'Antirocking'
EL CANDELABRO ·
ARANTZA FURUNDARENA
Martes, 25 de mayo 2021, 00:02
Descartada la música (tengo pocas esperanzas de encontrar una sola canción que no me suene a plagio), mi principal interés en el festival de Eurovisión suele centrarse en el trabajo actoral de los intérpretes, en su forma de pisar las tablas. Porque el escenario te lo comes o te come. Y tiene una capacidad delatora comparable al diván de un psicoanalista. Ahí arriba aflora todo, tu grado de inseguridad, el convencimiento con el que cantas y si te nace o no de dentro... Ya saben que a mí la psicología barata me enloquece, así que voy elaborando una especie de radiografía mental de cada participante.
El resultado es que muy pocos me sorprenden. Casi todos son correctos, precisos, profesionales, cumplidores. Pero en el fondo pecan de funcionariales. Casi hasta les puedes leer el pensamiento: «A mí me han dicho que para ganar Eurovisión hay que hacer esto». Podrán ser alumnos aventajados, esforzados (incluso desgañitados), loables imitadoras de Madonna o Beyoncé, pero artistas que realmente transmitan hay muy pocos. En este festival a mí en particular solo me impresionaron tres: el holandés Jeangu Macrooy (el tío más seguro, convencido y bien 'plantao' de toda la gala), la francesa Barbara Pravi (una lección magistral de lo que es cantar desde las tripas sin perder la afinación) y el italiano Damiano David, por su 'bellissimo' descaro rockero.
Este finalmente ganó y ahora también se confirma que no se pasó de la raya. A mí personalmente no me parece que en ese vídeo el cantante esté esnifando nada que no sea cristal... El de la copa que rompió su compañero. Eso sí, temo que en el futuro Eurovisión sustituya las PCR de este año por controles antidoping. Y para el deporte, bien. Pero si al rock and roll le quitas la droga... Solo le dejas el sexo.
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