El marisco se va de Málaga: desaparecen especies y sube la mortalidad natural
La concha fina se une a la lista de moluscos de los que no hay rastro en las costas malagueñas, mientras los científicos no encuentran la causa y no descartan un parásito
Se puede comer una concha fina cruda, con pimienta o sin ella, o quizá al pilpil; en su casa, en un restaurante de su barrio o en su chiringuito preferido, pero si lo hace tenga la certeza de que ese molusco no es malagueño. Lo cuentan los pescadores, lo confirman las empresas del sector, y lo avalan las estadísticas oficiales de la Junta de Andalucía. El certificado de defunción de la concha malagueña tiene fecha: el 28 de junio de 2024. Ese día fue el último en el que entraron conchas finas en los puertos malagueños.
Y también tiene lugar de expedición: la lonja de Estepona, donde llegaron la totalidad de las capturas en la provincia en ese fatídico mes en el que ese molusco tan especial en Málaga desapareció de sus costas (380 kilos se cogieron en junio de 2024, 61,5 ese último día, cuando antes se contaban por toneladas mensuales).
«Es un desastre», te resume cualquier pescador; «la tendencia es irrefutable, es una situación alarmante», agrega desde Fuengirola José Manuel Escobedo, de Escobedo Mariscos Vivos, la única depuradora de estos preciados invertebrados que hay entre Torremolinos y Marbella. La cuestión es que no sólo están hablando de la concha fina. Esta especie, en realidad, lo que ha hecho es sumarse a la lista de moluscos de los que no hay rastro en las costas malagueñas.
La lonja de Estepona es la última que vio una concha malagueña: fue el 28 de junio de 2024
Primero desaparecieron las vieras o peregrinas. Los pescadores de la provincia capturaron un exiguo medio kilo en noviembre de 2013, otro tanto en febrero de 2014, y desde entonces, según datos del Sistema Andaluz de Producción Pesquera (IDAPES), ningún marisquero malagueño ha vuelto a capturar una. La siguiente fue la almeja chocha, cuyo certificado de muerte en Málaga fue expedido en octubre de 2015 (54,76 kilos ese mes). Le siguió el bolo, en septiembre de 2020 (12 kilos después de no haberse registrado capturas en 2019 y apenas 124 kilos el año anterior), y a este, el corruco en febrero de 2021 (106.000 kilos fue su último balance mensual).
El problema es que los certificados de defunción pueden llevar fecha y hasta lugar de expedición, pero lo que no llevan es firma. «Hemos detectado un aumento de la mortalidad natural del marisco, pero conchas finas no las hemos encontrado ni muertas, hay que llegar a La Línea de la Concepción para encontrar una, y no sabemos cuál es la causa», avanza el investigador científico Jorge Baro desde la sede malagueña del Instituto Español de Oceanografía (IEO).
Oscilaciones, pulpo, nitratos...
Este organismo, adscrito como centro nacional al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), lleva varios años estudiando, en colaboración con la Junta de Andalucía, la situación de moluscos y los bivalvos. Los investigadores hacen campañas en el mar, analizan la temperatura del agua, la salinidad, la fluorescencia, por su repercusión en el fitoplancton (microalgas, el alimento de los mariscos conchíferos, y base de la cadena alimentaria marina), y hasta tienen en cuenta las oscilaciones en el Atlántico norte.
Incluso han medido la posible influencia que haya podido tener otro molusco, el pulpo, una especie voraz que tiene en su menú a la concha fina y otras especies desaparecidas. También han realizado muestreos de la presencia de nitratos en los fondos marinos que pudieran llegar de los campos de cultivo, pero nada ha variado tanto para que los investigadores lo coloquen ni tan siquiera como sospechoso de haber firmado algún certificado de defunción.
«El aumento de la mortalidad natural del marisco nos dice que hay algún parámetro en el medio que lo está provocando, pero no sabemos qué es y no descartamos un parásito»
Jorge Baro
Investigador científico del Instituto Español de Oceanografía
«Ese aumento de la mortalidad natural del marisco nos dice que hay algún parámetro en el medio que lo está provocando, nosotros vemos las condiciones oceanográficas y las de alimentación, que también están asociadas a las primeras, pero no sabemos qué es lo que lo está ocasionando y no descartamos que pueda estar causado por un parásito», explica Jorge Baro. Lo que más ha sorprendido a los expertos en el caso de la concha fina es la velocidad a la que ha ocurrido: «Ha sido de una manera repentina, en unos pocos años; imposible de prever», apunta.
Explotación y zonificación
El investigador malagueño del IEO descarta que la desaparición de la concha fina haya sido culpa de una sobreexplotación pesquera; no así la de la viera y la del corruco, que al menos puede haber tenido su influencia. Lo certifica un pescador fuengiroleño: «En dos horas volvía al puerto con 800 kilos de corruco, estaba amontonado, había sitios donde había tanto marisco que los barcos no podían pasar». Pero no sólo era esta especie; un sólo marisquero podía hacerse en unas pocas horas con hasta 400 kilos de almeja chocha, y la captura de vieras era de tal magnitud que se exportaban a toneladas a Galicia.
Los pescadores aseguran que ven en el mar crías de conchas finas y de otras especies que ya no capturan, pero no llegan a hacerse mayores. Y es que las larvas pelágicas están en la superficie y con su desarrollo se fijan a algo, normalmente al fondo. No lo hacen solo para crecer, se entierran habitualmente para ocultarse de sus depredadores, mientras respiran y se alimentan a través de sus sifones, y se mueven con su musculoso pie.
Zonificación
Marisquero capturando coquinas, los moluscos conchíferos que viven más cerca de la orilla. García
Viajando a por coquinas
Este pescador fuengiroleño atraca en su puerto tras ir a Marbella para lograr capturar ocho kilos de coquinas. García
Tratamiento
José Manuel Escobedo, de Escobedo Marisco Vivos, muestra marisco en depuración. Al día siguiente estará en la lonja. García1 /
Las condiciones para todos estos moluscos no son exactamente iguales, porque hay una zonificación que ocasiona que las circunstancias a las que están sometidas sean diferentes. Las que están más cerca de la costa son las coquinas y las chirlas, mientras la concha fina y el corruco son de aguas más profundas. Esta zonificación es lo que hace que los científicos investigadores piensen que la causa no sea algo que llegue al mar desde tierra, «porque estas especies serían las más expuestas», apunta Baro.
Así, lo único que está claro es que «algo pasa en el medio». Quizá sea un parásito, quizá otra causa, y sin olvidar que los factores también «pueden ser multiplicativos», advierte Baro. Así que de momento, tendremos que seguir esperando para saber qué mató a nuestra concha (y compañía).
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