Juan Antonio Bernier, primer premio de poesía Ciudad de Estepona

«Lo que penetra hoy por la ventana aspira a un interior. Parece que no quiere perdurar», escribe en uno de sus versos Juan Antonio Bernier, un poeta que resplandece desde lo cotidiano, que suena más divino cuando más pegado está a la tierra. Se trata de un libro que goza de una belleza muy particular. Podrá parecer una tontería, pero 'Fruto previo', título que esconde un oxímoron muy valiente, se abre a la vida con una de las dedicatorias más bonitas que he leído en mucho tiempo: «A mis hijos, Antonio y Gorán, y a los amigos de mis hijos». Nombre precioso también el de Gorán. No es por estos motivos, sino por otros mucho más profundos y eruditos, unos que aluden a la belleza de las cosas bien hechas, por los que esta obra obtuvo el I Premio de Poesía de Estepona según el veredicto de un jurado compuesto por Manuel Borrás, editor fundador de la editorial Pre-Textos, y de los poetas Felipe Benítez Reyes, Aurora Luque, Pedro Villarejo y Alejandro Simón Partal, escritor último que actúa además como impulsor de este premio y que, por su parte, todavía sigue recogiendo los éxitos de su primera novela publicada recientemente, 'La Parcela' (Ed. Caballo de Troya). Justo esta semana, el Ayuntamiento de Estepona ha publicado la convocatoria de la segunda edición de su premio con un nuevo jurado capitaneado por Jaime Siles, un galardón que en su primera llamada recibió la friolera de 863 manuscritos; ya quisieran muchos premios de consabida trayectoria acumular un interés semejante. Más allá del impacto de los números, este dato no hace más que incidir en la alta calidad de la obra premiada.

Muchas cosas buenas pueden decirse de este poemario, 'Fruto previo'. En su fallo, el jurado destacó la obra como un ejercicio de escucha e indagación, donde el misterio se hace presente en las cosas más cercanas, más accesibles: desde el puerto de Algeciras, un viaje en tren, a una cuerda destensada o una lluvia elevada. Como en todo acto poético, la música está presente en el ritmo, en la cadencia y en el decir. «Como de mano en mano, estribillo que pasa». Cuando hablamos de buena poesía, como esta, siempre da la impresión de que el tiempo se detiene y que por ella no pasa. Esta poesía trata de poner la naturaleza a cubierto.