:10

En sus 15 años de historia, por el santuario del CYD (Caballos y Demás) Santa María de Alhaurín el Grande han pasado unos mil caballos. Si se le suma la atención y las denuncias de casos de animales abandonos y heridos, unos 4.000 han sido atendidos de forma directa o indirecta por la ONG_que dirigen Concordia Márquez García y Virginia Solera García, hermanas por parte de madre. Actualmente, el centro está al cuidado de 60 equinos y hasta 150 ejemplares contando otras especies. La labor de uno de los pocos refugios especializados en la protección de caballos y ponys de España está en peligro, y sus responsables han lanzado un SOS: sin ayuda estarán abocados al cierre en poco tiempo.

La Protectora de la capital ha sido la primera en escuchar su ruego desesperado y este domingo, desde las 11.00 de la mañana, ha organizado unas jornadas de puertas abiertas y una fiesta para dar a conocer su labor y recaudar fondos, y a la que ya ha confirmado su asistencia el alcalde, Francisco de la Torre.

«Cada mes es una batalla para darles de comer, pagar las facturas y los veterinarios y seguir para adelante», explica Virginia Solera. «Atendemos animales que son víctima de maltrato y abandono, vienen casi muertos y tardamos una media de un año en recuperarlos».

Concordia Márquez creó el CYD Santa María a raíz de su trabajo con caballos. «Los veía moribundos junto a la carretera, y la policía le decía que los cogiera. Había y sigue habiendo una necesidad real de ayudar. Nos pidió apoyo a la familia, y nos mudamos de Madrid a Málaga». En cambio, los dos últimos años la crisis ha hecho estragos y han sido los peores de su historia como organización animalista.

Ahora, su hermana reconoce que ambas están «agotadas», después de años de lucha sin descanso. Por ello, lo primero que piden es que lleguen más voluntarios, ya que ahora sólo tienen a cinco personas que les apoyan directamente, para gestionar unas instalaciones de 30.000 metros cuadrados. El segundo problema es el económico: apenas 400 padrinos aportan fondos estables para el mantenimiento de la organización. «No tenemos capacidad de difusión ni de marketing, nos pasamos hasta 72 horas seguidas trabajando; no somos capaces de sacar fuera lo que está pasando, pero no sabemos hasta cuando podremos aguantar y físicamente no podemos más», exclama.

«Necesitamos que la gente se involucre, con fondos o como voluntarios, y también que empiecen a ver al caballo como un animal doméstico de compañía, que no se puede tirar a la calle así como así». De ahí que otra de sus principales líneas de trabajo sea la denuncia a los maltratadores ante los tribunales.

Imagen de lujo

A su juicio, los caballos son «los grandes olvidados»: «Tienen muy buena reputación por la imagen de lujo, pero tenemos cientos de casos de malos tratos. La gente se sorprende mucho al saberlo». El último caso que narra emocionada es el de una potra con la pata destrozada, con los huesos a la vista, que el veterinario recomendó sacrificar. El dueño alegó que se iba a morir de todas maneras: «Están dejando a los animales agonizar durante horas, abandonados en fincas». De hecho, la activista justifica los casos de accidentes de tráfico en la salida de las fincas en busca de comida.

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