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Vecinos se afanan en limpiar las casas de calle Clara Campoamor. Ñito Salas
Todos a una contra el temporal

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El día después del temporal ·

Campillos trata de recuperar la normalidad entre barro, residuos y escombros

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Jueves, 1 de enero 1970

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La claridad del día descubre un panorama difícil de describir. La tormenta que el domingo de madrugada descargó sobre la comarca de Antequera se ha transformado en una interminable capa de barro y la calma tras la tempestad permite evaluar los daños, que son muchos. Por las calles se amontonan restos de lo que en su día fueron muebles, ropa o electrodomésticos que los vecinos fueron apilando con tesón durante la mañana de ayer. Permanecen a la espera de que alguno de las decenas de tractores que patrullan el pueblo pase y recoja los montones (los conductores de vehículos agrícolas apenas habían parado desde el comienzo de las lluvias cuando les convocó la Guardia Civil, y ayer continuaron con su servicio voluntario hasta la noche). La localidad salió a la calle decidida a plantar cara a la tempestad, cueste lo que cueste, pero no lo hicieron solos:a lo largo del día cientos de voluntarios –el Ayuntamiento calcula que unos 500– se pusieron a disposición de los afectados, mostrando la cara amable de uno de los días más tristes que se recuerdan en la localidad.

Un equipo de emergencias tuvoque hacer noche en la ambulancia

Teba y el resto de la comarca reciben a centenares de voluntarios que sesuman a los efectivosde emergencias enlas tareas de limpieza

La oleada de voluntarios se centró en diferentes tareas. Uno de los principales focos de actuación fue el centro de salud de la localidad: «El equipo de urgencias vio cómo su puesto de trabajo se inundaba y trataron de salvar el material más delicado», explica Carmen Toro, directora del centro. José Antonio Ruiz, director del área sanitaria, se mostraba agradecido con la UME y los voluntarios, que terminaban de adecentar el aparcamiento, pero sobre todo con los suyos:«Tenemos que dar las gracias a los profesionales por trabajar tan rápido para poder haber abierto urgencias durante todo el domingo pese a los daños». Toro recuerda las primeras horas como «terroríficas». «No se puede describir lo que sentimos cuando los compañeros nos avisaron de que el centro se estaba inundando». Tres usuarios pasaron la noche allí, junto a uno de los equipos de guardia, que fue el encargado de los primeros trabajos, mientras que el segundo equipo tuvo que pasar la noche en la ambulancia tras quedarse bloqueada en la carretera.

Muy cerca de allí, el IES Camilo José Cela también era un hervidero de voluntarios, alumnos y miembros de la comunidad educativa apoyados por los militares. El director del centro, Antonio Romero, destaca que el barro y los restos de haber segado los campos superaban los cuarenta centímetros de altura en el patio y algunas aulas.«Pensábamos que tardaríamos semanas en abrir las clases, pero en la mañana de hoy (por ayer) se han juntado casi ochenta personas que han avanzado muy rápido, probablemente podamos abrir el miércoles». Una situación similar viven en el colegio La Milagrosa, donde su directora, Yaiza Benítez, es incapaz de augurar la vuelta a las clases mientras que los voluntarios sacan todo el material escolar al patio central. «Nos costará mucho salir de esta».

Llegados de todas partes

Llegados de Málaga, un scout y cuatro monitores del Grupo Scout 125 San Estanislao colaboraban con las labores de limpieza, primero en uno de los centros educativos, luego repartiendo agua potable de puerta en puerta. «Nada más llegar al pueblo nos impresionó el estado de las calles», explica Ignacio Montserrate, uno de los voluntarios. El goteo de forasteros de toda la provincia con ganas de ayudar fue imprescindible para acelerar la vuelta a la normalidad.

«Tuvimos que dormir en el coche hasta que nos sacó un tractor»

Fernando y Juan, del restaurante El Kiosko (muy popular en el embalse Conde del Guadalhorce, Ardales), vuelven cada noche en coche al municipio sevillano de Martín de la Jara. Para llegar hay que pasar por Campillos y el sábado, durante su trayecto rutinario, les sorprendió la tormenta: «Íbamos conduciendo y empezamos a ver coches flotando delante de nosotros, en un cruce, nunca habíamo visto nada igual». Intentaron maniobrar hasta que se quedaron atascados en un terraplén con el agua mojándoles los pies. «No pudimos hacer nada, así que decidimos tratar de dormir un poco». No fue hasta bien entrado el día que un vehículo agrícola pudo liberar el coche, uno de los tantos héroes anónimos que invirtieron horas sin descanso en desatascar vehículos y transportar afectados. «Por suerte, los dos estamos bien».

Carratraca trabaja sin descanso por abrir las carreteras cortadas

Carratraca también trata de reponerse tras el impacto de la tormenta. Hasta ayer mismo, varios vecinos de zonas rurales permanecían incomunicados por las riadas que convirtieron los caminos en barro. Según explica la alcaldesa de la localidad, Francisca Jiménez, todo el pueblo está «agotado» tras dos días de trabajo intenso. «Los operarios municipales trabajarán toda la noche para devolver el agua potable».

En Teba, que ayer habilitó una oficina de atención ciudadana que no dejó de recibir testimonios, también están sin agua corriente, al igual que Campillos, lo que dificulta las labores de limpieza.

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