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Dice que cuando una mariposa blanca revolotea cerca es un signo de buen augurio. Y últimamente Patricia Paz ve muchas a su alrededor. Un presagio ... que parece cumplido con su primera exposición individual en Madrid, una muestra donde sobrevuelan esas mismas mariposas blancas, regresan las llamas y se incorporan guiños a la naturaleza. La artista malagueña instala su universo simbólico en la Galería Tönnheim, en Carabanchel, el nuevo refugio del arte contemporáneo en la capital. Allí estarán hasta el 25 de mayo sus retratos pop y sus esculturas de cerámica imperfectas con las que continúa dialogando con el mundo y con ella misma para encontrar su lugar. Su particular 'Reality check', su propia verificación de la realidad.
Con su obra trata de descubrir «realmente quiénes somos y en qué momento estamos ahora en la vida». «Sigo hablando de eso, pero con elementos simbólicos de la naturaleza», añade. Cada vez más siente la necesidad de estar en contacto con lo natural, de alejarse del cemento, y eso se traduce en su creación. Patricia Paz aborda lo cotidiano con un toque de realismo mágico. Como en la pieza que abre la exposición, una pintura de gran formato que sirve de transición entre el estilo 'cowboy' que ha marcado su anterior producción y lo que viene. Y para ello utiliza como imagen a Lana del Rey, una cantante que representa al prototipo de chica americana que triunfa y a la que coloca solo en su sombra un sombrero 'cowboy'. Una declaración de intenciones: «Vale, tengo esta sombra y hablo de todo esto, pero vengo a presentar otras cosas. Y ahí empieza el diálogo con las demás obras», argumenta.
Disfruta creando una narrativa visual que invite a la reflexión. Por eso todo está dispuesto para animar al espectador a ir más allá de lo superficial y buscar las metáforas, lo que no se ve en un primer vistazo. «Mi visión creativa, la forma en que uso el pincel y mis manos, pretende desafiar la percepción de la realidad y repensar ciertos dogmas estéticos», cuenta. Siempre con obras de colores vibrantes, con un punto de misterio y con miradas que interpelan.
Patricia Paz recurre una vez más a la llama como símbolo de toma de conciencia, de la revelación de una realidad. En un caso, es una mariposa blanca la que porta el fuego para ilustrar ese descubrimiento de lo natural. El insecto volverá a aparecer en otros cuadros, de forma sutil pero evidente. En otra de las pinturas de gran formato la flama pone sobre la pista de lo que sucede: es una cena en una larga mesa, pero la mujer que la preside es en realidad un reflejo, no hay plato frente a ella. «En ese momento de bullicio, de repente se ve a sí misma del otro lado, se da cuenta de que a lo mejor eso que le rodea no está en sintonía con lo que ella está viviendo», explica.
El candelabro del centro de la mesa sale al exterior de la pintura en forma de cerámica, un material que la malagueña trabaja cada vez con más intensidad, hasta el punto de participar en la próxima convocatoria de cerARTmic, la feria de arte contemporáneo y cerámica que acoge la Fundación Ortega y Gasset de Madrid en junio. Al igual que en sus pinturas no busca el hiperrealismo de las figuras, sino más bien el trazo espontáneo, en sus esculturas deja patente la huella de sus manos. No trabaja con moldes y le gusta que eso se vea. Por eso intenta ser fiel a la realidad, más que con el óleo, pero dándole un toque torpe, imperfecto, con un cierto sentido cómico. «Al fin y al cabo, en la vida no todo es tan perfecto, ¿no?», recuerda.
También en tres dimensiones, Patricia Paz tira de ironía para modelar un cuchillo con la inscripción 'How to survive modern art' (cómo sobrevivir al arte moderno) y reinventa sus icónicas botas de 'cowboy', que triunfaron desde la primera vez que las expuso en Casa Sostoa. Esta vez, la descompone, como si se estuviera deshaciendo. Podría repetir la fórmula que le funcionó, pero no quiere. Prefiere seguir investigando en su lenguaje y buscar nuevos caminos.
Y esa apuesta le funciona: no hay un paso atrás. Sabe que la exposición en Carabanchel es un salto de nivel, la entrada a un circuito más profesional donde los artistas emergentes se codean con referentes del arte contemporáneo a nivel internacional. «Estoy súper satisfecha», admite con una sonrisa.
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