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Elogio del ser creativo

Elogio del ser creativo

El nuevo hogar del diseñador y coleccionista de moda Antonio Zorrilla presenta mil y una ideas de decoración exclusivas

Lorena Codes

Miércoles, 13 de julio 2016, 15:31

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Para entrar en el nuevo hogar de Antonio Zorrilla uno ha de dejarse fuera las gafas de ver el mundo tal como es y dejarse llevar por una mirada nueva, fresca y tremendamente creativa. Las pupilas de este diseñador de moda tienen excedente de belleza. Sorprende que siendo tan joven posea un conocimiento tan exhaustivo de la historia de la moda, de la estética en general. Su colección de prendas y accesorios vintage supera las mil referencias y, lo más importante, se trata de piezas exclusivas, únicas; algunas de ellas sólo pueden encontrarse en museos. Como la mítica sahariana de Yves Saint Laurent que popularizó la modelo Veruschka en los sesenta, kilómetro cero del tan usado estilo safari de hoy. Y como ésta, otras tantas prendas icónicas del siglo XX de firmas como Chanel, Dior, Valentino, Lanvin, Thierry Mugler, Versace y otras, que Antonio Zorrilla ha restaurado y devuelto a la vida. Algunas de ellas forman parte del catálogo de su propia firma gourmet vintage, Delicatdressen. Se trata de una más de sus facetas, que compagina con la tarea de diseñar para una conocida firma de moda, con la creación de colecciones para la suya propia, Antonio Zorrilla, que fue premiada en el último Málaga Crea, y con su recién estrenada marca de moda masculina, especializada en camisas, Tales & Mileto. Esto en lo laboral, porque en lo personal suele embarcarse en otros tantos proyectos.

Reformar durante dos años la que es su nueva residencia es uno de los que más dedicación y esfuerzo le ha supuesto. Cuando la adquirió junto a su pareja era una vivienda excesivamente compartimentada, con cuatro habitaciones y varias zonas de recibidor. Lo primero que hicieron fue derribar muros y dejar espacios diáfanos, menos habitaciones pero más amplias y luminosas. Retiraron el gotelé de las paredes y crearon una base a través de papeles pintados que simulan diferentes materiales como el ladrillo, la madera o la escayola. El suelo grisáceo corona estancias neutras sobre las que empezar a construir el discurso decorativo.

El interiorismo está cuidado al detalle, cada pieza está donde tiene que estar. Según explica Zorrilla, «con el tiempo vas perfilando tu estilo, la primera vivienda tenía muchos más objetos, demasiados, ahora busco el equilibrio entre la belleza y el confort». De hecho, precisamente en este aspecto reside la principal bondad de esta casa: encontrar un uso a cualquier pieza bella y que además sea un uso distinto, inesperado y genial.

Así, por ejemplo, el salón comedor está presidido por el neón rosa que protagonizaba la fachada de una de las joyerías más antiguas de Málaga, La Suiza. Sobre la pared de ladrillo blanco (o trampantojo de ladrillo blanco) se convierte en el eje sobre el que giran el resto de piezas. Aquí no hay estudio del color, ni mobiliario a juego, nada que combine con nada y poco accesorio. Todos y cada uno de los objetos llegaron a esta casa por amor. Por amor a la belleza, la exclusividad y el lujo bien entendido. De hecho, los mercadillos son espacios de referencia para Antonio Zorrilla, que encuentra en ellos auténticas joyas, que para el común de los mortales no pasan de baratijas. Muebles de diseño y sobre todo artículos con historia son sus favoritos. En su catálogo de flechazos anecdóticos que ya forman parte de sus colecciones particulares figuran una original cubertería del Concorde o una vajilla de estaño de una cárcel alemana de la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo. La mesa es una de sus nuevas obsesiones y su atrezzo contrasta bastante con una cocina minimal y exquisita, vestida con ladrillos de metro blancos y una combinación personalísima de trozos de cenefas en celeste. Nunca una cenefa fue tal cool. Zorrilla confiesa que la decoración de la cocina nació a partir de la adquisición de la lámpara vintage de ese color en el rastro de Fuengirola. Y así con todo.

Siente especial predilección por el mueble de los cincuenta: «esas patitas Bambi me parecen súper elegantes y sofisticadas». Cuenta con varios aparadores y consolas de este estilo, que encajan perfectamente entre sí. En el hall se conjugan con dos fantásticos relojes George Nelson y un espejo estilo orgánico.

En el salón, más piezas de diseño y artículos como un banco de la Segunda Guerra Mundial bailan con los dos únicos básicos actuales de la casa: la mesa de Habitat y el sofá de Ikea, presto a desaparecer si finalmente Antonio lleva a cabo la locura de idea que le ronda la cabeza: convertir su colección de pañuelos de seda de Loewe, Lanvin, Saint Laurent, Moschino, Versace y Hermés en la tapicería de un sofá. De estas ideas ya van unas cuantas en casa. De hecho, la habitación más espectacular por su originalidad es la suite. El dormitorio alberga un vestidor y un baño perfectamente delimitados con detalles tan especiales como un mueble bar de piel de los cincuenta o unas butacas de cine antiguas. La cabecera de la cama es una bandera de respeto del portaviones Príncipe de Asturias. El aire surrealista le viene dado con apuntes como el toallero en forma de galgo, los esquíes antiguos que sirven de perchero, el mueble de baño que es una bici o el armario, que es una nevera retro. La bañera centenaria corona esta atmósfera y se convierte en el centro de todas las miradas.

Aún aguarda una última habitación en la casa, el showroom, una especie de pasadizo hacia la fantasía y el glamour de épocas pasadas a través de vestidos, peletería, zapatos, gafas y bolsos de los grandes creadores de moda. Objetos de deseo que a su propietario casi ni le llaman la atención: «total, para mí el lujo ahora es el tiempo y ¿quién puede comprarlo?».

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