
«El mejor médico no es el más intelectual, es el que más vocación tiene»
Lucía Pérez Costillas. Profesora asociada de Psiquiatría en la UMA
ISABEL VARGAS
Martes, 29 de marzo 2016, 00:26
«Avísame si dejan de importarme los pacientes, porque entonces habré dejado de ser médico», le dice Lucía Pérez Costillas a su marido con frecuencia. Esta profesora asociada de Psiquiatría en la Universidad de Málaga afirma no poder vivir sin ellos 25 años después de empezar a ejercer. La vocación por la psiquiatría la descubrió en una clase y, poco después, en una de sus primeras consultas. «Doctora, quiero más cáncer, porque la depresión es una enfermedad en la que nadie te comprende». Aquellas palabras le calaron «hondo».
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Pérez trabaja también en el Hospital Regional Universitario y asesora en el Programa Alienta para la Prevención del Suicidio en Málaga junto a la Asociación Justa Alegría, el Teléfono de la Esperanza y el Ayuntamiento. Su interés por investigar el suicidio surgió, de nuevo, pasando consulta. Esta vez en el Hospital Comarcal de Antequera, una zona con una importante agrupación familiar de suicidios, según la experta. «Entre algunos pacientes hablar de la muerte era muy común. Aunque rehusaban utilizar la palabra suicidio, la sustituían por 'el voluto'. Y ante un problema como éste uno empieza a buscar respuestas», cuenta.
¿Qué tres cualidades debe reunir un alumno que quiera ser psiquiatra?
Curiosidad, flexibilidad y capacidad de análisis.
¿La nota de corte determina el perfil del estudiante?
Sí, llegan los mejores. Tenemos alumnos muy competitivos, pero espero que se vuelvan más vocaciones. Al fin y al cabo, lo que les va a hacer felices son los pacientes.
¿La vocación y la nota media van de la mano?
No tiene por qué. La exigencia de la nota conlleva cosas malas. Llegan alumnos con buenas notas y claro, ¿cómo no van a ser médicos? El mejor médico no es el más intelectual, pero sí el que más vocación tiene. Además de eso tiene que saber comunicar.
¿Usted se matriculó en Medicina con las ideas claras o la vocación afloró después?
Más bien lo segundo. Ni siquiera quería ser psiquiatra cuando entré en la carrera. A mí me apetecía hacer Matemáticas o Bellas Artes, pero mi padre, que era pediatra de pueblo, quería que fuese médico.
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¿Imposición paterna?
No, no fue así. A mí me gustaba acompañar a mi padre en cada visita médica. Conforme fue avanzando la carrera, descubrí la medicina intensiva, dirigida a los pacientes que están en la unidad de cuidados intensivos. Sin embargo, al llegar a quinto, gracias a un buen profesor, me empezó a gustar la psiquiatría. También recuerdo la frase que me dijo un paciente con depresión: «He tenido un cáncer, pero que me den más cáncer, porque la depresión es una enfermedad en la que se sufre mucho más y en la que nadie te comprende». Aquello me caló.
¿Qué edad tendría cuando escuchó ese testimonio?
Unos 22 años. Meses después me metí en el Departamento de Psiquiatría. Recuerdo cuando saqué la plaza de MIR donde yo quería, en Granada. Llamé por teléfono a casa y mi padre me dijo: «Creía que ibas a ser médico». A los 10 años me regaló las obras completas del psiquiatra Juan Antonio Vallejo-Nágera. Eso para él era como decir «he entendido que también eres médico».
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Psiquiatría y medicina
¿Cree que la gente no asocia directamente la psiquiatría a la medicina?
Es cierto que la psiquiatría la vivimos como algo aparte. Hasta 1985 no estaba integrada en el Sistema Nacional de Salud. Formaba parte de la beneficencia. Existían los hospitales psiquiátricos. Poco a poco nos hemos ido introduciendo. Creo que si me empeño tanto cuando investigo es porque quiero demostrar que la psiquiatría también es científica. Investigamos como los que más.
De hecho se ha especializado en la problemática del suicidio. ¿Se informa lo suficiente sobre el tema?
No, de hecho la Organización Mundial de la Salud le pidió a los periodistas durante mucho tiempo que no informaran sobre este asunto, por el posible efecto contagio. Además era un tema tabú. Ahora hay una petición de lo contrario porque el suicido es un problema a nivel mundial de salud pública.
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Según un informe del INE, Málaga es la cuarta ciudad con más suicidios en España...
Sí, hay una importante agrupación familiar de suicidios en la zona de Antequera y de la Axarquía. En general, el suicidio es más frecuente que la muerte por accidente de tráfico. Los datos son como para tomar cartas en el asunto.
Asesora el programa Alienta para la Prevención de Suicidios en Málaga. ¿Cuál fue una de las primeras acciones del proyecto?
Una de las primeras acciones con el programa fue la formación de trabajadores sociales, de agentes sociales. Estas personas funcionan como avisadores. Nos previenen. La mayoría de adolescentes que se suicidan no han consultado un médico. A más del 60% de las personas adultas ya se les había diagnosticado un problema mental.
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¿A la sociedad le da miedo hablar sobre el suicidio?
Es un problema que tiene tanto que ver con la muerte que da miedo aproximarse. Deberíamos tener un programa en la Universidad. Entre vosotros también existe ese problema, así que podéis ser agentes que nos ayuden a detectarlo. Igual que hay un grupo de voluntariado en la UMA, podría haber un grupo de alumnos dedicado al estudio del tema.
¿Ha progresado mucho Medicina en los últimos años?
Tenemos que evolucionar mucho todavía. Aún así vivimos un momento dulce. Todos nos acercamos con miedo al Plan Bolonia porque no sabíamos si dispondríamos de los medios necesarios, pero la idea de acercar los alumnos a los hospitales es fundamental. Trabajamos con personas, y los psiquiatras además con las emociones.
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Es la responsable del programa de prácticas clínicas. ¿Qué objetivo tienen con ellas?
Que el alumno aprenda a hacer una historia clínica, es decir, saber evaluar un paciente con enfermedad mental y acercarse a él. También que comprenda conceptos sobre diagnóstico diferencial. Hay muchas enfermedades físicas que remedan una enfermedad psiquiátrica. El hipertiroidismo se diagnostica a veces como un trastorno de ansiedad o de pánico.
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