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Muy conocido. El sacerdote es una cara muy conocida en Sevilla, donde ha pronunciado el pregón de la Semana Santa e incluso ha ejercido como rey mago en alguna cabalgata.
Don Ignacio, el cura de los famosos

Don Ignacio, el cura de los famosos

Nieto de barón y sobrino de marquesa, este párroco de un barrio obrero sevillano casa a sus amigos famosos y tiene muchos: la duquesa de Alba, Cayetano Rivera, Eva González o el Litri. «Estoy más pendiente de los que no salen en prensa»

Ester Requena

Lunes, 14 de marzo 2016, 00:31

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Con solo 6 años, Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp (Sevilla, 1973) ya jugaba a celebrar misas y sus amigos le llamaban el curita. En su casa tenía un altar montado con los ornamentos que le prestaba el sacristán de su colegio, los Jesuitas. Lo que quizás ni imaginaba el pequeño Ignacio, que también ayudaba como monaguillo, es que el juego terminaría con una llamada celestial dos décadas después. La visita de Juan Pablo II a Sevilla en 1993 le despertó la vocación. A los pocos meses ingresaba en el seminario dejando colgada la carrera de Derecho en segundo curso y tras haberse empapado durante sus vacaciones de verano en Punta Umbría (Huelva) los discursos del Papa en España. «Mis padres, muy religiosos, vieron mi decisión como un regalo», detalla el sacerdote, convertido ya en una cara habitual del papel couché por la cantidad de bodas de famosos que oficia. Ignacio ostenta, a su pesar, ese título del cura de las celebrities españolas. Y aunque no le gusta salir en los medios, lo han sacado hasta empujando la silla de ruedas de Cayetana de Alba por el Palacio de Dueñas. Ejerció como su confesor personal en sus últimos años, pero también la casó con Alfonso Díez, bautizó a sus primeros bisnietos y le tocó el trago amargo de concelebrar su multitudinario funeral.

En el currículum rosa del sacerdote sevillano también consta que ha unido en matrimonio a Cayetano Rivera y Eva González (el pasado noviembre), además de a Carolina Herrera y El Litri, Tita Astolfi y Gigi Sarasola, Cayetano Martínez de Irujo y Genoveva Casanova... Incluso viajó al gallego Pazo de Meirás para casar a la hija de Merry Martínez-Bordiú. Y eso que fuera de su parroquia, la de Santa María de las Flores en el barrio obrero de Pío XII, solo oficia las bodas de «sus amigos».

También se convirtió en el hombro en el que lloró Patricia Rato tras su separación de Espartaco. Y se enteró de los primeros del noviazgo de Rosauro Varo con la actriz Amaia Salamanca. Normal. Son muy amigos. De hecho, el empresario sevillano firmó como testigo cuando tomó posesión como párroco de Santa María de las Flores, hace ya unos años.

Su alma de «relaciones públicas frustrado» tiene mucho que ver en sus conocidas amistades. Pero también sus orígenes aristocráticos le han ayudado a contar con una agenda de teléfonos (muchos de nombres famosos) de la que suele bromear diciendo que no le entra al completo en el móvil (en Navidad ha llegado a mandar dos mil mensajes de felicitaciones).

Ignacio es el décimo de doce hijos de un reconocido médico y la hija de un barón y una condesa. Se crió merendando y jugando con lo más granado de la sociedad española. Su tía Pepita Sánchez-Dalp de Leguina, marquesa de Saltillo, formaba parte del círculo de amigas íntimas de la duquesa de Alba desde su adolescencia, de ahí que ya corretease por Dueñas muchos años antes de convertirse en el director espiritual de Cayetana.

«Me da coraje»

Jiménez Sánchez-Dalp no reniega de sus orígenes de alta cuna, pero le «da coraje» de que lo tachen del cura de los vips «cuando es algo que no se corresponde con la realidad». «Estoy pendiente de mucha gente que no sale en los medios y que está necesitada de guía, cariño, conversación...», puntualiza, sin parar de organizar el trabajo que se le acumula en un humilde despacho parroquial. A las nueve de la mañana ya tiene gente esperándole en la puerta y no para hasta las tres de la tarde. Regresa a las cinco y hasta bien entrada la noche no se apaga la luz de la iglesia, que también gestiona una residencia de ancianos y una guardería para los más necesitados. Solo a través de Cáritas Parroquial el sacerdote atiende a 700 familias con escasos recursos.

Pero eso no se ve en las revistas del corazón. Se ve lo otro las bodas que oficia de los famosos

Pura casualidad. Uno nace en un sitio y familia determinada y, aunque es verdad que los amigos los elige cada uno, también hay que tener en cuenta que suelen provenir del círculo en el que te mueves habitualmente. No he casado a nadie al que no conociera; a mí no me contratan como si fuese el fotógrafo de una boda o un músico que pueda tocar en un sitio. A los famosos que he casado ha sido porque son amigos míos o están vinculados a mi familia.

¿A quién de todos casó con mayor ilusión?

Con todos tengo un vínculo especial, de ahí que en todas las ceremonias haya intentado hacerlo lo mejor posible, ya fuesen más o menos importantes. Siempre lo hago de la misma manera, con el mismo cariño y afecto hacia todos.

«Don Ignacio es todo un personaje», sentencian sin pensárselo dos veces sus vecinos de Pío XII, un barrio de clase trabajadora, donde se encuentra la parroquia. Sus misas de los domingos se llenan y los piropos hacia este cura que se mueve en moto no paran. Chapado a la antigua, le alaban las mejoras que ha hecho en la parroquia, principalmente en la residencia y guardería, así como su obstinación: cuando algo se le mete en la cabeza va a por ello. Con su empeñó y su verbo logró que el Ayuntamiento de Alcalá del Río, con mayoría absoluta de Izquierda Unida cuando él estaba destinado allí, financiase parte de la restauración de la iglesia del pueblo. También tira de sus amistades cuando necesita ayuda para sus proyectos asistenciales, entre los que nunca faltaron las aportaciones de Cayetana de Alba.

Allí por donde ha pasado también ha dejado huella por su labor diplomática y de cohesión, terminando con rencillas de años gracias a su mediación. De Alcalá de Guadaíra le despidieron con una cena... con sorpresa: «Me hicieron la broma de taparme los ojos y ponerme delante de una vaquilla».

¿Y la toreó?

¡Pues claro! Pero la vaquilla era horrible y tenía muchos tiros dados (risas).

La pasión taurina la lleva en los genes. Su familia cuenta con ganadería propia y es sobrino de Manuel González, que durante siete años fue apoderado del diestro Francisco Rivera Ordóñez.

Mejor se maneja en el mundo cofrade, donde se lo rifan. De hecho fue pregonero de la Semana Santa sevillana y es miembro de veinte hermandades.

Cofrade, taurino, amigo de famosos... no le falta ni un detalle.

Pero lo más bonito es ser cura, sin lugar a dudas. ¡Es lo mejor que me ha pasado en la vida!

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