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DAVID LERMA
Estepona
Lunes, 6 de febrero 2023, 00:02
Olalla Castro (Granada, 1979) comparte con George Steiner un gran conocimiento sobre Literatura Comparada, pero no suscribe el pesimismo con el que abría el ensayo ' ... Gramáticas de la creación': «No nos quedan más comienzos», decía, apesadumbrado, el viejo profesor. «Lo he leído, pero no estoy de acuerdo ideológicamente con Steiner», rebate la poeta, ganadora del II Premio de Poesía Internacional Ciudad de Estepona por 'Todas las veces que el mundo se acabó' (Pre-textos, 2022).
«En mi libro manifiesto todo lo contrario, que el mundo no deja de acabar y empezar desde el principio de los tiempos. En la primera parte, Castro repasa diversas tradiciones culturales y religiosas en torno «a la idea del fin como principio», explica, «pero desde un punto de vista de la hermenéutica y el giro lingüístico. Quería plantear que donde acaba el lenguaje, que acaba en el mundo que hemos construido, puede alzarse un mundo distinto con un lenguaje distinto, como planteaban Barthes o Blanchott, incluso Heidegger o Nietzsche».
Olalla destila una poesía inaugural, «que crea un mundo nuevo. Tiene ese pesimismo distópico, pero siempre desde el convencimiento de que puede llegar algo mejor. Si no pensara que se puede cambiar la realidad y el mundo, me habría tirado por la ventana y no estaría escribiendo», asegura la autora de diversos poemarios y un ensayo, 'Entre lugares de la modernidad' (Siglo XXI, 2017), en el que describe las tensiones entre modernidad y posmodernidad y cómo alimentan el status quo del poder.
«Me niego a aceptar el mundo que han construido los poderosos para nosotras y nosotros», reflexiona Castro, que se considera «precaria». En su libro «hay una denuncia de la realidad, pero con una esperanza mínima en que eso pueda transformarse, sobre todo para las que estamos desposeídas en este sistema de privilegio y poder. Mis padres eran personas muy marcadas ideológicamente». Su padre, periodista, perteneció al Partido Comunista y su madre fue sindicalista, «los dos muy amantes de la literatura y la música», recuerda. «En aquella época la gente ideológicamente comprometida tenía claro la importancia de la cultura para la transformación social. Empecé a escribir desde muy pequeña, me vino un poco dado».
«Empecé a leer poesía como todos los adolescentes, pero también por ideología, a través de Benedetti, Gioconda Belli. Eran poéticas demasiado fáciles, incluso panfletarias a veces, a pesar del cariño que pueda sentir aún. No he leído poesía con mucha profundidad hasta que no empecé a escribirla hace diez años. Yo era una lectora muy voraz de ensayo». A pesar de todo, reconoce que no le gusta la poesía demasiado confesional ni el relato de la intimidad y el yo, «porque son tremendamente capitalistas. Para mi no hay yo ni intimidad que no interpele con lo común y lo social. Lo que me obsesiona es crear textos híbridos. En mi poética hay mucho de teoría, casi ensayística, pero también mucha narrativa que pone la mirada sobre el otro o la otra y que ayude a entrar en acción».
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