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La profesora de la Facultad de Filosofía y Letras Ana Chapman, teletrabajando y atendiendo a sus hijas. CRÓNICA
El reto de conciliar: cómo lo afronta el profesorado de la UMA

El reto de conciliar: cómo lo afronta el profesorado de la UMA

La Universidad de Málaga ha creado la Guía de Conciliación y Teletrabajo de las Universidades Públicas Españolas en el contexto del Covid-19. Cuatro docentes cuentan su experiencia con esta nueva modalidad de trabajo

CLAUDIA ARANDA

Martes, 2 de marzo 2021, 00:10

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Lejos de ayudar a facilitar la conciliación laboral y familiar a las madres y padres trabajadores, la pandemia del Covid-19 y la implantación del teletrabajo han complicado aún más esta situación. Horarios imposibles, hijos irrumpiendo en las clases virtuales y readaptación imprevista de los espacios de la casa han sido algunas de las consecuencias que ha traído consigo el teletrabajo. La Red de Unidades de Igualdad de Género para la Excelencia Universitaria (RUIGEU), a la que pertenece la Universidad de Málaga desde 2010, ha creado una guía de buenas prácticas para la conciliación y el teletrabajo. «La guía va dirigida a todas las personas que integran la comunidad universitaria y a las instituciones universitarias en particular, pero también a nuestro entorno familiar y social y a las administraciones públicas locales, autonómicas y estatales», explica la vicerrectora de Igualdad, Diversidad y Acción Social de la UMA, Isabel Jiménez Lucena.

«La pandemia ha puesto en evidencia que los trabajos de cuidados los realizan las mujeres en un porcentaje excesivamente alto. Esto supone que, si no se produce una regulación adecuada del teletrabajo y un cambio en la cultura de los cuidados, las mujeres van a verse sobreexplotadas al pedírseles que realicen tareas laborales y de cuidados simultáneas», sostiene Jiménez. Es por ello que defiende que uno de los pilares básicos de la guía es que la conciliación debe ser corresponsable, de manera que todos los integrantes de la unidad familiar participen en el trabajo y en las tareas de cuidados.

«Tanto mi mujer como yo estamos teletrabajando. Ella ha estado con el mismo régimen de trabajo que yo, aunque con un poco menos de posibilidades hoy día porque tiene que hacer un régimen de presencialidad obligatorio. En el confinamiento sí estábamos los dos teletrabajando y con nuestras dos hijas en casa, esa fue una etapa bastante dura», cuenta el profesor de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Málaga Aurelio Moya.

La profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UMA Ana Chapman tiene dos hijas: una de cuatro años y otra de un año y cuatro meses. Recuerda que el confinamiento fue complicado, su marido tiene que viajar por motivos de trabajo y se encuentra una semana en casa y otra fuera. En la semana que se encuentra fuera, Chapman tiene que recurrir a ayuda profesional para que cuiden a sus hijas mientras ella tiene clases 'on line', pero en el confinamiento ni siquiera podía recibir esta ayuda. «Cuando estuvimos confinados mi hija mayor tenía tres años y la menor cinco meses. Hay que tener en cuenta la edad de los niños, en mi caso el bebé al tener cinco meses requería mucha atención, más cuando su alimentación se basa en la lactancia materna como fue y sigue siendo mi caso», afirma la docente. Tanto Aurelio Moya como Ana Chapman opinan que, pese a tener las tareas repartidas equitativamente en sus casas y hacer malabares para cuadrar los horarios, debería haber más ayuda por parte de las administraciones públicas.

La profesora y vicedecana de la Facultad de Derecho de la UMA, María del Carmen Luque, en su despacho. En el centro, el profesor de la Facultad de Ciencias José Luis Royo en el espacio de trabajo de su casa. A la derecha, el profesor de la Facultad de Ciencias Aurelio Moya, en su despacho con juguetes de sus hijas. crónica
La profesora y vicedecana de la Facultad de Derecho de la UMA, María del Carmen Luque, en su despacho. En el centro, el profesor de la Facultad de Ciencias José Luis Royo en el espacio de trabajo de su casa. A la derecha, el profesor de la Facultad de Ciencias Aurelio Moya, en su despacho con juguetes de sus hijas. crónica

«No logro desconectar. Los estudiantes me escriben a cualquier hora y, si puedo, les respondo», dice Royo

El 22% de las madres ha renunciado este año de pandemia a todo o parte de su trabajo para cuidar de sus hijos

Jiménez: «La pandemia ha evidenciado que los trabajos de cuidados los realizan las mujeres en un porcentaje alto»

Ayudas

«Antes del Covid-19 las familias en general teníamos más la posibilidad de apoyarnos en los abuelos, ahora no podemos porque son grupo de riesgo. Aunque ciertamente este es otro tema que demuestra cómo el sistema falla en apoyar a las familias, porque debemos recurrir a ayuda familiar para poder llevar el día a día laboral, y en otros casos llegar a recurrir a ayuda profesional si es que se lo puede permitir la familia, porque no todas pueden», opina Chapman. Moya, que también tiene dos hijas, una de diez años y otra de tres, añade: «Creo que hay mucha teoría al respecto, pero lo que se debería hacer es crear medidas reales para que los menores o las personas que estén a tu cargo puedan estar bien atendidas mientras trabajas. Cuando las niñas van al colegio perfecto, pero si no, es imposible conciliar».

María del Carmen Luque, además de ser vicedecana de la Facultad de Derecho de la UMA y docente en la misma, es madre de cuatro hijas de entre once y tres años. Para ella, que no solo se dedica a la docencia sino también a la gestión, la desconexión laboral está siendo tarea difícil. «A veces tengo la sensación de que me cuesta desconectar del trabajo. Mi condición de vicedecana hace que tenga muchas tareas que atender y solicitudes urgentes que requieren una respuesta inmediata, lo que conlleva que tenga que dedicar horas que deberían ser de tiempo libre, por la tarde, por la noche o los fines de semana a trabajar», cuenta. Reconoce que en la etapa del confinamiento total tuvo la impresión de no poder separar bien las labores de trabajo y las de cuidados del hogar, algo que fue muy complicado con cuatro niñas en casa. «Lo de las clases 'on line' era una novedad para todos, y tanto profesores como alumnos tuvimos que adaptarnos a la nueva situación de un día para otro. Con las niñas confinadas en casa hubo en alguna ocasión en que la pequeña que tenía dos años irrumpió en clase porque quería saludar a los alumnos y ante esta situación hay que actuar con naturalidad», admite Luque.

Ana Chapman también ha aumentado su jornada laboral desde que está teletrabajando. El tener que estar cuidando de sus hijas durante el día hace que en ocasiones trabaje incluso de madrugada, cuando están las niñas dormidas. «Es difícil separar, tener menores en casa y un trabajo a tiempo completo requiere extender tu día hasta altas horas de la noche. Desde que me convertí en mamá por primera vez cambié mi horario de trabajar en casa y trabajaba muchísimo por la noche, y ahora mucho más. Cuando ambas están dormidas es cuando trabajo más», explica. El profesor de la Facultad de Ciencias José Luis Royo, con dos hijas de tres y un año, ve en cambio el teletrabajo como una ventaja a la hora de flexibilizar los horarios: «La ventaja de trabajar desde casa es indiscutible, puedes corregir exámenes por las noches, o escribir un artículo en fin de semana si has tenido que dedicarles tiempo a las pequeñas».

Según una investigación llevada a cabo desde la Universidad de Valencia en la que se ha entrevistado telefónicamente a mujeres trabajadoras con hijos a su cargo, «las continuas interrupciones, la carga mental y la multitarea constante hacen que sean las madres las que hayan sufrido mayores niveles de estrés durante la pandemia». En relación a lo explicado por Ana Chapman y María del Carmen Luque, una de las conclusiones de esta investigación apunta que «es un recurso habitual por parte de las madres con ocupaciones de desempeño flexible, y que requieren tareas de máxima concentración y silencio, el teletrabajar durante la madrugada, bien sea retrasando el momento de ir a la cama o levantándose antes que el resto de miembros de la familia».

Brecha de género

Asimismo, una encuesta realizada por la Asociación Yo No Renuncio, del Club de Malasmadres, pone en evidencia que el 22% de las mujeres con hijos ha renunciado durante este año de pandemia a todo o parte de su trabajo para cuidar de sus hijos durante las cuarentenas preventivas por el coronavirus. La Guía de Conciliación y Teletrabajo de las Universidades Públicas Españolas establece que: «El teletrabajo contribuye a reducir la brecha salarial al disminuir la necesidad de reducciones de jornada, excedencias o permisos no retribuidos, solicitados mayoritariamente por mujeres».

Aurelio Moya reconoce que, para él, eso es totalmente contradictorio. «Lo que no puede ser es que te digan que el tiempo de teletrabajo no es tiempo para cuidar, pero después te digan que como puedes teletrabajar no vas a necesitar una reducción de jornada porque lo vas a hacer con las niñas encima», sostiene. Es por ello que vuelve a incidir en que esto lo que hace es esquivar el problema, y que lo realmente necesario es abordar cómo se debe conciliar. «Solo los colegios nos salvan, tenemos que ponerles comedor para alargar un poco más ese horario y que nos dé tiempo a llegar. Si alguien pide reducción de jornada no es porque quiere estar rascándose la barriga con sus hijos, sino porque no tiene dónde dejarlos», añade Moya.

Chapman tampoco está de acuerdo con tal afirmación: «No creo que el teletrabajo ayude a reducir la brecha salarial, es más, implica que, si la mujer o su pareja no pueden atender a los hijos porque no tienen una reducción de jornada, tengan que recurrir a ayuda externa, por lo que ahí se pierde el concepto de conciliación. El objetivo fundamental de reducir el horario es estar con tus hijos en un momento tan crucial en el desarrollo cognitivo de un niño». La docente sostiene que una jornada a tiempo completo, incluso incluyendo la posibilidad de realizarlo desde casa, no es conciliación en absoluto. Añadiendo que la necesidad sigue estando ahí y que no es solo una cuestión de colaboración entre la pareja, sino una implicación de las instituciones.

La vicerrectora de Igualdad, Diversidad y Acción Social, Isabel Jiménez Lucena, afirma que es necesario que se definan muy bien las medidas de conciliación corresponsable que deben acompañar al teletrabajo, evitando disponibilidad permanente que lleva a horarios imposibles. Sin embargo, tres de los cuatro profesores entrevistados reconocen que la desconexión digital está siendo muy difícil de controlar y que incluso ha aumentado respecto a cuando trabajaban presencialmente. «Personalmente no logro desconectar. Los estudiantes me escriben a cualquier hora y yo, si puedo, les respondo de la misma manera. Pero esto me pasaba antes incluso de teletrabajar», admite Jose Luis Royo. Al igual que él, María del Carmen Luque reconoce que el tema de la desconexión es lo que más le cuesta: «Consulto constantemente el correo electrónico y a todas horas y el fin de semana hay asuntos que atender».

Desconexión

Ana Chapman cuenta que tener a dos niñas tan pequeñas en casa que requieren mucha atención implica que tenga que organizar su jornada laboral en 'minisesiones' durante todo el día. «La desconexión es imposible desde mi punto de vista, estas 'minisesiones' hacen que nunca desconecte porque voy trabajando poquito a poco en cosas que tengo que hacer durante el día y luego por la noche ya tengo mi tiempo más extendido cuando se duermen», narra.

El profesor Aurelio Moya tiene una posición firme respecto a esto: la desconexión es una disciplina que tiene que imponerse cada uno. «Yo trato de ver el correo solamente por la mañana, por la tarde la gente que trabaja conmigo ya sabe que no les voy a responder. Lo han ido aprendiendo porque yo se lo he ido enseñando, normalmente no recibo ni llamadas ni avisos por las tardes», expone.

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