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ANTONIO GARRIDO
Domingo, 8 de enero 2017, 00:18
Según Fundeu, la palabra estrella del año que ha terminado es 'populismo' y no lo ha sido solo en España. Toda Europa asiste a un auge de la «tendencia política que pretende atraerse a las clases populares». La RAE, a la que se critica en exceso, tiene una tradición a la hora de definir que solo se puede calificar de impecable. Se busca y se consigue que la definición permanezca a través del tiempo. El populismo no es un partido, a primera vista, es una tendencia que pretende conseguir la adhesión de las clases populares. El DRAE califica como uso despectivo y establece el sinónimo con popularismo.
En la fase tardía de la república romana el partido popular con dirigentes como los Graco y Julio César propugnaban medidas que curiosamente se parecen mucho a las de la izquierda y de la extrema izquierda; se puede resumir en la palabra intervencionismo del Estado y dirigismo. Los populares romanos pretendían repartir las tierras, establecer precios máximos y subvencionar, especialmente los alimentos. Pero los populares se fueron escorando a posiciones autoritarias.
El populismo se define mejor por lo que ataca que por lo que defiende. Ataca a la que han llamado «vieja política», la que se basa en la democracia representativa. Cada ciudadano es un voto que otorga libremente al partido político que estima que mejor representa sus intereses. La división de poderes es la que estableció Montesquieu en el contexto de la Ilustración.
Después de comparar algunos diccionarios, según las definiciones que ofrecen, me quedo con Larousse, las estructuras políticas sin excepción son populistas si se presentan como defensoras del pueblo y deseosas de gustar al mismo. Una manera mejor, políticamente correcta, es la que define como la política al servicio del pueblo. En el Diccionario de sinónimos y antónimos de la misma editorial, aparece demagogia como sinónimo de populismo.
El populismo se opone a las estructuras democráticas que se pueden considerar clásicas y no duda en tomar medidas que van en contra de estas. Yerran los que consideran que el populismo es una ideología específica; de hecho, no ofrecen una ideología definida. El discurso populista es evanescente y se adapta a unos mensajes muy simples, muy fáciles de transmitir, repetidos hasta la saciedad, hasta darles valor axiomático, que se modifican siempre que satisfagan el principio de adhesión de la mayoría. Los totalitarismos son esencialmente populistas, al menos en sus formulaciones externas. Tanto comunismo como los diversos fascismos son populistas y recurren al nacionalismo extremo o a un internacionalismo solidario y humanitario.
El caudillaje es el final de las formas populistas en casi todos los casos y tristes ejemplos tenemos en la historia contemporánea. La manipulación es el mecanismo que se emplea para mantener el apoyo de la mayoría de la población; en definitiva, se trata de un modo de alcanzar el poder y de mantenerlo sin que se produzcan críticas; de manera que el control de los medios de comunicación es fundamental para cualquier populismo.
La comparación de los discursos de Lenin, Mao, Hitler, Mussolini y de populistas actuales y próximos ofrece similitudes destacadas. Hasta el franquismo empleó la palabra revolución, nueva edad, orden nuevo, claro es que con un componente teocrático, un tufo de sacristía que no existe en los otros casos.
Cambiemos de tercio y vamos al inmenso territorio de la gastronomía. He estado en Baeza con el mejor anfitrión imaginable, Javier Calvente y con su madre doña Úrsula, más que amigos. El buen yantar es otro atractivo de la ciudad patrimonio de la humanidad. Como servidor está siempre a la que salta en temas del idioma voy a ofrecer tres ejemplos interesantes: ligar, virolo y morrococo.
El lector avisado se sonreirá y pensará que el verbo es más que conocido y usado. Tiene razón pero con una acepción diferente, la de tapear, de tomas unas cañas, de tener un rato de conversación. En Baeza, ciudad de buenas costumbres, se liga mucho; es decir, se consumen los platos típicos. Los virolos son unos dulces de hojaldre con u poco de cabello de ángel. Son ligerísimo, fáciles en teoría y difíciles de darles el toque adecuado.
Desde 1953 disfrutan en Baeza de un restaurante excepcional, premiado en todos los certámenes. Han publicado un libro estupendo en el que se cuenta la historia de las personas queridas, de la evolución del restaurante y de los clientes de todas clases que frecuentan sus comedores. No voy a ponderar lo que es reconocido por todos. Quiero destacar un plato de nombre muy sonoro, morrococo. Se cogen los garbanzos del cocido y se machacan para marearlos con la maravilla de las maravillas, el don de Atenas, el oro líquido, el aceite de oliva del que Juanito es embajador desde hace mucho tiempo.
Otra palabra de regalo. El pan frito en leche con azúcar se denomina papajote.
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