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Alvaro Frías
Lunes, 28 de julio 2014, 02:12
Manuel estaba en una cena con toda su familia. Cada dos por tres fingía levantarse para ir al baño o aprovechaba los descuidos de sus parientes para llamar por teléfono a escondidas. Su hijo y un compañero de trabajo estaban perdidos en alta mar, pero no quería que su mujer, enferma del corazón, se preocupase.
A pie de playa estaba su hija Mari Carmen. Gestiona un punto de alquiler de hidropedales en la Caleta. El sábado 19 de julio por la tarde, unos jóvenes alquilaron una de estas embarcaciones. Eran un grupo de chicos de unos 20 años de edad, que abandonaron el patín y lo dejaron en el agua a la deriva. Estaba volcado a unos 250 metros de la orilla.
Mari Carmen decidió llamar a su hermano para que le ayudase a recuperar el hidropedal. Éste llegó a la playa sobre las 20.30 horas y, junto a Juan Vicente Gómez, un empleado de la empresa, se embarcó en un pequeño bote de menos de cuatro metros de eslora para rescatar la embarcación. «Se veía perfectamente desde la orilla y tardamos muy poco en llegar hasta donde se encontraba», explica Raúl Moreno, uno de los dos hombres rescatados por Salvamento Marítimo a más de 20 kilómetros de distancia del litoral.
Cuando Raúl y Juan Vicente López, ambos de 37 años de edad, quisieron regresar a la costa los problemas empezaron. Explican que la cuerda con la que remolcaban el hidropedal se les enganchó en la hélice del motor y que luego les falló una bujía. Quedaron a la deriva.
Raúl recuerda que la primera idea que se les pasó por la cabeza fue la de regresar a la orilla a nado. «Pero José Vicente estaba cansado y decidí que era mejor no separarnos», indica. El viento de terral les hacía alejarse de la costa cada vez más. Ante la tardanza, Mari Carmen alertó a los servicios de emergencias, que activaron un dispositivo para localizarlos y sacarlos del agua.
«Vimos salir los barcos de Salvamento Marítimo del puerto y nos quedamos tranquilos. Pensamos que pronto nos encontrarían», relatan los dos hombres. Eran las 22.30 horas. Estaban en el bote y algo les llamó la atención. Vieron como las embarcaciones de rescate regresaban al embarcadero.
Confusión
Al parecer, unos jóvenes que se encontraban pescando cerca de la zona donde habían desaparecido habían provocado una confusión y se suspendió la búsqueda. Pero Mari Carmen no se fiaba: «Mi hermano nunca me dejaría sola en la playa sabiendo que le estaba esperando». Cuenta que su instinto le decía que Raúl y Juan Vicente seguían en problemas.
Por ello, se recorrió toda la orilla en busca de su hermano, pero ni rastro de él, de su compañero, del hidropedal o del bote en el que navegaban. Mientras tanto, los dos jóvenes continuaban en el agua. La corriente les arrastraba hacia mar adentro y dejaron de ver el espigón del puerto, «solo las luces de Málaga, sobre todo las de la feria del Palo».
Recuerdan que se acurrucaron uno en la proa y otro en la popa, para hacer contrapeso en la pequeña embarcación en la que iban y no volcar. «Teníamos algo de frío por el viento de poniente, pero es verano», dice Raúl. Sin embargo, en todo momento estuvieron tranquilos. Explican que mantuvieron la calma y estuvieron de charla en el bote. «Como terminemos a tiempo nos tomamos unas cervezas y la liamos», recuerdan que se decían.
Juan Vicente acabó afónico de gritar y se mareó por el oleaje. Relata que, cuando Raúl le preguntó la hora, no pudo ni mirarla: «La última vez que la vi eran las dos menos cuarto». Para esa hora, Manuel, el padre de Raúl ya se encontraba en la orilla junto a su hija. Había fingido acostarse junto a su mujer, pero se levantó de la cama y sin que ésta se diese cuenta, para que no se preocupase por Raúl, se marchó al punto de control establecido en la playa de la Caleta.
Sobre las cuatro de la madrugada, la angustia llegó a su fin. Ante las confusiones durante el operativo y que se había hecho de noche, Salvamento marítimo activó a su helicóptero que se desplazó desde Jerez. Raúl indica que fue este aparato, gracias a su sensor térmico, el que les encontró.
Inmediatamente se lo comunicaron a sus familiares, que aguardaban ansiosos esta noticia. «Fue una sensación de descanso y paz que no olvidaré nunca», insiste Mari Carmen, que, al escuchar las palabras de los efectivos de rescate, se abrazó a su padre.
Todo había acabado. Raúl y Juan Vicente aseguran que ya tienen una gran aventura que contar a sus nietos. Aunque ambos ya practican su relato. Raúl, nada más despertarse la mañana siguiente en casa de sus padres después de este suceso, le contó todo lo que había pasado a su madre. Emocionada no dudó en abrazarle.
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