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Juan Soto
Sábado, 9 de julio 2016, 01:17
Los mercadillos ambulantes, que en su día fueron el principal foco comercial en muchos barrios, han lanzado un SOS por su propia supervivencia. Acuciados por la drástica bajada de las ventas y la fuerte competencia han alzado la voz para implorar a la Junta de Andalucía que les permita vender todo tipo de alimentos para volver a atraer a las familias. Al igual que puede hacer comercio de barrio, ellos también quieren comercializar productos refrigerados e incluso cocinados.
Lo hacen porque las cifras que maneja el sector son dramáticas para sus intereses. Desde la Asociación de Vendedores Ambulantes de Málaga (Avam) estiman que las ventas han caído cerca de un 70% desde que comenzó la crisis por la fuerte competencia y la falta de clientes. Es más, alertan de que cada año se quedan libres una veintena de puestos en cada uno de los principales mercadillos de la ciudad y de la Costa, una cifra inaudita teniendo en cuenta que la renovación comercial en estos espacios era prácticamente nula hace tan solo una década. Juan Rojas, presidente de Avam, confiesa que muchos tenderos «se están yendo a la ruina porque no pueden mantener los puestos».
Consciente de que el sector necesita un nuevo impulso para volver a ser competitivo, Rojas asegura que llevan dos años en conversaciones con la Junta de Andalucía para darle un nuevo rumbo al negocio. Y entre otras cosas le han pedido vender alimentos más allá de la fruta y la verdura que pueden ofrecer ahora. «En otros recintos de España pueden vender comida preparada, embutidos, carnes... ¿Por qué nosotros no?», se pregunta. «Pero lo haríamos manteniendo la cadena de frío. En la actualidad existen camiones más preparados que cualquier tienda de barrio», puntualiza.
Prueba de este mal momento que vive el sector del comercio ambulante en Málaga se observa al analizar que solo este año se han quedado 17 puestos vacantes en el rastro del domingo en Cortijo de Torres, lugar de referencia en la provincia y espacio en el que todos los comerciantes querían estar. «La cosa está muy mal porque tenemos competencia de todo el mundo, de las tiendas, de los chinos, de los centros comerciales», se queja.
Pese a todo, este elevado número de vacantes no implica que los recintos sean cada año más pequeños, sino que las licencias vuelven a concederse de forma casi inmediata por la gran cantidad de personas que buscan en los mercadillos su tabla de salvación. Sólo en un mercadillo como el de Fuengirola cada semana hay 128 familias pendientes de que se quede una vacante libre para ocupar esos puestos. «De siempre se ha pensado que los mercadillos podían dar trabajo a todo el mundo, y se ha demostrado que no es así porque también hace falta una formación comercial, saber vender y tratar con los proveedores», apunta.
Desde la Federación del Comercio también consideran que el sector del mercado ambulante está en su derecho de modernizarse y ofrecer más productos, aunque siempre que se respeten las normativas de higiene y control de calidad. Desde Fecoma explican que ellos sólo están en contra de los negocios ilegales, pero que si cuentan con todos los permisos «bienvenidos sean».
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