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Martes, 18 de agosto 2015, 14:23
La grandeza de la Fiesta Nacional está en el toro. Cuando sale el toro encastado y con raza la emoción está garantizada, el espectáculo alcanza su máxima intensidad y el público se divierte. Eso sucedió ayer enLa Malagueta. Fue en los dos primeros de la tarde, animales de nota y extraordinario juego llegados desde Los Alburejos con el hierro de Torrestrella y que contribuyeron al triunfo de Manuel Escribano entró en el festejo por la vía de la sustitución tras la lesión de Antonio Ferrera, y Joselito Adame, quien tuvo una triunfal presentación como matador en Málaga.
El diestro mexicano entró con buen pie en La Malagueta, gracias a su buena disposición y a que tuvo el mejor lote del encierro. Su primero fue un animal de una gran transmisión fuertemente ovacionado en el arrastre. Recibió Adame a Confitero con verónicas ganándole terreno y un par de medias algo más embarulladas. Empujó el torrestrella en el primer puyazo en el caballo de Héctor Vicente. Brindó al público una faena iniciada con estauarios con la planta firme rematados con una trincherilla y un pase de pecho. A partir de ahí, el azteca, que está atravesando un buen momento profesional, cuajó varias tandas con la mano derecha donde hubo temple y ligazón a un toro con mucha codicia. Con la izquierda, el peor pitón del burel, no hubo acople, aunque en el epílogo del trasteo consiguió un par de buenos naturales a pies juntos. En la suerte de recibir mató de un estoconazo que degolló. El público pidió las dos orejas y el palco con buen criterio sólo concedió uno ya que Adame no estuvo mal pero quedó la sensación de que tenía que haber apretado y arriesgado más durante el trasteo para que la faena hubiera sido acreedora de la puerta grande. El toro sí mereció la vuelta al ruedo.
En el quinto, Joselito Adame realizó un variado recibimiento con el capote con más voluntad que lucimiento. En el inicio de la faena de muleta con un pase por alto Sencillo se pegó un fuerte golpe contra las tablas que dio la impresión de haberlo dejado herido, sin embargo, el torrestrella se recuperó. En las primeras tandas se vio un trasteo algo acelerado del mexicano. La banda de música entró a destiempo y luego cortó el pasodoble también a destiempo; en ese momento, el público se puso de parte del mexicano, que entonces pareció percatarse de las buenas condiciones del burel y le enjaretó una buena tanda por la izquierda y otra por la derecha, más templadas y redondas. En ese momento se fue por la espada, aunque el burel aún tenía dentro algunas arrancadas. Terminó con trincherillas y mató de un bajonazo infame.
Animoso y voluntarioso estuvo toda la tarde Manuel Escribano, quien está pasando por una buena etapa profesional. A sus dos toros los recibió a porta gayola. A su primero, tras la larga cambiada en la puerta de chiqueros, le dio otras dos más en la zona de la puerta grande, a la que siguió un ramillete de verónicas templadas y una media de buen trazo. Banderilleó con poderío y soltura. Brindó al público una faena iniciada con dos pases cambiados por la espalda a Impaciente. Fue el preámbulo de una labor cimentada en la mano derecha en la que hubo tandas templadas, ligadas y de muletazos largos. Contribuyó la boyantía del burel, al que le faltó algo de fuerza. Mató de una estocada trasera y tendida.
En el cuarto, tras pasar de nuevo por la prueba de esperarlo en la puerta de chiqueros, se lució con las verónicas. En banderillas destacó el tercer par al violín y al quiebro por los adentros. A pesar de que el diestro sevillano lo intentó no pudo haber faena porque Lanzapala llevó muy parado a la muleta, con la cabeza alta siempre y quedándose a medio viaje. Acortó Escribano, quien dejó una estocada desprendida y trasera, que necesitó de dos golpes de descabello.
José Garrido es uno de los jóvenes toreros con proyección y la afición malagueña estaba expectante por ver al extremeño. Sin embargo, el diestro poco pudo demostrar más que algunos detalles de su tauromaquia. Se lució con el capote en el tercero de la tarde con un ramillete de templadas verónicas. Lo llevó con chicuelinas al paso al caballo. Mal la cuadrilla en banderillas. Inició la faena en el centro del ruedo con dos estatuarios y una trincherillas y poco más, ya que Sosón, que dio síntomas de falta de fuerzas, empezó a defenderse y no contribuyó al triunfo a pesar de que Garrido, que estuvo valiente y porfión, lo intentó. Estuvo mal con los aceros.
Al sexto, un animal complicado, lo recibió con verónicas de rodillas. Tras coger a su banderillero, José María Amores, Chivito llegó muy parado y reservón a la muleta. Garrido lo intentó pero en ese pozo no había agua. Mató de una estocada casi entera.
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